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Cap. 5 La reunión de las damas de Juno

“Las que se preocupan por el matrimonio y la fertilidad, pueden considerarse como diosas”

Arios sonreía mientras manejaba su auto y entraba en las empresas de su familia, saludó a todos y de repente su secretaria se le acercó con una agenda:

—Su tío está preguntando por usted incesantemente.

—Ya hablaré con él…

—Han llegado cartas de sus admiradoras y un paquete sin remitente.

Eso le extrañó y entonces pidió que le llevaran el paquete y las cartas que habían llegado, solía motivarse leyendo las palabras de ellas.

Marcó a su tío y escuchó su voz exaltada:

—¡Cómo te atreves a salir sin escoltas! Eres una figura pública y pueden secuestrarte o hacerte daño.

Arios riendo le dijo a su tío:

—¿Y todas las clases de defensa personal que me hiciste tomar?

Escucha Arios, eres importante, podrías ser el hombre del futuro y no puedes jugar con tu seguridad.

—Está bien… Lo siento por estresarte.

Recuerda nuestra reunión con los Caballeros de Adán y el baile de los Jóvenes visionarios, tengo que conseguirte una pareja para ese evento…

—Deja eso, ya conseguí a alguien…

—¿A quién? Tengo que investigarla.

—Relájate… —jugaba con el paquete— Solo es una persona que conocí.

No puedes salir con cualquiera, por el amor de Dios eres una figura pública.

—Tío, tengo trabajo que hacer… —cortó riendo.

Observó detenidamente el paquete, jugueteó con él y lo abrió lleno de curiosidad y encontró una nota que decía en letras muy elegantes:

«¿Te gustan los rompecabezas?

Te invito a completar uno, pero te advierto que tu vida puede cambiar para siempre»

Eso le dio risa y cuando sacudió la funda encontró una pequeña pieza de una esquina de algo y al analizarla detrás tenía escrito el número 1, le pareció extraño, analizó todo con suma atención y no, no había algo más que dijese de quien provenía ese detalle tan extravagante, guardó el paquete en uno de los cajones de su escritorio y se metió en sus labores.

Freda llegó al Centro de ayuda asistencial y cuando fue a ver a su padrino estaba en los hermosos jardines tomando una margarita y en compañía:

—¡Ahí viene! Freda, ven acá.

Ella fue dudosa y Albert la miró de pies a cabeza:

—Hiciste compras, te ves bien.

—Señor Litman —le devolvió la tarjeta.

—Es tuya… ¿Qué te parece Doug?

Él tal Doug era un joven alto, bien atractivo y con pinta de fresco, la miró de pies a cabeza descaradamente y de repente exclamó:

—Tiene posibilidades…

—¿Usted es…?

—Freda, este hombre es mi hijo.

Freda estaba sorprendida y allí no quedaba todo:

—Será tu maestro en el camino para nuestro propósito.

Doug dijo con malicia:

—No sabía que las huerfanitas tuvieran tanto atractivo.

—Modérate Doug.

Ella lo miró ofendida por su descarada forma de ser y preguntó:

—¿Él me va a enseñar qué…?

—Todo lo que necesitas para parecer una delicada princesa y que te muevas en sociedad con soltura…

Freda entonces le aseguró:

—Yo sé comportarme.

—Tal vez, sabes… Pero no al nivel diosa que necesitas —recalcó él.

Harold entonces le indicó a la joven:

—Hazle caso, si alguien sabe cómo encajar en ambientes de sociedad es Doug y lo digo porque es lo único que supo hacer en la vida.

O sea, tenía ante ella a un vividor y lo miró con malicia.

—Bien, te ayudaré y quiero que me obedezcas en todo lo que diga.

—No puedo asegurarle eso… —se cruzó de brazos—, depende de lo que digas…

Doug miró lo astuta que era la muchacha y entonces dijo en voz alta:

—Da gracias que a los hombres les gustan las chicas complicadas… Es lo que está de moda.

Entonces Doug añadió:

—Seré tu profesor Higgins y tú serás mi Elisa.

Esto aduciendo al libro Pigmaleón.

—Ahora deja ver lo que compraste…

—Tengo buen gusto, descuide…

Revisó una de las fundas, bonito, pero nada esplendoroso… Sin personalidad.

—Esto es ropa…

—Es muy observador —se burló Freda.

—Yo no necesito ropa… Necesito estilo, personalidad reflejada en esta ropa y… —tiró el trapo—, no me dice nada, solo que te gusta la moda de revistas.

Freda se rascó la cabeza y entonces se dio cuenta de que hasta para vestirse había que saber hacerlo.

—Tienes buen cuerpo, trasero, tetas… Todo en orden.

Freda lo miró sorprendida y él notó su enfado:

—Eso tienes… ¿Tatuajes?

—No.

—Mejor, los millonarios odian esos tatuajes con los nombres de otros sujetos ¿Alguna enfermedad venérea?

—No, por Dios —se escandalizó.

—¿Tienes novio?

—Terminé con él hace mucho…

—¿Eres virgen?

Ella miró a ese tal Doug y dijo incómoda.

—Sí, lo soy.

—¡Ja! —dijo el sujeto— Rareza de las rarezas.

—Tenemos que jugarnos bien esa carta — señaló a Doug.

—¿Jugar con qué?

Lo miró desconcertada.

—Una chica virgen es… Raro, poco común y es como un aliciente para nuestro tarjet —explicó—. Principalmente en los hombres maduros.

Entonces curioso le preguntó.

—Eres una chica grande, ¿por qué sigues virgen?

Eso era muy íntimo para decirlo así a personas que no conocía y más a ese sujeto raro.

—Es que… Eso es muy especial.

—Romántica.

Doug entonces dijo pensando en voz alta.

—Hay que armarle una historia muy buena… Tipo Anita la huerfanita, después de todo eres la huerfanita.

—¿Qué tanto importaría eso?

—Es un clásico, los clásicos siempre siguen en vigencia.

Entonces le indicó que lo siguiera y ella llevando sus compras fue con él al estacionamiento:

—¿Tienes transporte?

—El señor Litman me dio este…

—¡El Porsche!

La miró molesto y se subió con ella y entonces le explicó:

—Necesitamos un asesor de imagen para que te ayude con lo de la ropa…

—¿Creí que lo harías tú?

—Yo te asesoraría en cómo quitártela, no, hay personas indicadas y algunas me deben favores.

Manejó hacia una zona exclusiva y llegaron a una casa elegante y Freda miró todo con suma atención:

—¿Quién vive aquí?

—Un… sujeto muy especial.

La casa era en verdad lujosa con un hermoso jardín de rosas de varios tonos, la puerta tenía diseños de rosas en bronces muy bellas. La señora que vivía allí debía tener buen gusto y fueron atendidos por un mayordomo que los recibió de forma apática.

—Es inglés… —susurró Doug.

Escucharon el ruido de tacos estrellándose en el mármol y cuando Freda vio a la persona que los usaba se quedó impactada.

Cada 20 años las venerables damas Juno se reunían para planear su nuevo evento: La iniciación de nuevos prospectos para pasar sus conocimientos de cómo cazar millonarios a las nuevas generaciones.

Antes de la reunión con las aspirantes, las damas más antiguas tomaban el té en una cafetería exclusiva.

Los temas se centraban en sus maridos, viajes y los sitios de moda que frecuentaban o los chismes del momento, hasta que Carol Litman las interrumpió para decir:

—Albert me dejó.

Todas la miraron sorprendidas, una de sus colegas le preguntó:

—¿Por otra mujer?

—No… Gracias a Dios no, solo se fue a un lugar de descanso enojado con su hijo…

—Los hijos… —comentó una de las mujeres con pesar— son toda una historia.

Todas asintieron solemnes.

—No olvidemos la causa de esta reunión —dijo otra de las presentes.

 Un silencio reinó en todas y Carol volvió a tomar el control para añadir con tono enfático.

—Han pasado 20 años y es momento de hacer una nueva iniciación, cada una de nosotras debe de buscar y presentar en un mes a su candidata más opcional.

Ellas asintieron emocionadas de poder compartir su saber con la nueva generación, así como alguien lo hizo con ellas en su momento:

—Mañana conoceremos a las chicas aspirantes, espero este año sea algo bueno.

Carol hizo una mueca, tenía muchas inquietudes, no esperó tener que enseñar a una joven a ser… Como ella; sin embargo, alguien se tomó la molestia de enseñarle y pudo conquistar la meta, se supone que parte del trato era enseñar a una chica a hacer lo mismo y a eso iba ahora a pasar su saber sobre el tema en cuestión.

Había mucho que considerar: Por ejemplo, la juventud de ahora tenía en la mente ideas de ser amantes o buscarse padrinos «mágicos», que las saquen de los problemas y se olvidaban de los códigos.

El romanticismo moderno había creado la idea de que buscar un millonario era tan fácil e idealizaban ese tema, incluso habían creado perfiles extravagantes sobre ellos… Sería complicado y difícil.

Nadie dijo lo que pensaba en ese momento, solo sonrieron y Reina Avery comentó.

—Me parece bien, ya es hora de compartir nuestra sabiduría al mundo.

—Querida deja de comer bocaditos con ron —le corrigió Nuria Pino.

—Vamos, Nuria es un pequeño exceso de nuestra amiga —añadió Collet Perkins.

—No podemos tener excesos, somos damas de sociedad —dijo Carol—, entonces, ¿listas para el reto?

Alzaron sus tés helados de forma solemne e hicieron un brindis.

—¡Por el dinero!

—¡Por el dinero!

Así, las Damas de Juno, cerraban una importante sesión en donde se había decidido un solo punto: Encontrar y presentar posibles candidatas para el magno evento de Cazar a un millonario.  

La Pluma

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