—¿Qué hay de tu padre? ¿Qué hay de la empresa y de todo lo que tienes? —preguntó Sofía con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Qué hay de…? —No sabía cómo referirse a su nueva condición como hermanos.
—Lo único que extrañaré será a mi padre, pero estoy dispuesto a dejar todo atrás por ti, por encontrar un lugar donde pueda tenerte como mi mujer, como siempre tuvo que ser.
—Adam, Isabella vino en la tarde… —Sofía sufrió un escalofrío—. Amenazó con hacer pública nuestra situación si no me alejaba de ti.
—Entonces vayámonos a un lugar donde a nadie le importe… Donde nadie nos con
Jimena estaba sentada en esas duras y frías sillas de plástico. Solo escuchaba el «tic tac» del reloj que colgaba por encima de su cabeza. Las manos le sudaban y tenía náuseas. Era presa del estrés. —Tranquila… Todo estará bien —dijo Louis a su lado. —¿Te aseguraste de que la muestra estuviera bien tomada? —¡Cariño! ¡Soy experto tomando muestras! —exclamó divertido hasta que la enfermera de recepción lo vio con reproche por alzar la voz—. Todo saldrá bien. Además, escuchaste la confesión de Arturo, esto es solo para confirmar lo que ya sabemos.—¿Pero si Arturo se equivoca? —Volteó angustiada hacia Louis—. ¿Qué tal si él cree que Adam es su hijo, pero en realidad si es de Enzo? Tal vez solo son suposiciones, tal vez… está equivocado, tal vez es lo que le hizo creer Isabella… tal vez…—¿Crees que los espermatozoides de Enzo fueron más rápidos que los de Arturo?—¡No lo sabemos!—Por eso la prueba, cariño. Por eso estamos aquí… —Louis acarició la rubia cabellera de su amiga queriendo
Jimena y Louis llegaron al pasillo donde estaba la habitación de Arturo, de ahí salían en dos camillas, dos mujeres diferentes, una bañada en sangre. El corazón de Jimena dio un vuelco y no dudó en acercarse a obtener respuestas.—¡¿Qué ocurrió?! —exclamó mientras un hombre la tomaba de los brazos y la hacía retroceder—. ¡¿Qué ocurre?! ¡¿Sofía?!—Jimena… Cálmate… —El hombre que la sujetaba era Bennet e intentaba contenerla.Cuando Jimena pudo identificarlo, se aferró a su bata. Estaba al borde del llanto y necesitaba respuestas.—Tranquila, Sofía está aparentemente bien &md
—Creo que el señor Dupont tenía razón. No es buen momento para que hablemos de la situación. ¿Te parece si te doy el día de hoy para que descanses? —dijo Mark con ternura y una sonrisa sincera—. Creo que una mamita tan valiente necesita descanso.—No me hables como si fuera retrasada, teniente —dijo Sofia sintiéndose extraña por tanta gentileza y provocando una sonrisa divertida en Mark.—Disculpe señora, no vuelvo a incomodarla. —Mark se levantó de la silla y le guiñó un ojo—. Mi deber es servir y le prometo que nada le pasará a usted ni a su bebé. Puede dormir tranquila.—En eso tiene razón, teniente, pues no pienso dejar de cuidarla en ningún momento
»Una semana después…Isabella por fin abría los ojos, después de su intervención estuvo una semana en coma. Las balas habían perforado un pulmón y el abdomen, aún le faltaba mucho para poder salir de la cama. Sin saber cuánto tiempo había pasado, intentó levantarse, pero una enfermera se acomidió a recostarla de nuevo, recibiendo manotazos y prepotencia.—¡No me toques! ¡Suéltame! —exclamó con una voz oxidada y molesta—. ¡¿Qué fue lo que ocurrió?!—Eso es lo mismo que yo quisiera saber… —El teniente Mark estaba recargado en el marco de la puerta, viendo como Isabella repelía a la enfermera—. Al parecer tengo la suerte de
—¿Crees que fue justo? —preguntó Sofía en un suspiro, acariciando su vientre abultado mientras veía cómo metían a Isabella en la camioneta del psiquiátrico.—No lo sé… ¿Qué hubiera sido justo? ¿Qué Pía la hubiera matado ese día en la habitación de Arturo? —preguntó Laura acariciando el cabello de su hija.—¿Qué es peor? ¿Morir de un impacto de bala o terminar el resto de tu vida en un psiquiátrico, encerrada hasta tu último día?—No me gusta desear el mal, pero la segunda es una muerte más dolorosa y agónica. Me causa más satisfacción saber que se pudrirá en una celda hasta el
Sofía inhaló profundamente y sacó todo el aire en un bufido en cuanto leyó el resultado. Una sonrisa se asomó por sus labios y levantó la mirada hacia Adam, que compartía la misma felicidad.—Es mío —dijo Adam antes de tomar entre sus brazos a Sofía para llenarla de besos—. Nuestro —agregó con una mirada llena de ternura.—Vamos a los cuneros por nuestro bebé —respondió Sofía tan feliz como él.La ternura entre ambos llenaba el ambiente de calidez. Incluso sus observadores podían sentirse emocionados y sentimentales solo con estar cerca.—Adelántense… Yo tengo algo que hacer… —dijo Jimena
—No quiero hacerte daño… —dijo Pía mientras el arma temblaba en su mano.—No permitiré que te lo lleves. ¿Dónde están Clara y Ezio? —preguntó Eugenia aterrorizada imaginándose la desesperación y el miedo de los niños.—Los cuidaré bien… Solo… Dame al bebé…—¡No! —exclamó Eugenia.En un arranque de valentía se abalanzó contra Pía, queriendo quitarle la pistola. El forcejeó incesante terminó liberando un disparo que dejó a ambas mujeres sorprendidas, viéndose directamente a los ojos. Eugenia volteó hacia el sillón que resguardaba
—¡Tu madre la trastornó! ¡Ella no era así! —exclamó Sofía enfrentándose a Adam—. Sabes que ella solo fue arcilla en las manos de Isabella… —¡Ya basta, Sofía! ¡Pía tiene a nuestros hijos y tú solo piensas en seguir culpando a Isabella! ¡Ella ya está lejos de nosotros! Solo porque crees a Pía una víctima más, ¿la justificarás? Si los lastima, si los mata… ¿Dirás que fue culpa de Isabella y pedirás clemencia por ella? Adam no había medido sus palabras, la ira lo había cegado. Notó la mirada sorprendida de su amada y supo que la había herido. —Sofía… —No… —respondió con lágrimas en los ojos—. Tienes razón. Creo que la que terminó trastornada, soy yo. —Salió de la casa sin escuchar explicaciones. —Sofía, espera… —dijo A