En la manada rival. Ranor daba zancadas largas y agitadas por la sala de estar, con sus fuertes mandíbulas apretadas y las prominentes venas en su frente alteradas. Cada paso resonaba a través de la habitación, como un eco de la tormenta que rugía en su interior. —Alfa, podríamos obligar a Xander
Lily tenía los ojos tan abiertos que el hombre podía ver a través de ellos. —La señora bruja dijo que mi mamá me quiere muerta y tengo miedo, pero extraño mucho a mi papá y a mis abuelos. Ellos nunca me harían daño. Tampoco creo que mi mamá lo haga. Tal vez solo fui una niña mala y la hice enojar m
—Hijo a dónde vas— le preguntó Susan cuando lo vio avanzar varios pasos, pero Xander no respondió una sola palabra, sino que caminó por los pasillos hasta llegar a la puerta del estudio de Juliet. Al abrirla, la encontró caminando de un lado a otro, usando unos tacones altos; parecía luchar para m
Xander dejó de lado sus pensamientos contradictorios y se centró en seguir curándole las quemaduras a Isa. Con cada beso pausado sobre la piel lastimada, se regeneraba inmediatamente y tanto ella como él sentían un gran alivio, aunque sus lobos internos seguían lastimados, porque ya el daño en ellos
Billy se olvidó de la conversación y le acarició la cara, anonadado por lo suave y armoniosa que son las delicadas facciones que resaltan la belleza de su mate. Su nariz, pequeña y refinada, se asienta suavemente a su rostro, aportándole un toque de dulzura y encanto, al igual que sus labios suaves
—Por favor Juliet, ve a dormir. No estoy de humor para aguantar tus parloteos. Isa no podía creer lo que estaba escuchando. Siempre había pensado que Xander y Juliet compartían la cama y no habían dejado de intimar a pesar de su aparición en la vida de ambos, ya que él andaba pregonando su amor a l
—Mi esposo dio la orden de castigarte—. Juliet hizo énfasis en la palabra esposo, y se mostraba soberbia y viendo a Isa por encima del hombro. —Un esposo que no te toca —, se mofó Isa. Juliet trató de disimular su irritación, pero Isa vio cómo su rostro se desencajaba. —¿Eso te dijo? —le pregu
Después de unos momentos de silencio, Viktor finalmente encontró su voz, aunque su tono estaba mezclado con incredulidad y un toque de enfado. —No puedo creer lo que acabo de escuchar, tú, una omega menospreciando a un alfa —le dijo con tono hiriente, clavando a la vez sus ojos en Miranda. — Nunca