Yo, Harvey Norton, tenía todo lo que un hombre podía desear: salud y éxito, podía tener a cualquier mujer que queria.¿Pero ahora? Aquí estaba, hecho un jodido lío por culpa de una desagradable mujer que ni siquiera deseaba. Bueno, la deseaba, pero no en el sentido de... Dios, no podía seguir pensando en eso. Una llamada en la puerta interrumpió mis insanos pensamientos.—Pase —gruñí irritado. Era obvio que ella todavía me cabreaba, lo supe cuando entró y fue derecho a mi mesa, dejando el café sobre ella.Se giró y me miró fijamente, haciéndome estremecer.—¿Vamos a planificar la agenda esta mañana, señor Norton? Estaba de pie junto a mi mesa, mientras la bañaba la luz del sol. Las sombras cubrían todo su cuerpo, acentuando su escote. ¿Hacía frío aquí dentro? ¿Cómo podía hacer frío si yo estaba sudando a chorros? Solo pensar en cómo eran sus pechos desnudos, me la puso dura. Joder, tenía que salir corriendo de aquí.—No, olvidé que tenía una reunión abajo esta tarde, así que me
Sara Leí el texto que me había enviado el capullo ese con el ceño fruncido, sintiendo un enorme nudo en mi estómago o quizás más arriba…"Señor Norton, creo que es lo mejor para ambos", respondí con una sonrisa amarga. —Nuestro engaño ha cumplido su propósito, pero es hora de dejarlo atrás —traté de convencerme con esas palabras, pero no podía evitar sentir un mal sabor de boca.El muy hijo de la fruta había desistido del maldito acuerdo por un mensaje. ¡Tenía ganas de castrarlo en este momento!Tomé aire varias veces para intentar calmarme, no podía ir así a la cena en casa de su madre, donde sabía, me estaría esperando el prospecto que mi querida “ex suegrita” había preparado para mí.Me miré en el espejo una última vez, ajustando el deslumbrante vestido blanco de seda que caía suavemente sobre mis curvas. El escote era sutil pero sugerente, y la caída elegante del vestido hacía juego perfecto con mis tacones plateados. Opté por un maquillaje natural que resaltaba mis ojos verdes
No aguantaba más. Las miradas entre Sara y Jack me estaban matando. Verlos congeniar tan bien, riendo y charlando como si fueran viejos amigos, me llenaba de una frustración y enojo que apenas podía contener. Me obligué a mantener una expresión neutral mientras cruzábamos el salón para salir al jardín, pero mis pensamientos eran un torbellino.Cuando por fin nos alejamos de las miradas curiosas de los demás, no pude contenerme más y solté de manera mordaz:—Espero que haya tenido una sesión de compras satisfactoria, señorita Johnson.Sara me miró con una sonrisa angelical que escondía una gran sensualidad, una combinación que siempre me desarmaba.—No querrá saberlo, señor Norton —dijo con tono sarcástico—. Tienen nuevos ligueros, por cierto.Al pasar, me tocó el hombro ligeramente, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sentía que mis planes, cuidadosamente trazados, se destrozaban poco a poco con cada gesto suyo.Ella comenzó a reír y su risa resonó por todo el lugar mientras se
Sara todavía me miraba a los ojos desde el espejo, y vi reflejado como su pecho subía y bajaba rápidamente. Ella estaba tan frenética como yo. Eso hizo que mi boca se tornara en una sonrisa torcida, mientras ella me miraba fijamente.—Bueno, a pesar de lo que puedas estar pensando —dijo mientras recogía los cosméticos y los metía en su bolso—, será mejor que vuelvas al jardín. Tu familia te debe estar echando de menos.—No, la verdad es que no —dije sin dejar de sonreír—. Realmente mi padre me ha ordenado que te encuentre. Piensa que te debo algún tipo de disculpa.—Bien —murmuró casi sin respirar.—Verás... —le dije fríamente, acortando la distancia entre los dos—. Mi padre y todos los presentes ignoran completamente el pequeño juego que estabas orquestando por debajo de la mesa. Sus ojos se abrieron se abrieron aún más, y su respiración se detuvo por un breve momento.—Yo...—Eres una pequeña provocadora… —dije con voz ronca.—Bueno, puede que nadie te eche de menos, pero yo, def
Nunca había sido capaz de ser tan animal con nadie. Sara despertaba emociones en mí que ni siquiera sabía que podía tener.Agarré sus bragas en mi puño, y gimió cuando separé la tela de su cuerpo. Después de tirarlas al suelo, comencé a acariciar todo su cuerpo hasta los hombros.Bajé mis dedos por su brazo, hasta sus manos, ordenándole que las pusiera sobre la mesa del tocador, doblándome ligeramente sobre ella. Agarré mi miembro y la provoqué, rozando su entrada con la punta.Me excité más cuando vi lo que tenía ante mí; su precioso cuerpo doblado sobre su cintura, sobre la mesa, con la falda por las caderas y su perfecto cul’o a la vista.Por un momento me pregunté si alguna vez lo habría hecho por ahí atrás... Estar con ella me hacía querer probar cosas que jamás había querido antes, y quería ser el primero en enseñarle. Me mordí el labio mientras pensaba en eso y entraba en ella lenta y tortuosamente.Dios... Había pasado demasiado tiempo. ¿Cómo pude apañármelas para estar tant
Apenas el señor Norton abrió la puerta, me quedé petrificada. Sentía mis manos heladas, con un sudor frío recorriéndome la espalda. No podía creer que estábamos en esta situación, atrapados en el baño y siendo descubiertos por Patricia, la cuñada del señor Norton. No sabía dónde meter la cara, y la mirada acusadora de ella no ayudaba en absoluto con la sensación de culpabilidad que me embargaba.Patricia estaba cruzada de brazos, sus ojos pasaban de mí al señor Norton con una expresión de sospecha.—¿Qué hacen aquí los dos juntos en el baño? —preguntó, con su voz cortante.Intercambié una mirada rápida con el señor Norton, antes de sacudir la cabeza y tratar de explicar.—Tenía asuntos que discutir con él —dije, intentando sonar casual, pero mi risa nerviosa me delató.Patricia negó con la cabeza, sus ojos estaban fijos en el señor Norton más que en mí.—Escuché un ruido que definitivamente no era de charla —dijo con desdén. —Aunque no los conociera tan bien, no es un secreto que us
Estaba en una habitación desconocida, amarrada sobre una especie de camilla e incapaz de moverme. Mi respiración se aceleró y mi corazón latió con fuerza cuando la figura del señor Norton apareció frente a mí. Su mirada penetrante y esa sonrisa de satisfacción en su rostro me causaban escalofríos.—Dilo —exigió, con su voz profunda y autoritaria resonando en mis oídos—. Di que eres mía, Sara.Intenté resistirme, pero el placer que me proporcionaba era demasiado intenso. Su mano comenzó a tocar mis pezones y a pellizcarlos suavemente, mientras la otra viajaba por mi ombligo hasta mi monte de venus, y luego uno de sus dedos se movía en círculos por mi clíto’ris. Ahogué un jadeo y apreté los puños a mis costados, tratando de resistirme de nuevo, pero sentía que quería más de ese toque, como una maldita droga que era incapaz de resistir.Mi cuerpo empezó a llenarse de escalofríos placenteros por sus impúdicas caricias. Mi frente se llenó de sudor y los gemidos y jadeos comenzaron a aba
—Sara, ¿Qué te pasa? ¿Acaso has visto un fantasma? —preguntó Estela con preocupación, notando mi expresión.Tragué saliva, mi voz era apenas un susurro. Sentía mis manos temblar.—¿Ves a ese hombre en la entrada?Mi amiga volteó de inmediato, con sus ojos abiertos como platos.—¡No seas tan obvia! —le di una patada por debajo de la mesa—. Es mi jefe.Los ojos de Estela se abrieron aún más, si es que eso era posible.—¡Oh, Dios mío! —jadeó, recorriéndolo con la mirada de arriba abajo—. No bromeabas, es un tipo buenorro. Se me haría difícil echarlo de mi cama.—No estás ayudando en nada —le reclamé, molesta.—¿Y quién es esa rubia que está con él? —preguntó, volviendo a girar la cabeza.Miré hacia ellos, notando cómo él le tocaba la espalda a la despampanante rubia. Mi estómago se revolvió de celos y rabia.—Maldito gilipollas pretencioso —murmuré entre dientes.Estela se distrajo con una llamada en su celular. La escuché hablar alegremente con su novio mientras yo miraba de nuevo hacia