Margaret estaba en su oficina, un espacio que había mandado a preparar dentro de su camarote. Ella revisaba, una vez más, cada uno de los expedientes que los investigadores le habían entregado con los detalles de la vida de sus nietos, cuando la puerta sonó.Ella guardó ordenadamente las carpetas de regreso a una gaveta con cerradura y se levantó para abrir. Eran sus hijos, Ricardo y Héctor.De inmediato, Margaret supuso que esta visita, a primera hora del día, no debía ser para saludarla y recuperar el tiempo perdido con su madre, pues las caras largas que traían sus hijos, lo decían todo.—Buen día, madre… — Ricardo se inclinó levemente.—Ya sé que no vienen para saludarme, Ricardo… — Margaret se dio la media vuelta, dejando la puerta de su habitación abierta para que sus hijos entren. — Así que lo mejor es que vayan al grano…—Es cierto, madre… — Héctor entro tras ella, seguido de Ricardo. — Nosotros, estamos aquí para hacerte entrar en razón…—¿En razón? — Margaret se gi
Aiden desplegaba una enorme sonrisa, al tiempo que Isabella abrió la boca con sorpresa.—¿Qué? ¡No! — Ella prácticamente lanzó la cartera de vuelta a las manos de Aiden y se dio la media vuelta, casi corriendo hacia el interior de su habitación. — No, no, no, ¡estás loco, definitivamente! Yo no pienso salir de aquí. — Isabella se cruzó de brazos, decidida.—¿Es en serio? ¿Te piensas quedar aquí encerrada durante todo el crucero? — Aiden caminó hacia ella, incrédulo.—Sí, aquí soy feliz, tengo todo lo que necesito y créeme, si pudiera, me quedaría aquí encerrada por el resto de mi vida. — Afirmó Isabella, con mucha seriedad.Aiden la miró por un segundo con una mezcla de sorpresa y tristeza, ¿qué le pudo haber pasado a esa chica como para que prefiriera encerrarse sola entre cuatro paredes, antes de salir a disfrutar por quince días de diversión ilimitada y gratuita?—No, ¿sabes qué? No estoy de acuerdo… — Él se acercó ceñudo.—¿Qué? — Isabella notó que Aiden le hablaba con
Casi que haciendo un desfile, Valeria se dirigió hacia donde estaban Aiden, su hermano, junto a Isabella. Pero al notar que la chica pretendía salir huyendo, Valeria apresuró el paso, llegando justo a tiempo para detener a Isabella sosteniéndola por un hombro.Al mismo tiempo, una mano fuerte, sostuvo la muñeca de Valeria con convicción.—¡Hey! ¡¿Qué crees que haces?! — Rugió Aiden, apartando la mano de Valeria del hombro de Isabella.—¡¿Qué haces tú, Aiden?! ¡Déjame! — Chilló ella furiosa.—¡No! ¡Ya déjala a ella en paz y no te atrevas a volver a tocarla! — Replicó Aiden, ceñudo.Máximo observaba todo el espectáculo desde la distancia, los gritos llamaron también la atención de Emily y Carlos, uno de los hijos de Héctor, quienes charlaban junto a la barra del bar.Máximo apretó los labios en una línea, ceñudo, dándose cuenta como ese tal Aiden, defendía a su supuesta novia.La rabia no era suficiente, Valeria observo alrededor, los ojos de todos estaban sobre ella y todo er
—Us… ¿Usted? ¿Qué hace aquí? — Balbuceo Isabella, sintiendo como su corazón comenzó a martillear con fuerza contra su pecho.Ella se quedó pasmada en el umbral de la puerta, viendo impresionada a ese atractivo y elegante hombre, que siempre tenía esa expresión ceñuda y que no le quitaba los ojos de encima.Máximo no dijo nada, él solamente levantó una de sus manos y en ella, llevaba una especie de tela de colores, al principio Isabella no entendió lo que era, hasta que recordó el pareo que había perdido en la piscina.—¿Esto es suyo? — Pregunto él, con una gruesa y profunda voz, que causo un pequeño estremecimiento en el interior de Isabella.—Si… Si… — Isabella extendió su mano para recibir la tela. — Gracias. — Musitó bajando la mirada.Ella esperó por un instante, pero no lo vio marcharse, él solo se quedó allí, con esa perpetua mueca severa, formal e intimidante.—Bien, yo… — Isabella dio un paso hacia atrás, con la intención de cerrar la puerta. — Lo tengo que dejar, pe
—¿Qué cree que está haciendo con mi nieta, señor Máximo Collins?La pareja se separó con un sobresalto. Isabella aprovechó y rápidamente se apresuró en amarrar su bata, cubriéndose por completo.—¿Con…? ¿Con su nieta…? — Máximo volteó pasmado, encontrándose frente a Margaret Sinclair.Hubo un momento de silencio e incredulidad.Margaret miraba a Máximo con severidad y sospecha, al tiempo que él deslizaba la mirada entre Isabella y la mujer. Mientras que la joven, se quedó estática, con la boca abierta.—Así es, señor Collins, mi nieta… — Margaret se acercó con una mueca de disgusto. — Vine porque los integrantes de la tripulación me informaron que hubo un incidente con mis nietas… ¿Y me encuentro con esto…? ¿Me lo puede explicar?—Señora Sinclair, creo que aquí debe haber un error… — Contestó finalmente Máximo, con mucha seguridad. — Valeria no está aquí… Ella es…—¿Me está diciendo que no puedo reconocer a mi propia familia? — Lo interrumpió Margaret, cruzándose de brazos
Máximo salió de la habitación de Isabella, completamente confundido, «¿Qué demonios acaba de suceder?», sopesaba.Primero, se sentía extraño, ¿la cercanía con Isabella lo había afectado? No, eso era imposible.El ritmo acelerado de su corazón debía ser por la impresión de descubrir la verdad: que la joven sí era la misma indigente que arrolló; sumado al sobresalto que le causó la llegada inesperada de la señora Margaret Sinclair a la habitación… Sí, debía ser eso.Una vez él creyó aclarados esos extraños sentimiento y sensaciones, había otro punto en qué pensar.Había descubierto la verdad sobre la joven y mucho más de lo que esperaba descubrir.Sí, efectivamente, la chica que estaba en ese crucero era la misma indigente que había arrollado… Pero, ¿también era una Sinclair?Él todavía no lo podía creer.¿Cómo Isabella podía pertenecer a la segunda familia más rica y poderosa del país, cuando hacía solo unos días, él mismo la había visto en la calle, con un aspecto sucio y desal
Se escuchó el sonido de una garganta aclarándose, Isabella volteó la mirada, junto a ella, estaba Máximo Collins, como siempre lo había visto, con esa expresión malhumorada y formal, que siempre lo acompañaba.—Buenas noches… — Murmuró él.Asustada, Isabella volteó rápidamente hacia Aiden, quien apenas vislumbró a Máximo, cambió su sonrisa por una mueca de pocos amigos.—Buenas noches… — Contestó Aiden, con un tono chocante, al tiempo que Isabella bajaba la mirada, comenzando a sentir de nuevo esos nervios y esa extraña sensación de cosquilleos en su interior. — ¿Qué se le ofrece, señor Collins?—Tengo que hablar con Isabella. — Informó Máximo a la defensiva, usando también un tono hostil.—Con Isa, querrá decir… Mi novia. — Aiden se levantó de su asiento, altivo. Él no soportaba la actitud prepotente de Máximo, pues ya tenía suficiente con tener que aguantar la de su familia. — ¿Se puede saber que tiene que hablar usted, con mi novia? — Preguntó entonando con más fuerza la ú
Valeria no supo qué decir, había cometido un terrible error, uno que seguramente le costaría muy caro.Pero ella no estaba arrepentida de levantar la mano contra Isabella, sino de no haber notado a tiempo a su abuela, quien se atravesó en su camino.Sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia e indignación y luego de emitir un fuerte gruñido, ella se dio la media vuelta para salir del restaurante corriendo.—Abuela… — Intentó hablar Aiden, cuando fue interrumpido por Máximo.—Señora Sinclair, ¿se encuentra bien? — Preguntó, todavía atónito, por lo sucedido.—¿Qué hace usted con mi nieta, señor Collins? — Replicó Margaret, ceñuda, ignorando por completo la pregunta de Máximo. — ¿Por qué noto, últimamente, que usted siempre está en los alrededores de Isabella justo cuando algo le sucede? — Siguió hablando la mujer, con mala cara.Sorprendido ante la suposición mal infundada de Margaret, Máximo deslizó la mirada hacia Isabella, quien se había aferrado a Aiden en medio de todo