—Sofía… ¿Crees que no estoy pasando por lo mismo? ¿Crees que no me muero por volver a besarte? ¡No puedo convencerme de que seas hija de mi padre! ¡Todos los días despierto suplicando porque haya sido un sueño! —exclamó Adam viéndola con anhelo y sufrimiento—. Te amo… No me pidas estar lejos de ti, porque no voy a poder.
Adam avanzó convencido hacia Sofía, tomó su rostro y la besó con ternura. Los labios de Sofía se resistían al principio, intentaba aferrarse a la idea de que Adam se había vuelto un hombre imposible, intocable, fuera de su rango, pero entre más tiempo saboreaba su boca, más difícil se le hacía seguir convenciéndose. De pronto se vio aferrada a él, abrazándose a su cuello mientras su cuerpo se pegaba po
Adam había visitado aquella cafetería que solía frecuentar con Sofía. El lugar se mantenía congelado en el tiempo y lo hacía recordar todas esas risas y miradas tiernas que compartió con ella cuando recién era su novia. De pronto la campanilla de la entrada sonó y la mirada de todos los comensales se dirigió hacia un hermoso ángel curvilíneo de cabellos rubios y ojos azules que se acercaba contoneándose, enfundada en un ajustado vestido rojo que la hacía ver deseable ante los ojos de todos, menos de él. —¿Qué haces aquí, Pía? —preguntó Adam con fastidio, tomando su café y bebiéndoselo por completo, listo para irse de ahí. No estaba dispuesto a compartir su tiempo con ella. —Supe que estabas aquí y quise hablar contigo… —¿Te mandó mi madre?
Sofía tomó el periódico entre sus manos y volvió a ver la primera plana con dolor. No podía creer lo que veía. Eran hermanos y él podía hacer su vida con quien quisiera sin que ella se entrometiera. La última vez que se vieron le pidió distanciarse y estaba haciendo justo lo que ella esperaba, entonces… ¿por qué dolía tanto?—No llegarán muy lejos antes de ser señalados con el dedo. ¿Cuánto crees que tarden tus hijos en descubrirlo y pedirte explicaciones?—Eso es algo que no le interesa… ¡Largo del consultorio si no quiere que le ponga el otro ojo morado! —exclamó Sofía furiosa y levantándose del escritorio.Por un segundo
—¿Qué hay de tu padre? ¿Qué hay de la empresa y de todo lo que tienes? —preguntó Sofía con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Qué hay de…? —No sabía cómo referirse a su nueva condición como hermanos.—Lo único que extrañaré será a mi padre, pero estoy dispuesto a dejar todo atrás por ti, por encontrar un lugar donde pueda tenerte como mi mujer, como siempre tuvo que ser.—Adam, Isabella vino en la tarde… —Sofía sufrió un escalofrío—. Amenazó con hacer pública nuestra situación si no me alejaba de ti.—Entonces vayámonos a un lugar donde a nadie le importe… Donde nadie nos con
Jimena estaba sentada en esas duras y frías sillas de plástico. Solo escuchaba el «tic tac» del reloj que colgaba por encima de su cabeza. Las manos le sudaban y tenía náuseas. Era presa del estrés. —Tranquila… Todo estará bien —dijo Louis a su lado. —¿Te aseguraste de que la muestra estuviera bien tomada? —¡Cariño! ¡Soy experto tomando muestras! —exclamó divertido hasta que la enfermera de recepción lo vio con reproche por alzar la voz—. Todo saldrá bien. Además, escuchaste la confesión de Arturo, esto es solo para confirmar lo que ya sabemos.—¿Pero si Arturo se equivoca? —Volteó angustiada hacia Louis—. ¿Qué tal si él cree que Adam es su hijo, pero en realidad si es de Enzo? Tal vez solo son suposiciones, tal vez… está equivocado, tal vez es lo que le hizo creer Isabella… tal vez…—¿Crees que los espermatozoides de Enzo fueron más rápidos que los de Arturo?—¡No lo sabemos!—Por eso la prueba, cariño. Por eso estamos aquí… —Louis acarició la rubia cabellera de su amiga queriendo
Jimena y Louis llegaron al pasillo donde estaba la habitación de Arturo, de ahí salían en dos camillas, dos mujeres diferentes, una bañada en sangre. El corazón de Jimena dio un vuelco y no dudó en acercarse a obtener respuestas.—¡¿Qué ocurrió?! —exclamó mientras un hombre la tomaba de los brazos y la hacía retroceder—. ¡¿Qué ocurre?! ¡¿Sofía?!—Jimena… Cálmate… —El hombre que la sujetaba era Bennet e intentaba contenerla.Cuando Jimena pudo identificarlo, se aferró a su bata. Estaba al borde del llanto y necesitaba respuestas.—Tranquila, Sofía está aparentemente bien &md
—Creo que el señor Dupont tenía razón. No es buen momento para que hablemos de la situación. ¿Te parece si te doy el día de hoy para que descanses? —dijo Mark con ternura y una sonrisa sincera—. Creo que una mamita tan valiente necesita descanso.—No me hables como si fuera retrasada, teniente —dijo Sofia sintiéndose extraña por tanta gentileza y provocando una sonrisa divertida en Mark.—Disculpe señora, no vuelvo a incomodarla. —Mark se levantó de la silla y le guiñó un ojo—. Mi deber es servir y le prometo que nada le pasará a usted ni a su bebé. Puede dormir tranquila.—En eso tiene razón, teniente, pues no pienso dejar de cuidarla en ningún momento
»Una semana después…Isabella por fin abría los ojos, después de su intervención estuvo una semana en coma. Las balas habían perforado un pulmón y el abdomen, aún le faltaba mucho para poder salir de la cama. Sin saber cuánto tiempo había pasado, intentó levantarse, pero una enfermera se acomidió a recostarla de nuevo, recibiendo manotazos y prepotencia.—¡No me toques! ¡Suéltame! —exclamó con una voz oxidada y molesta—. ¡¿Qué fue lo que ocurrió?!—Eso es lo mismo que yo quisiera saber… —El teniente Mark estaba recargado en el marco de la puerta, viendo como Isabella repelía a la enfermera—. Al parecer tengo la suerte de
—¿Crees que fue justo? —preguntó Sofía en un suspiro, acariciando su vientre abultado mientras veía cómo metían a Isabella en la camioneta del psiquiátrico.—No lo sé… ¿Qué hubiera sido justo? ¿Qué Pía la hubiera matado ese día en la habitación de Arturo? —preguntó Laura acariciando el cabello de su hija.—¿Qué es peor? ¿Morir de un impacto de bala o terminar el resto de tu vida en un psiquiátrico, encerrada hasta tu último día?—No me gusta desear el mal, pero la segunda es una muerte más dolorosa y agónica. Me causa más satisfacción saber que se pudrirá en una celda hasta el