La misma nochePalermo, SiciliaOrianaMi padre siempre decía que nos fascina coquetear con el peligro, como si fuera un amante prohibido al que no podemos resistirnos. No es un capricho ni una fantasía de héroes burlando dragones en cuentos de hadas. Es algo visceral, incrustado en los huesos, tan natural como respirar.Lo hacemos en cada decisión, en cada paso. Desde pisar el acelerador para adelantar a un idiota que va demasiado lento, hasta sostener la mirada de un enemigo que tiene un arma cargada. No es suicidio. No es estupidez. Es algo más profundo. Un desafío constante al mundo, un recordatorio de que somos nosotros quienes dictamos las reglas.Porque el control es nuestro oxígeno. Porque no nacimos para inclinarnos ante nadie.El que no lo entienda, que observe bien: no seguimos el ritmo de nadie, obligamos a los demás a seguir el nuestro. Incluso cuando creen que tienen el poder, cuando juran que nos tienen arrinconados, no se dan cuenta de que ya están danzando a nuestra m
La misma nochePalermo, SiciliaAdlerNadie es una hoja en blanco. Todos cargamos cicatrices, algunas visibles, otras enterradas tan hondo que solo duelen en las noches de silencio. Caminamos con la sombra de lo que fuimos pegada a los talones, como un espectro que nos susurra todo lo que perdimos, lo que arruinamos, lo que dejamos atrás.El problema no es el pasado en sí, sino lo que permitimos que haga con nosotros. A veces, endurecemos el corazón hasta convertirlo en piedra, construimos muros de hierro y nos convencemos de que así estamos a salvo. Que nadie nos toca, que nadie nos hiere. Pero, en realidad, solo nos estamos hundiendo en nuestra propia armadura.Quizás el miedo a empezar de nuevo nos paraliza, la idea de volver a ser vulnerables nos aterra. No queremos soltar las riendas ni dejar que alguien más las tome. Pero aferrarse al ayer es como beber veneno en pequeñas dosis: nos carcome, nos debilita, nos consume hasta dejarnos vacíos, porque el pasado es un sitio al que no
El mismo díaPalermo, SiciliaCarloDicen que la guerra y las mujeres son lo mismo. No hay mucha diferencia entre un campo de batalla y una conquista. En ambos casos, la rendición del otro es el objetivo, y para lograrlo, debes usar todos los recursos a tu disposición: emboscadas, chantajes, aliados estratégicos. Lo que sea necesario para no quedar como un imbécil.Porque, al igual que en la guerra, no atacas de frente. No vas con discursos de amor, ni con flores y chocolates como un pobre diablo. Eso es lo que esperan de ti, y en el momento en que te ven como otro más en la fila de idiotas, estás acabado. Eres un peón en su tablero, y créeme, si caes en ese juego, solo bailarás a su ritmo hasta que se canse de ti.¿Quieres tener el control? Entonces deja de ser predecible. No la endioses, no le des lo que espera. Encuentra su punto débil, como harías con un enemigo. Todas lo tienen, solo es cuestión de buscar. Miedo, ambición, inseguridad, anhelos ocultos… tira de ese hilo y pronto la
El mismo díaPalermo, SiciliaOrianaLos hombres son cazadores por naturaleza. No importa cuánto se disfracen de caballeros, cuánto endulcen sus palabras o suavicen sus gestos, en el fondo siempre están al acecho. Es su forma de dominar, de reafirmar su poder sobre el sexo débil, o al menos, sobre el que ellos creen que lo es. Algunos van de frente, toman lo que desean con la fuerza bruta de quien se siente dueño del mundo. No piden permiso, no aceptan negativas.Otros prefieren el juego. Son estrategas, pacientes, expertos en el arte de la seducción. Se acercan con sonrisas ensayadas, caricias medidas, promesas calculadas. Te envuelven en su telaraña con una maestría envidiable, seguros de que caerás rendida ante su encanto. Pero lo que no entienden es que, en su obsesión por cazar, terminan atrapados en su propia trampa. Porque el cazador distraído se convierte en presa.Y luego están los verdaderamente peligrosos. Los que no juegan, los que no conquistan con artificios ni emboscada
Tres días despuésPalermo, SiciliaCarloConocer la debilidad de tu enemigo no es suficiente para doblegarlo. No basta con señalar su punto vulnerable y esperar que caiga. La verdadera victoria radica en saber cómo y cuándo usar esa información, porque un ataque precipitado puede volverse en tu contra. Un solo error, un mal paso, y el tablero puede cambiar de dirección antes de que siquiera te des cuenta.Por eso, la paciencia es un arma tanto como la estrategia. No se trata de ser impulsivo ni de dejarse llevar por la emoción del momento. Se trata de acechar, de observar con la precisión de un depredador que mide cada movimiento antes de lanzarse. Como el león en la sabana, inmóvil entre la hierba alta, atento a cada detalle. Analiza el entorno, entiende el ritmo de la presa, deja que baje la guardia, que se confíe en su propia seguridad.Y cuando llegue el momento… una embestida letal. Un solo golpe, certero, definitivo. Sin darle oportunidad de reaccionar. Porque en este juego no g
El mismo díaPalermo, SiciliaAdlerLo peor que existe en el mundo no es un rival peligroso, sino una mujer fría y analítica. Con un enemigo, sabes qué esperar. Conoces el terreno, las reglas del juego. No hay sorpresas ni trampas ocultas, solo un enfrentamiento directo donde el más fuerte gana. Pero con ella… con ella todo es distinto.No hay forma de descifrar lo que cruza por su mente. Puedes buscar respuestas en su mirada, en el tono de su voz, en el más mínimo gesto… y, aun así, no encontrarás nada. Solo un vacío calculado, una superficie impenetrable que te obliga a cuestionarlo todo. No sabes si vas ganando terreno o si, en realidad, te está dejando jugar hasta que decida aplastarte.Es como avanzar sobre una capa de hielo tan delgada que cruje bajo tus pies, sin saber si dará para un paso más o si se romperá y te arrastrará al abismo. Deberíamos retroceder, evitar el riesgo, pero tenemos una adicción enfermiza por seducir al peligro. Y ella lo sabe. Lo usa a su favor.Nos arra
El mismo díaPalermo, SiciliaOrianaUn roce, una palabra o un gesto, a simple vista parecen inofensivos, pero pueden convertirse en una condena si les das poder, si permites que se filtren bajo la piel y se arraiguen en el alma. No es solo el momento que te descoloca, es el eco que deja en el aire, el peso de un significado que se niega a disiparse. Y ahí estás, atrapada en un dilema imposible de resolver, intentando reducirlo a una ecuación matemática, buscando lógica donde solo hay caos.Te llenas de preguntas que nunca llevan a una respuesta clara: ¿Cómo sobrevivir cuando el corazón decide rebelarse? ¿Cómo cerrar la puerta con la certeza de que no volverá a abrirse? ¿Cómo evitar la trampa cuando ya la pisaste sin darte cuenta? Y lo peor de todo, ¿cómo huir de algo que ya se arraigó dentro de ti?Te repites que hay una salida, que aún puedes escapar, que basta con mantener la distancia, con fingir que no sientes, con imponer la razón sobre el deseo. Pero en el fondo, sabes que es m
El mismo díaPalermo, SiciliaAdlerEntrar en el submundo de la mafia te ofrece un botín tentador: dinero, poder, una vida llena de lujos. Pero ese paraíso tiene su precio, y no hablo solo de las balas que te siguen al final de cada calle o de los enemigos que esperan el momento adecuado para atacar. Hablo de lo que se esconde en las sombras de tu alma, de lo que te obliga a morderte la lengua y a disfrazar tu verdadero rostro para evitar perder lo que más amas. Es una lucha constante entre tres caminos: vivir en la mentira, abandonar la esperanza del amor o, si eres lo suficientemente valiente, hacerte vulnerable, esperando que alguien no te traicione.No es imposible tener una compañera siendo un mafioso, pero es como encontrar un faro en medio de una tormenta interminable. No todas las mujeres están dispuestas a caminar al borde del abismo con el corazón balanceándose como una pluma en el viento. Y no me refiero a las que se deslizan en tu cama con una sonrisa fácil, buscando un pa