Nunca antes la había visto vestida de esa manera. Mantenía su habitual estilo, pero completamente casual. Llevaba un par de vaqueros y un top rojo. Su pelo estaba recogido con una sexy coleta, y no llevaba ni maquillaje ni sus gafas. Parecía no tener más de 20 años. —¿Qué demonios está haciendo aquí? —Lo que esté haciendo aquí no es ningún jodido asunto suyo —le respondí con un gruñido. —Entonces, ¿qué? ¿No tiene suficiente con mi ropa interior que ha decidido empezar una por su cuenta? —se quedó mirándome, echando una ojeada al liguero que todavía tenía en mis manos. —Señorita Johnson, yo… —De todas maneras, ¿qué hace exactamente con ellas? Las tiene guardadas en algún sitio como recuerdos de sus conquistas? Jodido pervertido —cruzó los brazos, haciendo que sus pechos se juntaran y asomaran por el escote. Mis ojos se fueron directos a sus senos, y empecé a sentir como me endurecía. —Dios mío –dije, sacudiendo la cabeza. Casi me río ante el hecho de que estuviéramos discutien
Sara Había ochenta y tres respiraderos, veintinueve tornillos, y montón de polvo en el techo de encima de mi cama. Genial, ahora me estaba volviendo paranoica. Me di la vuelta, notando cómo ciertos músculos se estaban burlando de mí, recordándome el hecho innegable de por qué no podía dormir. Un escalofrío recorrió mi espalda y mis pezones se endurecieron en cuanto recordé sus palabras de ayer por la tarde. “No, quiero que mires justo ahí. Quiero que veas cómo te lo hago. Y mañana, cuando estés irritada, quiero que recuerdes quien te hizo esto” Realmente no estaba bromeando. Mis caderas y mis muslos jamás me habían dolido tan dulcemente cada vez que los movía esa noche. Dejando escapar un suspiro y metiéndome bajo las sábanas, gruñí frustrada mientras me quitaba mis bragas húmedas y las lanzaba al suelo. Estas se estaban quedando viejas. Nunca me había importado tanto mi ropa interior... y no era cosa suya. Si fuera cosa suya... bueno, eso es otro asunto. Mis pobres, pobres
Cuando llegué al trabajo, choqué con Paola mientras me dirigía al ascensor. Hicimos planes para comer la próxima semana y me despedí de ella cuando llegó a su planta.Llegando al piso 17, me di cuenta de que la puerta del despacho del señor Norton estaba cerrada como siempre, así que no estaba segura de si él ya estaba allí.Encendí el ordenador, e intenté prepararme mentalmente para el día. ¿Por qué todos los días cuando me sentaba en esta silla, me sentía tan ansiosa? Sabía que iba a verlo esa mañana: nos reuníamos para verificar la agenda de la siguiente semana, todos los viernes. Pero no sabía si estaría de mal humor. Aunque me había dado cuenta de que sus rabietas habían ido a peor. Niñato estúpido.Sus últimas palabras de ayer habían sido, "Llévese también el liguero". Y lo hice. De hecho, lo estaba llevando ahora mismo. ¿Por qué? No tenía idea. ¿Qué demonios quería decir con eso? ¿Se creía que iba a tener la oportunidad de verlo? De ninguna jodida manera. Entonces, ¿por qué
Pov SaraCuando volvimos a la oficina al final del día, después de una vuelta mucho más intensa, parecía que el señor Norton tenía algo que decirme… y si no lo hacía pronto, iba a explotar.Y juro por Dios que cuando yo quería que se callara, él no podía mantener su boca cerrada, pero cuando necesitaba que él dijera algo, se volvía mudo. Una sensación de deja vu y pavor me invadió mientras caminábamos por el edificio casi vacío hacia el ascensor. En el momento en que esas puertas doradas se cerraron deseé estar en cualquier otro lado, excepto a su lado. ¿No parece como si de repente no hubiera oxígeno aquí dentro? Miré su reflejo en las pulidas puertas doradas, y me resultó difícil saber cómo se sentía. Aparte de su mandíbula constantemente apretada y sus ojos caídos, parecía completamente sereno.Gilipollas.Dejé escapar todo el aire que había retenido. Esos habían sido los 42 segundos más largos de mi vida. Lo seguí a través de la puerta, intentando mantener mis ojos fuera de él
—Quizás... —dije, sin saber muy bien si decirlo en alto o solo pensarlo. —Una vez más… —dijo, acercando su boca a la mía. Mirando hacia arriba, le dije de manera despectiva hacia su boca entreabierta: —Te odio. —Yo también odio esto. Nuestras bocas se acercaron tentativas, nuestros labios apenas se rozaban, compartiendo la respiración. Observé cómo las aletas de su nariz se apretaban y justo cuando pensé que iba a volverme loca, agarró mi labio entre sus dientes, acercándome a él. Gruñó en mi boca, profundizó el beso y me empujó con fuerza contra su coche. Como la última vez, alzó una mano y me quitó las horquillas del pelo, dejando que cayera a nuestro alrededor. Nuestros besos eran intensos y bruscos, apartándonos y apretándonos, agarrando el pelo y nuestras lenguas deslizándose una contra la otra. Gemí cuando se puso de rodillas, frotándose contra mí. —Dios —gemí con un áspero jadeo. Puso mi pierna a su alrededor, con el tacón del zapato clavándose en su pierna. —Joder,
POV HarveyBajé la vista a mi regazo y me di cuenta de que tenía un problema: tenía la polla dura como una piedra.Intentaba evitar pensar en la pasada noche. Esa parte de nuestra relación estaba terminada, pero teníamos que continuar viéndonos cada día y mantener la pantomima del noviazgo.“Sin problemas, puedo hacer eso”Estaba dispuesto a pasar una noche relajada, sin entrometidos pensamientos sobre la señoritaJohnson. Entré en casa de mi hermano.—¿Hola? ¿Hay alguien? —llamé, cerrando la puerta.Una pequeña risa me dio la bienvenida desde el salón. Vi a Marissa ponerse de pie y caminar hacia mí.—Ah, ma petite chérie —dije sonriendo, mientras los rizos de sus coletas saltaban.Se movió rápido y la tomé en brazos.—Mo ancle bou —chilló, poniendo sus bracitos alrededor de mi cuello.Me reí y besé su mejilla.Patricia apareció de pronto.—¿Es que nunca llamas a la puerta, Harvey? —golpeó mi mano con la espátula—. ¿Y qué demonios le estás enseñando a mi hija? No es capaz siquiera de
Miré a mi hermano y tenía la misma sonrisa que su mujer.—¿Qué te parece tan divertido, Claudio?—Nada, nada —rió mientras se metía otra patata frita en la boca, desviando la mirada.Patricia volvió un momento después, riendo y sentándose al lado de mi hermano.—Bueno, qué interesante. El mundo es un pañuelo, ¿verdad, Harvey? —dijo para provocarme, guiñando el ojo.Fruncí el ceño mientras los miraba a los dos, parecía que estuvieran compartiendo un chiste privado. Estaba empezando a irritarme, hasta que una patata frita me tocó la mejilla, reclamando mi atención.Miré a mi sobrina y le pellizque la cintura ligeramente, volviendo mi vista hacia mi hermano y su mujer.—Oh sí... es fascinante —dije con voz monótona.Luego de mi encuentro con Sara en mi auto, el teléfono vibró con urgencia mientras revisaba informes en la oficina. Era mi padre, con una noticia que cambiaría mi día y posiblemente mi vida. —Harvey, ya no serás revocado de tu puesto. Has demostrado ser un excelente presiden
Yo, Harvey Norton, tenía todo lo que un hombre podía desear: salud y éxito, podía tener a cualquier mujer que queria.¿Pero ahora? Aquí estaba, hecho un jodido lío por culpa de una desagradable mujer que ni siquiera deseaba. Bueno, la deseaba, pero no en el sentido de... Dios, no podía seguir pensando en eso. Una llamada en la puerta interrumpió mis insanos pensamientos.—Pase —gruñí irritado. Era obvio que ella todavía me cabreaba, lo supe cuando entró y fue derecho a mi mesa, dejando el café sobre ella.Se giró y me miró fijamente, haciéndome estremecer.—¿Vamos a planificar la agenda esta mañana, señor Norton? Estaba de pie junto a mi mesa, mientras la bañaba la luz del sol. Las sombras cubrían todo su cuerpo, acentuando su escote. ¿Hacía frío aquí dentro? ¿Cómo podía hacer frío si yo estaba sudando a chorros? Solo pensar en cómo eran sus pechos desnudos, me la puso dura. Joder, tenía que salir corriendo de aquí.—No, olvidé que tenía una reunión abajo esta tarde, así que me