—Creo que el señor Dupont tenía razón. No es buen momento para que hablemos de la situación. ¿Te parece si te doy el día de hoy para que descanses? —dijo Mark con ternura y una sonrisa sincera—. Creo que una mamita tan valiente necesita descanso.
—No me hables como si fuera retrasada, teniente —dijo Sofia sintiéndose extraña por tanta gentileza y provocando una sonrisa divertida en Mark.
—Disculpe señora, no vuelvo a incomodarla. —Mark se levantó de la silla y le guiñó un ojo—. Mi deber es servir y le prometo que nada le pasará a usted ni a su bebé. Puede dormir tranquila.
—En eso tiene razón, teniente, pues no pienso dejar de cuidarla en ningún momento
»Una semana después…Isabella por fin abría los ojos, después de su intervención estuvo una semana en coma. Las balas habían perforado un pulmón y el abdomen, aún le faltaba mucho para poder salir de la cama. Sin saber cuánto tiempo había pasado, intentó levantarse, pero una enfermera se acomidió a recostarla de nuevo, recibiendo manotazos y prepotencia.—¡No me toques! ¡Suéltame! —exclamó con una voz oxidada y molesta—. ¡¿Qué fue lo que ocurrió?!—Eso es lo mismo que yo quisiera saber… —El teniente Mark estaba recargado en el marco de la puerta, viendo como Isabella repelía a la enfermera—. Al parecer tengo la suerte de
—¿Crees que fue justo? —preguntó Sofía en un suspiro, acariciando su vientre abultado mientras veía cómo metían a Isabella en la camioneta del psiquiátrico.—No lo sé… ¿Qué hubiera sido justo? ¿Qué Pía la hubiera matado ese día en la habitación de Arturo? —preguntó Laura acariciando el cabello de su hija.—¿Qué es peor? ¿Morir de un impacto de bala o terminar el resto de tu vida en un psiquiátrico, encerrada hasta tu último día?—No me gusta desear el mal, pero la segunda es una muerte más dolorosa y agónica. Me causa más satisfacción saber que se pudrirá en una celda hasta el
Sofía inhaló profundamente y sacó todo el aire en un bufido en cuanto leyó el resultado. Una sonrisa se asomó por sus labios y levantó la mirada hacia Adam, que compartía la misma felicidad.—Es mío —dijo Adam antes de tomar entre sus brazos a Sofía para llenarla de besos—. Nuestro —agregó con una mirada llena de ternura.—Vamos a los cuneros por nuestro bebé —respondió Sofía tan feliz como él.La ternura entre ambos llenaba el ambiente de calidez. Incluso sus observadores podían sentirse emocionados y sentimentales solo con estar cerca.—Adelántense… Yo tengo algo que hacer… —dijo Jimena
—No quiero hacerte daño… —dijo Pía mientras el arma temblaba en su mano.—No permitiré que te lo lleves. ¿Dónde están Clara y Ezio? —preguntó Eugenia aterrorizada imaginándose la desesperación y el miedo de los niños.—Los cuidaré bien… Solo… Dame al bebé…—¡No! —exclamó Eugenia.En un arranque de valentía se abalanzó contra Pía, queriendo quitarle la pistola. El forcejeó incesante terminó liberando un disparo que dejó a ambas mujeres sorprendidas, viéndose directamente a los ojos. Eugenia volteó hacia el sillón que resguardaba
—¡Tu madre la trastornó! ¡Ella no era así! —exclamó Sofía enfrentándose a Adam—. Sabes que ella solo fue arcilla en las manos de Isabella… —¡Ya basta, Sofía! ¡Pía tiene a nuestros hijos y tú solo piensas en seguir culpando a Isabella! ¡Ella ya está lejos de nosotros! Solo porque crees a Pía una víctima más, ¿la justificarás? Si los lastima, si los mata… ¿Dirás que fue culpa de Isabella y pedirás clemencia por ella? Adam no había medido sus palabras, la ira lo había cegado. Notó la mirada sorprendida de su amada y supo que la había herido. —Sofía… —No… —respondió con lágrimas en los ojos—. Tienes razón. Creo que la que terminó trastornada, soy yo. —Salió de la casa sin escuchar explicaciones. —Sofía, espera… —dijo A
—Hay que decirle que te cure. —Ezio se plantó frente a Pía y la tomó de la mano, buscando un poco de piedad.—No creo que quiera —respondió Pía acariciando los cabellos negros de Ezio.—¡Si va a querer! —añadió el pequeño haciendo sus ojos más grandes.—¡Sí! ¡Hay que decirle entre los tres! —dijo Clara emocionada y volteó hacia el pequeño Arno—. Bueno, entre los cuatro. ¿Verdad, hermanito? —le preguntó tomando su manita con ternura.Pía comenzó a llorar desconsolada, sus ojos se nublaron de lágrimas, sintiéndose miserable por lo que había hecho adem&aa
Desconcertada, Sofia retrocedió con los pequeños, alejándolos de ahí. Llegó al auto aparcado a unos metros donde Enzo y Laura la esperaban. Abrieron las puertas y recibieron a los niños. El plan era que Sofía también entrara al auto y se fueran de ahí, pero esta se rehusaba a dejar a Adam solo. Cuando estaba dispuesta a regresar, la mano de Enzo la detuvo tomándola por la muñeca. —¿A dónde crees que vas? Es peligroso —dijo preocupado. —Voy con Adam —respondió Sofia sin quitarle la mirada de encima al hombre que amaba—. No pienso dejarlo solo en esto, no voy a irme de aquí y esperar que todo salga bien. En ese momento Laura entendió perfectamente lo que sentía su hija y tomando del hombro a Enzo, lo persuadió de soltarla. Ѻ Sofía se acomodaba el vestido frente al espejo, lo alisaba con las manos mientras la pequeña Clara la veía con asombro. El corazón de la pequeña iba a mil por hora, la ilusión de ver a su madre de blanco se apoderaba de su cabeza. —¿Te gusta? —preguntó Sofía viéndola por el reflejo del espejo. —Es muy bonito —dijo Clara llena de emoción. —¿Crees que le guste a tu papá? —preguntó modelando para su hija. —Tiene que amarlo. Después de todo no costó cinco centavos —dijo Eugenia entrando con la caja que guardaba los zapatos—. Las bodas de ricos son tan… —Tan… ¿qué? —preguntó Sofía con media sonrisa y ambas manos en la cintura. —Excesivas… —contestó Eugenia. —¡Son hermosas! Es un día especial y tienen el derecho de despilfarrar el dinero que quieran —dijo Jimena arrullando al pequeño Arno entre sus brazos. Tanto Jimena como Eugenia compartían un mismo modelo de vestido en color azul. Eran las damas de honor y mientras una lo disfrutaba con emoción, la otra se sentía ridícula. Epílogo