—Veo que ustedes no tienen por qué escapar. Las únicas que escaparemos somos las dos lobas repudiadas — bromeó con una pizca de ironía, refiriéndose a su condición. Miranda se mordió el labio al escuchar las palabras de Isa, desviando la mirada mientras sentía remordimiento.—Lo siento, señorita, p
Xander sonrió. —Maximus, eres muy inocente. Tienes el cerebro de un lobezno de veinte años ¿Piensas que si se lo digo lo aceptará? Xander hizo una breve pausa antes de continuar: — No me importa si acepta o no. Con esto estoy logrando lo que quiero. Ella piensa que lo hago para castigarla y los d
Juliet frunció el ceño al ver cómo Ranor sacaba una de sus garras y se hacía un pequeño corte en la muñeca derecha. —Ven, bebe un poco de mi sangre, si vas a trabajar para mí no puedes estar en esas deprimentes condiciones. Esto te ayudará a recuperar algo de fuerza. —¡No soy un vampiro! —, prot
Con el corazón acelerado, Isa avanzaba con paso firme por el largo pasillo que llevaba a su habitación. Sus fosas nasales se ensanchaban y se estrechaban al ritmo de sus respiraciones agitadas y sus ojos reflejaban un fuego interno que estaba a punto de desbordarse.
—Eso es lo que soy para ti, un trabajo —, le preguntó con voz cargada de ofensa. —Sí, justo eso, un trabajo muy irritante. ¿O pretendías que te apreciara cuando tú me minimizas y desprecias por lo que soy? —. Las palabras de Miranda eran un golpe directo a su ego. Antes de que Viktor pudiera res
En cuanto Adriel terminó de hablar, Xander, lleno de furia, lo agarró de la solapa de la camisa, acercándolo de manera amenazante. —¡¡No te metas con mi mujer!!—, rugió con un tono de voz peligrosamente grave. Adriel se mantuvo muy calmado, y sin inmutarse: —Tú eres el único que tiene derecho
—¡Ay, loba!, ¡qué deprimente es tu vida! —, le habló Hope desde el otro extremo con una voz suave pero cargada de sarcasmo, asegurándose de que solo ellas dos pudieran escucharla al aislar sus voces con su magia. Juliet, furiosa, le respondió en voz alta. —¡Vete al infierno! —, gritó, pero para s
Ya Xander se encontraba comiéndole los capullos rosáceos, frotándolos, estirándolos, poniéndolos más erectos, succionando con intensidad, con tanta hambre que ella respiraba a bocanadas como pez fuera del agua. Acomodado entre sus piernas le restregaba la erección con tanta ferocidad que le iba a