Isabella salió de aquella enorme casa, limpiándose una lágrima que se le escapaba.Llena de mil emociones, ella había descubierto una terrible verdad escondida en el centro del apellido Collins, la crueldad de la que su ex cabecilla, Maximiliano, era capaz.Isabella había confirmado su temor de ser exiliada, lo que había escuchado, era cierto, solo quedaba la duda de si su esposo lo hacía por ambición como su padre o porque estaba siendo amenazado como lo sugirió Marian.No obstante, había una verdad detrás de esto… Máximo nunca la quiso de verdad y esa fue la puñalada más dolorosa que pudo haber recibido Isabella.Cada una de sus palabras, gestos, caricias, besos, toques, cada sonrisa y momento romántico, todo fue planeado, todo fue fingido por Máximo, él aparentó que la quería, inclusive llegó a decirle que la amaba y todo era un engaño con el fin de enamorarla.Isabella se sentía herida, burlada y traicionada, pero todo era su culpa, ¿cómo pudo haberle creído a ese hombre?, ¿cómo p
Máximo estaba ansioso, Isabella le había dicho que tenía un compromiso con Margaret y todavía no había llegado.Ella se iría en una hora y él sentía que no había aprovechado al cien por ciento su último día juntos. A Máximo no le gustaba esto, si le costaba tanto separarse de Isabella por unas horas, ¿cómo se sentiría por un año o quizás más tiempo?Todo estaba arreglado en el hangar privado, uno de los aviones de la familia Collins, esperaba por Isabella y Margaret, quienes se irían al extranjero juntas.—¡Hey, Max! — Maximiliano sorprendió a Máximo dándole una palmada en el hombro, él se giró inmediatamente.—¿Qué haces aquí?—Vine para despedirme de tu esposa…—No tenías por qué venir… — Gruñó Máximo, ceñudo.—¿Dónde está? Se supone que el vuelo sale dentro de poco. — Maximiliano miró por los alrededores.—Aún falta para que salga el vuelo, todavía están cargando las maletas… — Máximo apretó los labios con decepción. — Ella ya viene en camino.—Por favor, Máximo, no seas rid
Isabella y Margaret se instalaban en su nuevo pent-house y aunque les dieron indicaciones al nuevo personal de servicio que trabajaría para ellas con los arreglos a su llegada, tuvieron un día muy ajetreado y cansado.Ellas no esperaban ninguna visita en su primer día en otro país, sin embargo, esa misma tarde, sonó un fuerte golpeteo de la puerta principal.—¿Señora? — Una joven del servicio llamó la atención de Isabella, quien estaba en su habitación preparando todo para su primer día en la universidad al día siguiente.—¿Sí?—Un caballero la busca…—¿Quién? — Isabella sintió un sobresalto en el corazón, ¿podría ser que Máximo hubiera ido por ella?—El señor me dijo que se llama Diego Ortiz.—¿Qué?La emoción que sintió en un principio al pensar en su esposo, cambió de inmediato por un estremecimiento, los nervios la abordaron al recordar su último encuentro el día de su boda, ¿Diego?, ¿qué hacía Diego allí?La joven salió a paso apresurado y lo encontró esperando en la sala,
—¡Buen día, Max! — Una voz femenina y muy familiar sorprendió a Máximo en su oficina.—¿Emily? — Él se levantó extrañado.—¿Cómo estás, hermano? — Ella se acercó y se dieron un pequeño abrazo.—Bien… ¿Sucedió algo? — Preguntó Máximo, todavía confundido con la visita sorpresa de su hermana.—No, no… Solo pasaba para saludar… — Ella parecía algo nerviosa, caminó un poco por la oficina hasta que se decidió y tomó asiento.—¿Saludar? — Eso fue todavía más extraño para Máximo.Emily estuvo hablando por largo rato de todo, temas banales que para nada le interesaban a Máximo y que, cada vez, le hacía perder más la paciencia, pues él tenía muchas ocupaciones como para escuchar tonterías.Pero se había aguantado hasta ese momento porque era su hermana y usualmente Emily no era una persona de pasar para saludar y conversar afectuosamente, como quizás sucediera en otras familias.—Max, por cierto… ¿Y tu esposa, Isabella? — Preguntó Emily de pronto.Máximo la miró todavía más confundido, p
—Soy su esposo, me llamo Diego. — Él estiró la mano para darle un apretón.—Mucho gusto señor, soy el doctor Green. — El médico estrechó su mano y rápidamente revisó una carpeta con el reporte. — Acabo de recibir los resultados de los exámenes de su esposa.—¿Hay algo mal? — Preguntó Diego, evidentemente preocupado.—No, no se preocupe, no es nada grave.—Que bien. — Diego exhaló aliviado.—Acompáñeme por favor, su esposa ya está despierta y me gustaría hablar con ambos.El médico sacó del bolsillo de su bata un gorrito, un par de guantes y una mascarilla extra que le entregó a Diego y este se colocó rápidamente, para luego seguir al doctor hasta la habitación.Isabella estaba acostada en una cama, a través de una vía unida a su muñeca, le pasaban algún suero, sus mejillas y labios seguían algo pálidos, la mirada de la joven parecía cansada, aunque se podía denotar en sus ojos algo de preocupación.—¿Diego? — Isabella arrugó el entrecejo, confundida, ella apenas pudo reconocer
Isabella se quedó pensativa por un instante, pues era una decisión muy difícil de tomar.Pero ya no solo se trataba de su propio futuro e integridad, sino también la de su hijo o hija, un inocente, un pequeño o pequeña que ella todavía no conocía, pero que ya sabía que amaría a más que nada en este mundo, más que su propia vida y que a Máximo.Alguien por quien sería capaz de hacer lo que fuera necesario, inclusive ocultarlo de su propio padre y su abuelo, por lo menos, hasta estar segura de que nadie les haría daño.Isabella le contó la verdad a Diego, no con lujos de detalles, pero sí lo necesario.Ella vio como el hombre iba apretando los puños con rabia a medida que ella hablaba, Diego cerraba la mandíbula y una vena palpitante se le inflaba en la frente, la ira e indignación lo consumían desde lo más profundo de su corazón.—Ese desgraciado infeliz, sabía que no debías casarte con él… Es igual a su padre. — Mascullo Diego.—Diego… — Isabella intentó sonar comprensiva, la idea n
—Pasé mucho tiempo intentando hablar con su familia y fue imposible… — Siguió contando Diego, pensativo. — Al mismo tiempo que me esforcé mucho, hasta que conseguí un buen empleo, uno que me permitió acercarme a altos círculos sociales y conseguir la información necesaria sobre usted, la cabecilla de la familia Sinclair… Pensé que la persona indicada para ayudar a Isabella era usted, aunque debo admitir que me sorprendió mucho encontrarla recluida en ese hospital… Supuse que, cómo el resto de los Sinclair, no me recibiría, así que decidí cambiar de estrategia y me colé entre el personal del hospital, pero… Al enterarme de su estado, de como la mantenían sedada y apartada a pesar de tener buena salud, decidí sacarla de allí… Cuando la vi en la iglesia, en la boda de Isabella, supe que usted no me reconoció y supuse que era normal, que no me recordara, porque cuando la saqué del hospital, usted seguía algo sedada…—No te recordaba, aunque si te me hacías familiar… — Murmuró Margaret.
—¿Max? — Balbuceó Isabella sintiendo como se le detenía el corazón.En un instante, los fuertes brazos de Máximo la alcanzaron para apretarla contra su pecho, en un vigoroso abrazo, que dejó a Isabella sin aliento.Todos a su alrededor los observaban perplejos, sin embargo, para Máximo e Isabella, desaparecieron, no había nadie más que el uno y el otro.Máximo había pasado un mes, un eterno y larguísimo mes sin verla, sin tocarla, sin besarla, sin olerla y la extrañaba, ¡Por Dios, como la extrañaba!Él no hubiera querido que su reencuentro fuese de esta manera, en un hospital y por una emergencia, pero eso no disminuía la dicha y la reacción automática en su corazón al tenerla cerca.—Isabella, ¿estás bien?, ¿qué te pasó?, ¿qué te dijeron? — Él se separó de ella ligeramente para verla a la cara, revisándola, mientras la ametrallaba con las preguntas, lleno de preocupación.—Max… Yo… eh… — Isabella tartamudeo nerviosamente, sintiendo el corazón retumbando en su pecho y las mejillas