—¡Buen día, Max! — Una voz femenina y muy familiar sorprendió a Máximo en su oficina.—¿Emily? — Él se levantó extrañado.—¿Cómo estás, hermano? — Ella se acercó y se dieron un pequeño abrazo.—Bien… ¿Sucedió algo? — Preguntó Máximo, todavía confundido con la visita sorpresa de su hermana.—No, no… Solo pasaba para saludar… — Ella parecía algo nerviosa, caminó un poco por la oficina hasta que se decidió y tomó asiento.—¿Saludar? — Eso fue todavía más extraño para Máximo.Emily estuvo hablando por largo rato de todo, temas banales que para nada le interesaban a Máximo y que, cada vez, le hacía perder más la paciencia, pues él tenía muchas ocupaciones como para escuchar tonterías.Pero se había aguantado hasta ese momento porque era su hermana y usualmente Emily no era una persona de pasar para saludar y conversar afectuosamente, como quizás sucediera en otras familias.—Max, por cierto… ¿Y tu esposa, Isabella? — Preguntó Emily de pronto.Máximo la miró todavía más confundido, p
—Soy su esposo, me llamo Diego. — Él estiró la mano para darle un apretón.—Mucho gusto señor, soy el doctor Green. — El médico estrechó su mano y rápidamente revisó una carpeta con el reporte. — Acabo de recibir los resultados de los exámenes de su esposa.—¿Hay algo mal? — Preguntó Diego, evidentemente preocupado.—No, no se preocupe, no es nada grave.—Que bien. — Diego exhaló aliviado.—Acompáñeme por favor, su esposa ya está despierta y me gustaría hablar con ambos.El médico sacó del bolsillo de su bata un gorrito, un par de guantes y una mascarilla extra que le entregó a Diego y este se colocó rápidamente, para luego seguir al doctor hasta la habitación.Isabella estaba acostada en una cama, a través de una vía unida a su muñeca, le pasaban algún suero, sus mejillas y labios seguían algo pálidos, la mirada de la joven parecía cansada, aunque se podía denotar en sus ojos algo de preocupación.—¿Diego? — Isabella arrugó el entrecejo, confundida, ella apenas pudo reconocer
Isabella se quedó pensativa por un instante, pues era una decisión muy difícil de tomar.Pero ya no solo se trataba de su propio futuro e integridad, sino también la de su hijo o hija, un inocente, un pequeño o pequeña que ella todavía no conocía, pero que ya sabía que amaría a más que nada en este mundo, más que su propia vida y que a Máximo.Alguien por quien sería capaz de hacer lo que fuera necesario, inclusive ocultarlo de su propio padre y su abuelo, por lo menos, hasta estar segura de que nadie les haría daño.Isabella le contó la verdad a Diego, no con lujos de detalles, pero sí lo necesario.Ella vio como el hombre iba apretando los puños con rabia a medida que ella hablaba, Diego cerraba la mandíbula y una vena palpitante se le inflaba en la frente, la ira e indignación lo consumían desde lo más profundo de su corazón.—Ese desgraciado infeliz, sabía que no debías casarte con él… Es igual a su padre. — Mascullo Diego.—Diego… — Isabella intentó sonar comprensiva, la idea n
—Pasé mucho tiempo intentando hablar con su familia y fue imposible… — Siguió contando Diego, pensativo. — Al mismo tiempo que me esforcé mucho, hasta que conseguí un buen empleo, uno que me permitió acercarme a altos círculos sociales y conseguir la información necesaria sobre usted, la cabecilla de la familia Sinclair… Pensé que la persona indicada para ayudar a Isabella era usted, aunque debo admitir que me sorprendió mucho encontrarla recluida en ese hospital… Supuse que, cómo el resto de los Sinclair, no me recibiría, así que decidí cambiar de estrategia y me colé entre el personal del hospital, pero… Al enterarme de su estado, de como la mantenían sedada y apartada a pesar de tener buena salud, decidí sacarla de allí… Cuando la vi en la iglesia, en la boda de Isabella, supe que usted no me reconoció y supuse que era normal, que no me recordara, porque cuando la saqué del hospital, usted seguía algo sedada…—No te recordaba, aunque si te me hacías familiar… — Murmuró Margaret.
—¿Max? — Balbuceó Isabella sintiendo como se le detenía el corazón.En un instante, los fuertes brazos de Máximo la alcanzaron para apretarla contra su pecho, en un vigoroso abrazo, que dejó a Isabella sin aliento.Todos a su alrededor los observaban perplejos, sin embargo, para Máximo e Isabella, desaparecieron, no había nadie más que el uno y el otro.Máximo había pasado un mes, un eterno y larguísimo mes sin verla, sin tocarla, sin besarla, sin olerla y la extrañaba, ¡Por Dios, como la extrañaba!Él no hubiera querido que su reencuentro fuese de esta manera, en un hospital y por una emergencia, pero eso no disminuía la dicha y la reacción automática en su corazón al tenerla cerca.—Isabella, ¿estás bien?, ¿qué te pasó?, ¿qué te dijeron? — Él se separó de ella ligeramente para verla a la cara, revisándola, mientras la ametrallaba con las preguntas, lleno de preocupación.—Max… Yo… eh… — Isabella tartamudeo nerviosamente, sintiendo el corazón retumbando en su pecho y las mejillas
Isabella sentía su corazón bailar, hacía tan solo un instante Máximo parecía molesto al enterarse de su embarazo, pero un segundo después, la abrazaba y la sostenía contra su pecho, justo donde ella podía sentir el rápido ritmo del corazón de su esposo.—No lo puedo creer… Isabella, estás embarazada, seremos padres, ¡voy a ser papá! Y tú… Estoy seguro de que tú serás una maravillosa madre… — Le murmuraba Máximo con la voz quebrada por la emoción.—Sí, es… Es… Maravilloso. — Musitó ella, sintiendo como la alegría le llenaba el corazón hasta aturdirla, aunque muy en el fondo, el miedo se abría paso.Máximo la acariciaba, le sonreía, de verdad se veía contento, pero ¿podría creerle?, ¿sería cierta su emoción?, ¿qué pasaría ahora que Máximo sabía que ella estaba en estado?, ¿él seguiría con el plan que Isabella había escuchado?Isabella tragó grueso mientras todas estas dudas se agolpaban en su mente, ella intentaba seguir sonriendo junto a su esposo ante la mirada alegre de Margaret y
¿Desde el día de su boda habían hecho ese plan? Isabella tuvo que hacer de un enorme esfuerzo para no doblegarse allí mismo a llorar.Ella se mantuvo firme, pues aún había mucho que tenía que saber.—¿A cambio de que aceptaste, Máximo? — Preguntó Isabella, intentando controlar el nudo en la garganta. — ¿Acaso tu padre te amenazó o…?, ¿cuál fue tu precio?—¿Me amenazó?, sí, supongo… — Murmuró Máximo pensativo y cabizbajo. Dándole a Isabella un soplo de alivio, sin esperar el dolor que le causaría sus siguientes palabras. — Maximiliano me amenazó con destruir las empresas que he estado creando desde hace algunos años por mi cuenta, aquí en el extranjero… Pero, también me ofreció algo…—¿Qué cosa?—Mi libertad…—¿Tu libertad?—Sí, mi padre me ofreció hacerse cargo de la cabeza de ambas familias y yo podría ser libre del apellido Collins y de seguir las órdenes de la familia, como heredero… — Máximo vio con dolor como se le cristalizaban los ojos a Isabella y se le dificultaba respi
Fue una noche difícil para Máximo e Isabella, una noche de muchos pensamientos, arrepentimientos y sobre todo dolor.La joven había estado llorando por lo que quedaba de la tarde y parte de la noche, ella solo abrió la puerta para comer algo de lo que el personal de servicio le dejó.Isabella se la pasó largo y tendido pensando en lo que debía hacer, ¿creería en el amor y arrepentimiento de su esposo?, ¿lo perdonaría?Pero todavía había algo más, Máximo ya sabía la verdad de lo que Isabella había escuchado aquel día en el apartamento y los planes de Maximiliano, pero él todavía no conocía toda la verdad acerca de su padre.Era de madrugada, cuando Isabella tomó una difícil decisión, efectivamente ella volvería con Máximo, pero no para seguir bajo zozobra, no para esperar otro horrible plan de su suegro para lastimarla.Mientras la joven acariciaba su vientre, perdida en sus pensamientos, llegó a una conclusión: no solo debía luchar por ella misma, por su abuela, por Marian, que era ot