24 | Una víbora fina

Ema entró en el baño y la primera mirada que recibió fue la de dos mujeres que acababan de salir. Se deshizo de sus miradas mientras se ponía delante del espejo y miraba su propio reflejo.

—¡Despierta, Ema! —Se advirtió a sí misma mientras miraba directamente al reflejo que parecía no reconocer.

Juró que su tía había hecho un buen trabajo con su maquillaje. No era excesivo. No era demasiado ligero. Decía lo justo sobre ella.

Se cepilló ligeramente los bordes del pelo con los dedos antes de sacar el pintalabios que su tía le había advertido que debía retocar cada vez que se le secaran los labios. Comenzó a aplicarse ligeramente el lápiz de labios nude en los labios.

La puerta se abrió y Adele entró en el baño para ponerse delante del espejo y mirar también su reflejo. Ema se percató de su presencia, pero sintió la necesidad de mantener la calma y no decir ni una palabra. Hasta un tonto podría darse cuenta de que no se llevaban bien. Se dio cuenta de que Adele sacaba su propio pintalabi
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