ELIZABETH REED—¿Necesita algo más, señorita Williams? —preguntó Mauro. Aún no me acostumbraba a que me llamaran así.—Agua… ¿Puedes traerme un vaso con agua? —inquirí sintiendo mi garganta seca.—Claro… No tardo —contestó y de inmediato abandonó mi habitación. Me planté frente a la puerta, posé ambas manos en la madera y temí que la ausencia de mi guardián fuera considerada una invitación para Finn. Bajé la mano hacia el pomo y, con el corazón agitado y lleno de dudas, puse el seguro justo antes de que alguien intentara abrir desde el otro lado. —¿Beth…? —preguntó Finn en un susurro—. Déjame entrar… Tenemos que hablar. Retrocedí como si temiera que fuera a tirar la puerta. Me abracé a mí misma y seguí alejándome, herida, traicionada, llena de rabia y sintiéndome incapaz de resistirme si insistía en verme. ¿Qué quería saber? ¡Absolutamente nada! No quería estar con el hombre de mi tía. No sabía cuáles eran sus intenciones, pero… acercarse a ella de esa manera me lastimó. ¿Qué podía
ELIZABETH REEDCuando apenas mi trasero iba a tocar el asiento, Finn y Estela entraron al comedor. No me imagino la cara que puse, pues mi abuelo se apresuró a explicarme.—La fiesta de anoche terminó demasiado tarde y nuestro nuevo abogado de la familia tuvo que quedarse a dormir. —Aunque su voz sonaba dulce, cada palabra se clavó en mi corazón y de inmediato me puse a pensar: ¿En qué habitación pasó la noche? ¿Tenía que preguntarlo? ¡Era obvio!Me levanté de inmediato. —Creo que no tengo hambre… —contesté con media sonrisa.—Pero… Beth… —Los ojos de mi abuelo se llenaron de sorpresa y tristeza—. Hice que prepararan esos rollos de hojaldre con salchicha que tanto te gustan.Me quedé congelada en cuanto la sirvienta dejó la charola, demasiado cara y elegante para un platillo tan común y callejero. Sentí todas las miradas encima de mí, incluida la de Finn, que parecía de nuevo insensible y apático. —Bien… Me llevaré un par —contesté tomando algunos en mi plato y regresando a mi habita
ELIZABETH REED—No eras un fantasma… —dije en un susurro, caminando por el despacho de mi abuelo, viendo esa propaganda de bienes raíces sobre su escritorio. Mi oportunidad para salir de esta mansión y alejarme de Estela—. Estabas en ese club, escuchaste mi canción. —Beth… —Finn intentó acercarse y detener mi andar, pero no permití que me pusiera ni un solo dedo encima.—Nathan me secuestró…—Lo sé —contestó apoyando ambos puños en el escritorio.—Estela me compró…—También lo sé. —Levantó su mirada hacia mí, rompiéndome el corazón. ¿Era capaz de besar a la mujer que había pagado por mí para esclavizarme?—¿Sentiste algo cuando me escuchaste cantar? —pregunté con curiosidad, del otro lado del escritorio—. Algo de lo que entoné… ¿tocó tu corazón?—Beth, me tocó hasta el alma. Por eso estoy aquí, para liberarte… —Me agarró por la muñeca como si tuviera miedo de que me alejara aún más.—¿Por qué parece que solo quieres estar con mi tía? Supongo que, una mujer madura, que sabe lo que qui
ELIZABETH REEDLa puerta se abrió y Mauro entró furioso, como una fuerza de la naturaleza. Se enfureció al ver mi semblante taciturno y apagado, acusando con la mirada a Finn, sabiendo que él era el motivo de mi cambio de humor. —Señorita Williams, ¿se encuentra bien? —preguntó colocándose entre Finn y yo. —Sí, Mauro… Todo bien —contesté aún con la voz rota.—¡Oye, Mauro! No es para tanto —dijo Evan recargado en la puerta—. El licenciado solo estaba hablando con la futura abogada. Eso es todo… ¿cierto?—Te pusiste como obstáculo en la puerta cuando mi responsabilidad es cuidar a la señorita Williams —respondió Mauro furioso—. Mis órdenes son exactas y precisas. No me importa si eres el nieto del señor Williams o se trata del abogado de la señora Estela. La próxima vez no dudaré en hacer lo que tenga que hacer para quitarlos del camino. —Me siento cansada… —le dije a Mauro, posando mi mano en su hombro—. Necesito ir a mi habitación. Cuando volteó hacia mí, sentí que el despacho dab
ELIZABETH REED—Espero que no estés perdiendo la paciencia, mi niña —dijo mi abuelo mientras tomábamos el té en la biblioteca—. La compra del «chalet» está a punto de concluir, pero antes de que vayamos, necesito dejar mis cosas en orden.—¿Tus cosas en orden? —pregunté confundida. Dejó su taza de té sobre la mesita y se inclinó para tomar mi mano entre las suyas.—Todo lo que conseguí con el paso de los años, estaba pensado que se quedara en manos de mis hijas. Estela y Marion heredarían todo, era mi manera de dejarlas protegidas cuando yo ya no estuviera. Bueno, las cosas dieron un giro terrible y todo lo que tenía estaba destinado a terminar en manos de Estela, pero… ahora que veo que
ELIZABETH REEDDe pronto, Evan me tomó del brazo y me acercó a él. —Bájale a tu puta histeria —dijo entre dientes—. Te he tolerado muchas cosas, pero ya me cansé. Si estamos aquí es para salvarte de lo que Estela te quiere hacer. ¿Crees que es muy fácil? ¡Te la pasas quejándote sin darte cuenta de que Finn está arriesgándose para evitar que esa bruja…!—¿Señorita Williams? —preguntó Mauro detrás de nosotros. Eso solo significaba una cosa, Estela y Finn habían vuelto.—Evitar… ¿qué? —pregunté ansiosa, tomando a Evan por la solapa de su saco mientras aún sentía lejos a Mauro.&
ELIZABETH REEDAcaricié la mejilla de Mauro y pegué mi frente a la de él. Su boca buscó la mía y la mía no se movió. ¿Deseaba venganza? ¿Darles un poco de su propia medicina a los hermanos Lynch? ¿Qué pudieran sentir lo que yo sentí?Antes de poder responder a alguna de esas preguntas, el beso había terminado, ni siquiera cerré los ojos y… no logré nada de lo anterior, solo sentirme culpable. No era esa clase de mujer embustera y manipuladora, yo… arreglaba las cosas golpeando y disparando, no… usando a los demás, no… jugando con un hombre.—Lo siento… —dije arrepentida y retrocedí.—Lo sé —contestó
ELIZABETH REED No sabía si me estaba autoengañando, pero la incertidumbre me carcomía. De pronto escuché el portón abriéndose y un auto acercándose. Acomodé todos los papeles, ansiosa por regresarlos a su lugar, cuando uno escapó de mis manos. Al levantarlo me di cuenta de que era una factura de una cuenta bancaria en Suiza. El depósito era elevado y estaba a nombre de Estela. Me revolvió el estómago, ¿era el pago que Finn estaba recibiendo por hacer todo esto? Me sentí mareada, me faltaba el aire y esas punzadas de dolor y desconfianza se volvían cada vez más molestas. ¿Finn era capaz de traicionarme de esa forma por dinero? Era mucho, ¿a quién no lo tentaría? ¡Si fue capaz de besuquearse y manosearse con mi tía gratis! ¡Que no me haga pasar como una retrasada para darle el poder sobre mí, con esa paga tan abundante! Los pasos