—Acompañaré a Jimena a llevar a los niños —dijo Bennet en voz baja—. Adam… —No era fácil ver al dueño del corazón de la mujer que amaba, pero si era fácil hacer su labor como doctor—. Supe que tienes problemas con tu espalda. Cuando quieras ir al hospital para una revisión, eres bienvenido. —Gracias… —respondió Adam confundido. No se esperaba un comentario tan benevolente de parte de Bennet. —Vengan niños… —dijo Jimena y Bennet le ayudó cargando al pequeño Ezio mientras que ella se llevaba en brazos a Clara. Ambos niños no dejaron de ver a sus padres y sería un momento que guardarían en su memoria el resto de sus vidas. Sus corazones les advertían que algo malo había pasado y estaban intrigados por saber. Cuando Sofía escuchó que el auto se alejaba entonces entró a la casa en silencio, con un nudo en
Arturo se encerró en el baño y caminaba de un lado a otro, peinando su cabello hacia atrás, arrepentido de haber reunido a Enzo con Laura. Solo quiso hacer algo bueno por su amigo, pero ahora todo era un caos.—Sí le digo a Enzo que Adam es mi hijo… La boda seguiría en pie y ellos podrían ser felices, pero… Yo perdería a mi mejor amigo, perdería mi trabajo, Adam no querría volver a verme, así como mi esposa me abandonaría por haberle guardado un secreto tan grande… ¡Además! La compañía estaría en aprietos. Enzo tendría que explicar que Adam no es su hijo. ¿Lo mantendría como CEO? ¿Qué tal si lo desprecia por no tener su sangre? —le preguntó con horror a su reflejo en el espejo. —No me arroje por las escaleras a mí también. Por favor —dijo Jimena como primera petición y retrocedió sin quitarle los ojos de encima. Era como estar ante una serpiente que en cualquier momento podría atacar.—Si quieren, revisen las cámaras. Estaba hablando con el abogado cuando este decidió bajar las escaleras y cayó. No soy responsable de nada y no tengo miedo a enfrentarme a la justicia. —Dio un paso hacia Jimena, el mismo que esta retrocedió.Se notaba el miedo en los ojos de Jimena, su cuerpo estaba listo para brincar como resorte y salir corriendo de ahí, mientras que Isabella se movía con la elegancia de una cobra.—Suficiente… —Bennet se levantó del escritorio y se pus50. Verdades dolorosas.
Con cada palabra Sofía se sentía más ligera y a la vez más fuerte. Ver a Isabella reducida como víctima en el piso era placentero, esta permanencia con las manos alzadas, temerosa de que Sofía volviera a pegarle y a la vez quería recuperar algo de orgullo, pero estaba en desventaja.—Di lo que quieras Isabella, pero siempre serás más miserable que las personas a las que has herido, incluso con tus juegos y trampas, nunca podrás ser tan feliz…De pronto la puerta se abrió y Bennet entró rápidamente con Jimena, que de inmediato se acercó a Sofía para ver su rostro herido.—Señora Dupont, le voy a pedir que se retire del hospital —dijo Bennet intentando verse imponen
—Sofía… ¿Crees que no estoy pasando por lo mismo? ¿Crees que no me muero por volver a besarte? ¡No puedo convencerme de que seas hija de mi padre! ¡Todos los días despierto suplicando porque haya sido un sueño! —exclamó Adam viéndola con anhelo y sufrimiento—. Te amo… No me pidas estar lejos de ti, porque no voy a poder.Adam avanzó convencido hacia Sofía, tomó su rostro y la besó con ternura. Los labios de Sofía se resistían al principio, intentaba aferrarse a la idea de que Adam se había vuelto un hombre imposible, intocable, fuera de su rango, pero entre más tiempo saboreaba su boca, más difícil se le hacía seguir convenciéndose. De pronto se vio aferrada a él, abrazándose a su cuello mientras su cuerpo se pegaba po
Adam había visitado aquella cafetería que solía frecuentar con Sofía. El lugar se mantenía congelado en el tiempo y lo hacía recordar todas esas risas y miradas tiernas que compartió con ella cuando recién era su novia. De pronto la campanilla de la entrada sonó y la mirada de todos los comensales se dirigió hacia un hermoso ángel curvilíneo de cabellos rubios y ojos azules que se acercaba contoneándose, enfundada en un ajustado vestido rojo que la hacía ver deseable ante los ojos de todos, menos de él. —¿Qué haces aquí, Pía? —preguntó Adam con fastidio, tomando su café y bebiéndoselo por completo, listo para irse de ahí. No estaba dispuesto a compartir su tiempo con ella. —Supe que estabas aquí y quise hablar contigo… —¿Te mandó mi madre?
Sofía tomó el periódico entre sus manos y volvió a ver la primera plana con dolor. No podía creer lo que veía. Eran hermanos y él podía hacer su vida con quien quisiera sin que ella se entrometiera. La última vez que se vieron le pidió distanciarse y estaba haciendo justo lo que ella esperaba, entonces… ¿por qué dolía tanto?—No llegarán muy lejos antes de ser señalados con el dedo. ¿Cuánto crees que tarden tus hijos en descubrirlo y pedirte explicaciones?—Eso es algo que no le interesa… ¡Largo del consultorio si no quiere que le ponga el otro ojo morado! —exclamó Sofía furiosa y levantándose del escritorio.Por un segundo
—¿Qué hay de tu padre? ¿Qué hay de la empresa y de todo lo que tienes? —preguntó Sofía con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Qué hay de…? —No sabía cómo referirse a su nueva condición como hermanos.—Lo único que extrañaré será a mi padre, pero estoy dispuesto a dejar todo atrás por ti, por encontrar un lugar donde pueda tenerte como mi mujer, como siempre tuvo que ser.—Adam, Isabella vino en la tarde… —Sofía sufrió un escalofrío—. Amenazó con hacer pública nuestra situación si no me alejaba de ti.—Entonces vayámonos a un lugar donde a nadie le importe… Donde nadie nos con