Verdades y Confrontaciones

—Sara, ¿Qué te pasa? ¿Acaso has visto un fantasma? —preguntó Estela con preocupación, notando mi expresión.

Tragué saliva, mi voz era apenas un susurro. Sentía mis manos temblar.

—¿Ves a ese hombre en la entrada?

Mi amiga volteó de inmediato, con sus ojos abiertos como platos.

—¡No seas tan obvia! —le di una patada por debajo de la mesa—. Es mi jefe.

Los ojos de Estela se abrieron aún más, si es que eso era posible.

—¡Oh, Dios mío! —jadeó, recorriéndolo con la mirada de arriba abajo—. No bromeabas, es un tipo buenorro. Se me haría difícil echarlo de mi cama.

—No estás ayudando en nada —le reclamé, molesta.

—¿Y quién es esa rubia que está con él? —preguntó, volviendo a girar la cabeza.

Miré hacia ellos, notando cómo él le tocaba la espalda a la despampanante rubia. Mi estómago se revolvió de celos y rabia.

—Maldito gilipollas pretencioso —murmuré entre dientes.

Estela se distrajo con una llamada en su celular. La escuché hablar alegremente con su novio mientras yo miraba de nuevo hacia
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