4 Dolor.

Giovanni creía estar ante la imagen más perfecta que pudiera existir en el mundo y porque no decir el universo entero, Dulce abrió los ojos con lentitud, dejando ver el color almendra que, para el italiano, era el más bello del mundo y por un segundo se preguntó ¿Dónde había visto esos ojos antes? Porque sentía que así era, él había visto esa dulzura antes, pero no podía recordar donde.

Para Dulce, ver la entrega en los ojos de Giovanni, solo era tener la confirmación de que Pedro, ni siquiera pudo verla a la cara cuando la hizo suya, pues realmente no estaba con ella, sino con el recuerdo de Verónica.

— Gio. — susurro cuando el joven se acomodó entre sus piernas, apoyando la punta esponjosa de su pene en la entrada de su vagina.

— Dios mío, no puedo creer que te encontré. — murmuro Giovanni, acariciando su mejilla, pues era la verdad, su padre Alessandro se lo había dicho, “Un día encontraras a una mujer por la cual estarás dispuesto a hacer todo, por la cual sentirás que morirás si dejas así sea de verla”, eso fue lo que Santoro sintió cuando su cautiva huyo, y fue por ello que fue tras ella, luego su hermana Estefanía le había explicado la razón por la que no había matado a Dante, su actual esposo, aun después de todo lo que habían pasado, “Mientras él viva, yo vivo, no me importa no estar a su lado, siempre y cuando pueda así sea verlo” en esa ocasión tampoco lo había comprendido, incluso la santa de Alejandra dejo todo por la bestia de Simón, con quien hoy contraería matrimonio, “ La luz y la oscuridad, Dios y el diablo, todo convive en equilibrio aquí en la tierra, cuando te enamores lo comprenderás” eso le había dicho Alejandra solo un par de días antes, ahora lo estaba comprobando. Lo había encontrado, el amor de su vida y por quien viviría partir de hoy.

— Hazme el amor Giovanni. — respondió dejando también una caricia en la sueve mejilla del joven, con la punta de sus dedos, sonaba a una súplica y es que así era, podría ser que ella no sintiera nada por él más que el rencor de cuando eran niños, pero necesitaba saber cuan diferente era ser tomada por despecho y lastima como lo hizo Pedro, y hacer el amor, porque incluso Dulce veía en esos ojos tan raros que Giovanni Santoro, estaba enamorada de ella.

— Hare todo lo que me pidas, mi princesa, todo lo que desees solo dilo y lo hare. — juro antes de hundirse en ella, con una calma única.

Se sentía poderosa, se sentía diferente, no era el tamaño de su pene, tampoco lo ancho, eran esas emociones que trasmitía con cada estocada, como cada vez que se enterraba en ella una palabra dulce salía de sus labios, ¿Cómo podía ser posible que la adorara de tal forma? Cuando solo la había visto un par de días, mientras que Pedro… enterró sus uñas en la espalda del italiano de puro coraje que le provoco descubrir que una vez más estaba pensando en Pedro, no lo merecía, ese latino no merecía nada de ella.

— Las sombras solo crecen ante la luz. — susurro sobre su cuello al tiempo que se hundía más en ella. — Tu eres mi sol, al fin te encontré. — termino de recitar viéndola a los ojos, sin esperar una respuesta o que ella sintiera lo mismo que él, solo lo dijo para luego besarla con pasión, pues para un Santoro, poco importa si el amor era reciproco, ellos se encargan de atrapar a su amado, llevarlos a la oscuridad y mostrarles que en las sombras se ama y se disfruta mejor.

— Giovanni, no debes olvidar que el sol desaparece al caer la noche. — se vio obligada a decir, porque, aunque le guardara rencor por molestarla de niños, no era justo llevarse su corazón cuando sus padres fueran por ella.

— Y tu nuca olvides que soy un Santoro, mi reino son las sombras y la noche es mi aliada. — el italiano comprendió la indirecta que la joven le dijo, le estaba advirtiendo que se marcharía y él le estaba avisando que la encontraría, sin poder evitarlo la embistió con fuerza y Dulce se permitió cerrar sus ojos, seguir disfrutando de las caricias y de cómo Gio la llenaba al completo, su vientre bajo comenzó a tensarse, sus piernas presionaron más a Gio contra ella, mientras el italiano arremetió con más fuerza aun, tratando de marcarla de alguna forma, algo, cualquier cosa que le provocara a esa joven de ojos avellanas quedarse a su lado por siempre. — Se mi reina. — dijo y por primera vez apretó con fuerza su cintura, dejando marcadas sus manos en la delicada piel, mientras los chorros de semen eran liberados. — Quédate conmigo. — Dulce no pudo responder, tampoco abrió sus ojos, era tan maravillosa esa sensación, el calor en su interior, como sus piernas temblaban, y su cuerpo se tensaba producto del orgasmo que acababa de tener, más cuando Giovanni le ofreció un reino solo para ella.

— Tengo sueño. — dijo luego de un momento tratando de abrir los ojos, pero evitando responder a lo que el rubio le suplicaba.

— Tienes ojeras, se ve que no pasaste una buena noche, aun así, te ves hermosa. — susurraba y Dulce no podía creer que ese joven era el mismo que la molestaba cada vez que la veía, no cuando la tomo en brazos y la arropo en la sueve cama. — Descansa hermosa. — sintió sus labios rozar su frente y dejo que Morfeo se adueñara de ella, no había dormido en toda la noche y necesitaba fuerzas para huir en un par de horas.

Giovanni termino de ducharse y decidió dejar a “Selena” en la seguridad de su cuarto, solo bajaría un par de horas para que la joven descansara y él pudiera cerciorarse que todo estuviera marchando como se debía, después de todo no se olvidaba por todo lo que había pasado Alejandra, ella merecía un día especial, algo que recordar en el futuro, después de todo era LA SANTA HIJA DE LA SOMBRA.

— Giovanni. — la voz de Donato lo hizo girar de camino al salón.

— Hola Donato. — se limitó a responder, la relación con Donato Constantini no era mala, tampoco buena, más bien era la relación de conocidos, ya que Donato en más de una ocasión le recordó lo mal que trataba a su sobrina Dulce, algo que el joven italiano no negaba y que tampoco le importaba.

— ¿No has visto a Selena? Pedro está a punto de colapsar…

— ¿Y a ti te preocupa más que Pedro este tranquilo a que pueda herir a su novia por uno de esos brotes de ira? Me sorprendes Donato, sabía que eras un idiota, pero no a tal punto. — el Don de Chicago ya no era un adolescente, ahora era un hombre pasado los 30 años, ya no tenía que soportar desplantes de los sobrinos de Ámbar quien pasaba los 40 años, su relación, aunque no estaba bendecida por Dios, era firme, ya no temía perder a “su señora” como él la llamaba.

— Mira niño, será mejor que dejes de tocarme las bolas, porque ya me tienes harto, mira que aún no me olvido de que por tu culpa fue que Dulce corrió al galpón ese día…

— Tu sobrina era una llorona… — Donato tomo del cuello a Giovanni, impidiendo que dijera cualquier cosa.

— Tú no sabes nada de ella, no la conoces, no lo hiciste antes, y no lo harás ahora, no vuelvas a referirte de esa forma al hablar de ella o…

— ¿Qué sucede? — la voz de Victoria llego desde la espalda de Donato, podría ser que una de las quintillizas Zabet fuera ciega, pero no había forma que se le escapara nada, como ahora, que había escuchado la voz enojada de su hijo menor, aun estando en otra habitación.

— Pasa que tu hijo no aprende de sus errores Vicky, deberías enseñarle que no es bueno hablar de lo que no sabe. — definitivamente el Don de Chicago estaba furioso, tanto que lanzo al suelo a Giovanni, para salir en busca de Ámbar y así tratar de localizar a Dulce.

— ¿Estas bien? — indago su madre, llegando a donde Giovanni estaba, poniéndose de pie.

— Lo estoy…

— ¿Qué dijiste de Dulce? — lo interrumpió y eso no era bueno, Victoria tenía una gran paciencia, más con sus hijos, pero había ciertas cosas que no pasaba por alto.

— La verdad, que era una llorona.

— ¿Qué es lo que recuerdas de Dulce? — pregunto tratando de mantener la calma, debía hacerle ver a su hijo las cosas, antes que “Selena” les informara que era Dulce.

— ¿Para qué? ¿a quién le importa esa llorona?

— Giovanni, te eduque para ser un caballero, no para que hables por solo tener lengua. — el italiano bajo la cabeza, pues su madre tenía razón.

— Recuerdo que me molestaba verla siempre en brazos de Pedro, o de tío Hades, incluso abrazaba a Baltazar… siempre… — no pudo evitar apretar los dientes mientras lo decía, aun el recuerdo de ello lo molestaba.

— Buscando quien la quiera. — termino por decir su madre. — Y tu estabas celoso.

— ¡¿Qué?!

— Hijo, Dulce nació producto de un engaño, uno que a Valentina Constantini la llevo a enloquecer, a tal punto que se olvidó de su hija, Dulce creció con su abuelo Prieto, siendo cuidada por su padrino, tu tío Hades, y por supuesto Donato, ¿sabes lo que es ser un bebé y saber que tu madre no puede verte o ella puede lastimarte o lastimarse? Así se sentía Dulce, ella siempre fue muy inteligente, comprendió todo, pero eso no quitaba el sentirse sola y buscar quien la quisiera, hasta que Valentina al fin regreso del infierno que era su mente, ella era muy importante para tus tíos Stefano, Mateo y Hades, aun lo sigue siendo y si ella se alejó de nosotros fue por lo que paso ese día en la boda de Ámbar y Donato, una desgracia que la provoco Horus… pero también tu. — la información que su madre le estaba dando, lo hizo sentir culpable, a tal punto que se olvidó, consciente o inconscientemente, de que su madre lo acusó de estar celoso de sus primos y el acercamiento que tenían con Dulce.

— Eso paso hace mucho mamá, tenía solo 8 años, no fue apropósito y Dulce se recuperó.

— Tienes razón, eras un niño, pero ya no lo eres Giovanni, es hora de que sepas la verdad, las consecuencias de tus actos. — Giovanni vio con preocupación a su madre, pues como ya lo habían dicho, solo era un niño, por lo que nunca fue consiente realmente de lo que le había pasado a Dulce aquel día.

— Ella… se recuperó, ¿verdad? — la angustia era notoria en su voz, Victoria sintió pena por su hijo, ya lo había dicho, ella lo formo para ser un caballero, pero también para ser responsable de sus actos.

— Después de mucho tiempo. La boa constructora quebró los huesos de sus brazos y piernas, pero eso no fue lo peor. — a Giovanni el aire le quedó atascado en la garganta, mientras la imagen de la pequeña niña de cinco años bailaba en su mente. — Su hígado sufrió un daño irreversible, por lo que tuvo que ser trasplantada, y su vida, ya no volvió a ser la misma, tus acciones de niño le limitaron la vida a una niña, que hoy es una joven, te puedo asegurar que no es ninguna llorona Giovanni, creo que es una niña muy valiente, trata de recordarlo cuando vuelvas a verla.

Giovanni salió del hotel y fue directo a la nueva finca que compartiría con sus padres, ya que Estefanía se había mudado al norte de Sicilia con su esposo Dante Berlusconi y su hijo Saimon, y Alejandra se quedaría en la vieja finca de la familia Santoro, ahora llamada LA SANTA, con Simón Rossi, su casi esposo y su hijo Amir, llamado así en honor a su bisabuelo. Al llegar busco entre los viejos álbumes de fotos que su padre guardaba, un hobby que el mafioso adquirió cuando al fin consiguió una verdadera familia, le gustaba inmortalizar las reuniones familiares, busco por horas, aun a riesgo de no llegar al casamiento de su hermana, hasta que al fin encontró las fotos que buscaba, una pequeña niña de cabello castaño, blanca como el marfil, de labios regordetes y rosados, a su lado estaba Pedro, pasando un brazo sobre su hombro, del otro lado Baltazar sostenía su mano, y en medio, ella, pequeña, linda, incluso simpática, con unos enormes ojos avellana y fue allí donde Giovanni sintió el mundo detenerse.

Dolor, existen tantas formas de sentirlo y tolerarlo, Dulce lo conocía muy bien, o eso creía, aun a pesar de los años que habían pasado, recordaba cómo fue sentir el cuerpo frio y rasposo de Maciel, la boa constructora que tenía Donato como mascota, cernirse sobre ella, la forma en como envolvió su cuerpo, y comenzó a asfixiarla, cuando sus huesos se rompieron, el dolor fue tal que perdió el conocimiento, luego vinieron los meses de recuperación, no solo por sus huesos rotos, también por el trasplante de hígado, aun así, nada se comparaba con el dolor que sentía en su pecho en ese momento, era como si le hubieran arrancado el corazón, pero aun así seguía viva.

Se tomo un tiempo para ver a su alrededor, apenas abrió los ojos en la habitación de Giovanni se ducho y bajo a ver los últimos preparativos de la boda en el salón, Macarena le sonreía a Hades con dulzura, mientras el famoso asesino conocido como el Ángel de la muerte acariciaba su mejilla llevando un mecho de cabello hacia atrás de su oreja, Alma llegaba acompañada de un oriental, el líder del clan daga roja salía de sus tierras solo para asistir a la boda de la santa, interesante, se dijo a ella misma, Gabriel y Baltazar estaban en una esquina y apostaría lo que fuera a que estaban discutiendo, recordó como de niña Baltazar y Gabriel siempre estaban atentos a cada cosa que ella pudiera querer, mientras Alma y Alejandra solo jugaban a lo que ella quisiera, ahora comprendía que era por lastima, esa era la razón por la cual ninguno de sus antiguos amigos la reconoció, al fin y al cabo, el único que se vio obligado a seguir tratando con ella fue Pedro y todo porque Valentina y los padres de Pedro eran realmente inseparables.

— Solo fui una carga. — susurro antes de darse la vuelta y encontrarse con Pedro.

— … — el latino movió su boca, pero no salió palabra alguna y Dulce lo agradeció, su voz era tan adictiva para la joven, que si lo escuchaba una vez más se creía capaz de morir en aquel lugar.

— Dile a mi tío que regrese a Chicago. — dio dos pasos y la mano del latino se cerró con fuerza sobre su brazo, deteniéndola de inmediato, pero aun así no giro para verlo, en su lugar quedo viendo a Horus, quien salía por la puerta principal, como un tiburón asechando a una presa, estaba segura de que la vio cuando guardo sus maletas en uno de los autos que Donato había alquilado en Sicilia.

— La reina me llamo, pregunto si estabas bien y no supe que decir. — le parecía ridículo que solo pudiera hablarle cuando no la veía a la cara, y no lo comprendía, Pedro no entendía que le sucedía, no podía describir el dolor que sentía al verla a los ojos.

— No debes inquietarte, ya no soy tu responsabilidad, busca a otra más para hacer caridad, se ve que es algo que llevas en el alma, primero cuidas a la hija de una loca y luego salvas a la puta que tenías de novia. — fue una reacción involuntaria, Pedro lo podría jurar, porque jamás sería capaz de hacer lo que hizo de forma consiente.

Dulce sintió el aire en su rostro cuando Pedro la giro, no se sorprendió, ella sabía lo que haría, lo conocía tan bien, el chasquido que provoco la mano del latino sobre su rostro no fue lo que llamó la atención de los presentes, sino el golpe del cuerpo de la joven al caer al piso de madera pulido, eso sí hizo que todos girara a ver lo que sucedía, provocando que Hades desenfundara su arma, la joven agradeció internamente que Donato no se encontrara en aquel lugar.

— ¡¿Qué m****a haces?! — quienes habían conocido la furia de Hades no vivían para contarlo, Dulce estaba segura de que el Ángel de la muerte abriría sus alas, mientras Pedro solo podía verla con el remordimiento corriendo por su rostro, de la misma forma que caían sus lágrimas. Bajo cualquier pronostico Dulce comenzó a reír a carcajadas mientras se ponía de pie y Hades bajaba su arma, al recordando que ese joven era su sobrino, aunque Dulce fuera su ahijada, no podía matar a su propia familia.

— Yo… — el latino sentía todas las miradas sobre él, no solo por lo que había hecho, sino porque nunca lo habían visto llorar, ni siquiera cuando Verónica murió, sus lágrimas solo las conocía Dulce y sus padres.

— ¡Tu! — grito mientras lo apuntaba con un dedo. — Acabas de firmar tu sentencia, ¡soy Dulce De Luca! soy la princesa de Chicago. — los hermanos Ángel se congelaron en sus lugares, no podían creer que no la habían reconocido, la querían, por supuesto que la querían, no la habían olvidado, solo era el hecho que estos jóvenes habían entrenado para ser los mejores asesinos, y hacía poco tiempo que habían esparcido muerte por casi todo el mundo, buscando venganza para su santa, era por eso que su mente bloqueaba todo lo bueno que había en sus vidas, cualquier destello de luz, lo ocultaban para que no se manchara con la sangre de sus enemigos. — Me pagaras esta humillación Pedro Sandoval, apuesto mi vida a ello.

Hades quiso ir tras su ahijada, hacia 13 años que no la veía, la había extrañado, no era lo mismo hablar por teléfono que poder abrazarla, pero Gabriel quien también sentía una estima muy grande por la joven, había sacado su látigo, ese mismo que era su arma favorita y ahora tenia a Pedro de rodillas, lo iba a matar, y Hades lo sabía, por lo que se dedicó a detener a su hijo.

Dulce camino lo más rápido que pudo, no estaba dispuesta a detenerse ante el llamado de Alma, no quería más la lastima de nadie, por suerte, el grito de Macarena al ver el enfrentamiento de Pedro y Gabriel hizo desistir a la que era conocida como el Ángel de la misericordia, de ir tras ella. Para cuando llego al estacionamiento, tal y como pensó, Horus estaba apoyado en el automóvil, esperando por ella.

— Te dije que no era bueno estar entre asesinos y mafiosos princesa. — el hombre no se veía indignado y mucho menos molesto por ver el labio roto de la joven, sino todo lo contrario, sonreía con burla, no era lo más inteligente que pudiera hacer, no cuando la princesa estaba herida.

— ¿Qué puedo decir? Me gustan las emociones fuertes, ahora si me disculpas, debo ir al aeropuerto. — quiso ingresar en el lado del conductor, pero Horus la detuvo.

— Yo te llevo, no sea que arruines mi auto. — Dulce lo vio confusa.

— ¿Tu auto? Creí que Donato…

— Soy dueño del lugar donde lo alquilo, o ¿crees que cualquier persona puede tener Ferrari y Lamborghini para alquilar?

— ¿La verdad? No lo sé y me importa un carajo, mis padres se ocupan de eso. — Dulce ingreso al lado del acompañante y Horus bufo, odiaba a las niñas consentidas, a él siempre le gustaron las mujeres con carácter, no las niñas caprichosas.

— ¿Entonces eres una niña de papi? — dijo con burla, pero piso el acelerador, podría no gustarle como pareja, pero si estaba dispuesto a follarla, claro que sí.

— Claro que lo soy… tengo muchos papis. — rebatió con voz seductora, girando para verlo.

— Oh, comprendo. — no, realmente no lo hacía, no eran los tipos de “papis” que se imaginaban, pero no pensaba corregirlo, claro que no, por lo menos quería ver su rostro cuando supiera quien era realmente.

— Y tú, ¿eres un papi? — indago acariciando la pierna del mayor, quien sintió el calor llegar a su pene en milésimas de segundos.

— Puedo ser lo que tú quieras, ahora que Pedro te libero. — el puñal invisible que tenía Dulce se enterró aún más en su pecho y solo había una forma de hacer que pare, Dulce descubrió que cuando estuvo con Giovanni su corazón dejo de doler, y era eso lo que buscaba ahora, que el dolor se detuviera.

— ¿Quién es Pedro? — rebatió, como si realmente hubiera perdido la memoria.

Dolor, existen demasiadas formas de sentirlo, pero también había muchas más para calmarlo, como el sexo, por ejemplo.

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