"¿Cómo lo quieres ahora, estúpido? No es tan divertido jugar así, ¿no?"—Dios, soy tan patosa, señor Norton —dije mirándolo. Tenía los ojos cerrados y la cara colorada—. ¿Se encuentra bien, señor? Parece que tiene fiebre.Abrió los ojos para mirarme, y de repente me pregunté si esto era buena idea. Me aclaré la garganta y miré a mi alrededor, sólo había cinco personas en el ascensor con nosotros y faltaban dos pisos para llegar. La puerta se abrió de nuevo y las últimas personas salieron. Un piso más y podría salir huyendo de allí, dejándolo con su empalme letal.Tan pronto como las puertas se cerraron y el ascensor se comenzó a mover, escuché un gruñido detrás de mí y con un rápido movimiento, el señor Norton pulsó el botón de parada en el panel. Sus ojos se volvieron hacia mí, más profundos que nunca.—Mal movimiento, señorita Johnson —susurró, y con un fluido movimiento, su cuerpo se pegó al mío, aplastándome contra la pared del ascensor, y chocando sus labios contra los míos.Nues
Mi única respuesta fue un profundo gruñido en mi garganta mientras agarraba su culo y la apretaba firmemente contra mí, apretujando mi miembro contra sus partes desnudas. Empezó a acariciarme con los movimientos de su cadera y eché la cabeza hacia atrás, apoyándola en el respaldo. Esta mujer me iba a matar. Cualquier decisión que había tomado, ahora había desaparecido. —Creo que tenemos asuntos sin resolver que requieren una atención inmediata, señor Norton —dijo con una voz grave y seductora que jamás había escuchado antes, excepto en ella. Agarró mi labio inferior con sus dientes antes de ponerse de pie, y abrí los ojos para ver como caminaba hacia la puerta. ¿Es que acaso iba a irse después de esto? El sonido del pestillo me tomó por sorpresa y cuando me miró a los ojos, me quedé embelesado con la furia y la lujuria que había en esos enormes ojos color avellana. —Parece que tiene un problema justo ahí, señor —dijo mientras su mirada oscilaba entre mis ojos y el bulto en mis p
En cuanto llegué a casa de mis padres esa noche, inmediatamente sentí cómo desaparecía algo de mi tensión.Entré en la cocina, el olor de la comida que mi madre estaba cocinando me abordó, y escuché la conversación alegre y las risas de mis padres desde la sala de estar.—Harvey —canturreó mi madre mientras entraba en el salón. Me incliné y le di un beso en la mejilla, dejando que intentara arreglar mi alborotado pelo—. Este pelo tuyo —dijo cariñosamente—. Sigue tanrebelde como cuando eras pequeño.—Lo sé, mamá —dije, sonriéndole, siempre teníamos la misma conversación—. Sigo intentando domarlo.Agarré la fuente que llevaba en sus manos y la puse en la mesa, atrapando una zanahoria antes de sentarme, y me reí cuando me pilló.—¿Dónde está mi chica? —pregunté, echando una ojeada al salón.—Todavía no han llegado —respondió mi padre mientras entraba—. Ya conoces a tu hermano, siempre llega tarde.Por supuesto que lo sabía.—Bueno, más les vale apurarse —añadí, agarrando otra zanahoria
Nunca antes la había visto vestida de esa manera. Mantenía su habitual estilo, pero completamente casual. Llevaba un par de vaqueros y un top rojo. Su pelo estaba recogido con una sexy coleta, y no llevaba ni maquillaje ni sus gafas. Parecía no tener más de 20 años. —¿Qué demonios está haciendo aquí? —Lo que esté haciendo aquí no es ningún jodido asunto suyo —le respondí con un gruñido. —Entonces, ¿qué? ¿No tiene suficiente con mi ropa interior que ha decidido empezar una por su cuenta? —se quedó mirándome, echando una ojeada al liguero que todavía tenía en mis manos. —Señorita Johnson, yo… —De todas maneras, ¿qué hace exactamente con ellas? Las tiene guardadas en algún sitio como recuerdos de sus conquistas? Jodido pervertido —cruzó los brazos, haciendo que sus pechos se juntaran y asomaran por el escote. Mis ojos se fueron directos a sus senos, y empecé a sentir como me endurecía. —Dios mío –dije, sacudiendo la cabeza. Casi me río ante el hecho de que estuviéramos discutien
Sara Había ochenta y tres respiraderos, veintinueve tornillos, y montón de polvo en el techo de encima de mi cama. Genial, ahora me estaba volviendo paranoica. Me di la vuelta, notando cómo ciertos músculos se estaban burlando de mí, recordándome el hecho innegable de por qué no podía dormir. Un escalofrío recorrió mi espalda y mis pezones se endurecieron en cuanto recordé sus palabras de ayer por la tarde. “No, quiero que mires justo ahí. Quiero que veas cómo te lo hago. Y mañana, cuando estés irritada, quiero que recuerdes quien te hizo esto” Realmente no estaba bromeando. Mis caderas y mis muslos jamás me habían dolido tan dulcemente cada vez que los movía esa noche. Dejando escapar un suspiro y metiéndome bajo las sábanas, gruñí frustrada mientras me quitaba mis bragas húmedas y las lanzaba al suelo. Estas se estaban quedando viejas. Nunca me había importado tanto mi ropa interior... y no era cosa suya. Si fuera cosa suya... bueno, eso es otro asunto. Mis pobres, pobres
Cuando llegué al trabajo, choqué con Paola mientras me dirigía al ascensor. Hicimos planes para comer la próxima semana y me despedí de ella cuando llegó a su planta.Llegando al piso 17, me di cuenta de que la puerta del despacho del señor Norton estaba cerrada como siempre, así que no estaba segura de si él ya estaba allí.Encendí el ordenador, e intenté prepararme mentalmente para el día. ¿Por qué todos los días cuando me sentaba en esta silla, me sentía tan ansiosa? Sabía que iba a verlo esa mañana: nos reuníamos para verificar la agenda de la siguiente semana, todos los viernes. Pero no sabía si estaría de mal humor. Aunque me había dado cuenta de que sus rabietas habían ido a peor. Niñato estúpido.Sus últimas palabras de ayer habían sido, "Llévese también el liguero". Y lo hice. De hecho, lo estaba llevando ahora mismo. ¿Por qué? No tenía idea. ¿Qué demonios quería decir con eso? ¿Se creía que iba a tener la oportunidad de verlo? De ninguna jodida manera. Entonces, ¿por qué
Pov SaraCuando volvimos a la oficina al final del día, después de una vuelta mucho más intensa, parecía que el señor Norton tenía algo que decirme… y si no lo hacía pronto, iba a explotar.Y juro por Dios que cuando yo quería que se callara, él no podía mantener su boca cerrada, pero cuando necesitaba que él dijera algo, se volvía mudo. Una sensación de deja vu y pavor me invadió mientras caminábamos por el edificio casi vacío hacia el ascensor. En el momento en que esas puertas doradas se cerraron deseé estar en cualquier otro lado, excepto a su lado. ¿No parece como si de repente no hubiera oxígeno aquí dentro? Miré su reflejo en las pulidas puertas doradas, y me resultó difícil saber cómo se sentía. Aparte de su mandíbula constantemente apretada y sus ojos caídos, parecía completamente sereno.Gilipollas.Dejé escapar todo el aire que había retenido. Esos habían sido los 42 segundos más largos de mi vida. Lo seguí a través de la puerta, intentando mantener mis ojos fuera de él
—Quizás... —dije, sin saber muy bien si decirlo en alto o solo pensarlo. —Una vez más… —dijo, acercando su boca a la mía. Mirando hacia arriba, le dije de manera despectiva hacia su boca entreabierta: —Te odio. —Yo también odio esto. Nuestras bocas se acercaron tentativas, nuestros labios apenas se rozaban, compartiendo la respiración. Observé cómo las aletas de su nariz se apretaban y justo cuando pensé que iba a volverme loca, agarró mi labio entre sus dientes, acercándome a él. Gruñó en mi boca, profundizó el beso y me empujó con fuerza contra su coche. Como la última vez, alzó una mano y me quitó las horquillas del pelo, dejando que cayera a nuestro alrededor. Nuestros besos eran intensos y bruscos, apartándonos y apretándonos, agarrando el pelo y nuestras lenguas deslizándose una contra la otra. Gemí cuando se puso de rodillas, frotándose contra mí. —Dios —gemí con un áspero jadeo. Puso mi pierna a su alrededor, con el tacón del zapato clavándose en su pierna. —Joder,