Poco a poco los besos fueron elevado la temperatura en ambos, la mirada de Santiago era de un hombre y enamorado que deseaba a su mujer, esa que pronto sería su esposa, él la miraba hambriento de ella, con sus manos empezó a recorrer el cuerpo perfecto de su mujer que estaba encima de él, sus caricias eran lentas y suaves que hicieron cerrar los ojos a Luciana mientras empezó a jadear al sentir como empezaba a excitarse aún más, estaba segura que eran las hormonas del embarazo, porque su deseo sexual estaba por las nubes. Santiago se sentó y quedó frente a ella, quién inmediatamente extendió sus piernas, sentados y en esa posición los sexos de ambos se rozaban. Él llevó sus manos detrás del cuello de ella y la acercó hasta que sus labios fueron uno, los devoraba con una pasión desmedida y al mismo tiempo la veneraba con sus besos y caricias. Luciana quería sentirlo aún más, por lo que llevó sus manos a la camisa de Santiago y empezó a quitársela por encima de su cabeza. A ninguno le
Luciana y Santiago salieron de la casa de la playa con una gran sonrisa y la felicidad plena corriendo por sus venas, Emily ni siquiera había molestado en una llamada, lo que le hacía sospechar a Luciana que la pequeña sabía de la hermosa sorpresa que su padre le había preparado preparado. No podía creer que estuviera comprometida, cuando meses atrás ella no estaba dispuesta abrir su corazón, no quería volver a perder a alguien que amaba, recordarlo hizo que su corazón latiera muy deprisa, y Santiago lo notó, no había dejado de verla, desde que el chófer había arrancado, por su rostro habían pasado muchas emociones. —¿Qué pasa cariño? — ella se giró a mirarlo. —No podría soportar que algo te pase, quiero que me prometas que siempre estarás bien Santiago, a ti no puedo perderte — él supo de qué hablaba ella y entendió el dolor y el miedo que en ese momento reflejó sus ojos. —Amor, deja de pensar en eso, no puedo asegúrate que voy a ser inmortal, Luci, en algún momento dejamos este m
—¿Vas a invitar a tu familia? — preguntó Luciana cuando iban entrando a la casa, Emily seguía en sus brazos y miró a su su papá. —Bueno, ellos ya saben de ti, y han querido conocerte, pero yo no he querido que lo hagan. —Luciana frunció el ceño al oído y la niña hizo exactamente lo mismo, Santiago tuvo que mirar para el otro lado, para no reírse. —¿Por qué no quieres que los conozcas? — cuestionó al ver que él no decía nada. —¿Qué tal si vamos a celebrar a algún lado nuestro compromiso y así invitamos a tu padre y abuelo? — Santiago miró de reojo a su hija y Luciana entendió que no quería hablar de eso delante de ella, lo que la preocupó. —De acuerdo, iré a llamarlos. — miró a Emily y besó su mejilla — Cariño, ¿quieres ir con tu padre o con Camille? — la niña miró a su prima y sonrió. —Con Camille, necesito que me ayude a verme hermosa — todos sonrieron al oírla. Camille la tomó en brazos. —Siendo así, debemos ponernos hermosas. — Luciana sonrió. —No se olviden de mí, hablaré c
Andrés al verla no pudo evitar sentir su estómago hecho un lío, esa mujer sólo le había dado una mirada y luego simplemente lo esquivó, eso lo molestaba de sobremanera, echó una rápida mirada en la mesa y vio a O'Brien juntos a los Brown, él notó rápidamente que Luciana y la hija de Santiago andaba vestidas iguales, aún no podía creer lo rápido que ellas se habían acoplado, el día anterior que se había topado a Camille y a la niña en el centro comercial le había extrañado tanto que se dirigiera a Luciana como mamá, aunque no era la primera vez que lo escuchaba, si le seguía sorprendiendo, tal vez era un hombre que no sabía mucho de esas cosas, pero recordaba que cuando conoció a la novia de su padre él siendo sólo un niño no la quiso, con el tiempo fue diferente y esa mujer se convirtió en su madre. Se acercó a la mesa solo por el placer de ver el rostro de Camille molesto, además de verdad quería acercarse a ella. Cuando llegó a la mesa el semblante de Santiago se endureció al igual
Luciana observó como Camille venía algo agitada y algo atrás de ella Andrés, sonrió al ver que Camille notó su mirada y se sonrojó. En ese instante una figura masculina, alta y musculosa entró en el lugar, Camille suspiró aliviada de que Tristan llegara rápido, ese hombre era divino, pero no era el que estaba en su corazón. —Buenas noches — dijo cuando llegó a la mesa. Camille sonrió y lo besó cuando llegó a él. — Hola — dijo el hombre cautivado por la pelinegra, que a pesar de que era muy liberal y despreocupada para unas cosas aún no había podido llevarla a la cama, pero no le molestaba, porque lo bueno siempre se hacía esperar. —Hola — contestó ella. — ¿Nos vamos? — él solamente asintió. —Familia, los veo mañana — dijo muy risueña, su mirada se encontró con la de Andrés, que estaba apunto de sufrir un ataque de ira. —Cuídala Tristán — le dijo Santiago, él hombre asintió. —Así será — dijo antes de inclinar su cabeza y salir del restaurante con Camille agarrados de la mano. Andr
Santiago guió a Emma hasta su despacho y una vez entraron él cerró la puerta, él no iba a perder el tiempo con esa mujer, por lo que iría directo al grano. —¿A qué has venido Emma? — la mujer se paseó por el lugar. —Está muy linda la casa, bueno, hasta dónde he podido verla — Santiago la miraba con una intensidad que daba miedo. —Y será lo único que veas, ahora quiero que me digas que quieres o si no quiero ver que te vayas ahora mismo. — Emma se sentó con gran elegancia y sonrió. —Quiero estar en la vida de mi hija — Santiago la miró y luego se rió. —Estás loca Emma, no estoy para estupideces, ¿Qué quieres? ¿Dinero? ¿Te quedaste sin nada? — Emma empezaba a molestarse. —Pues no, no necesito tu dinero, ¿Qué tiene de malo querer estar con mi hija? He venido por las buenas Santiago, pero si te niegas voy a ir al juzgado y voy a pelear por la patria potestad de mi hija —Santiago la miró con una sonrisa de autosuficiencia. —No me vas a asustar Emma, ¿Estás aquí porque sabes que me v
Luciana sintió un fuerte olor en su nariz que poco a poco le ayudó a ir despertando, ella se levantó algo desorientada mirando a su alrededor al ver a Damián y a Diego la hizo levantarse con fuerza del sillón, lo que la hizo marearse nuevamente. —Tranquila Luciana, respira — dijo Damián preocupado, al ver que la mujer estaba muy pálida. — He llamado a tu padre, él viene para acá. —Tú estás muerto — Diego la veía en silencio, mientras observaba a la hermosa mujer con sus ojos azules llenos de lágrimas. Luciana miró a Damián — Me mintieron todo este tiempo, ¿Por qué? Yo no merecía algo así — dijo con reproche y dolor y luego miró a Diego — ¿Por qué no me buscaste? No merecía pasar por todo lo que he pasado todo este tiempo. — Luciana lo miró con tanta intensidad que él solamente bajó la cabeza. — Mírame a la cara Diego, y ¿dime si crees que es justo lo que me han hecho por cinco años?. —Yo no lo sé — dijo sincero y mirándolo a los ojos. Luciana frunció el ceño. —Luciana, Diego perdi
Cuando Luciana despertó lo hizo en la habitación de un hospital, por un momento frunció el ceño al no saber cómo había parado ahí, pero cuando hizo memoria los recuerdos de unas horas atrás llegaron a ella, y su pulso se volvió a disparar, en ese momento una enfermera y un doctor entraron a la habitación. —Señorita Brown, debe tranquilizarse por favor, en su estado puede ser peligroso — esas palabras la hicieron dejar de pensar en Diego y mirar al doctor. —¿En mi estado? — preguntó con voz ronca por el llanto. El hombre canoso la miró con una sonrisa. —Así es, está embarazada — Luciana sonrió al escucharlo, lo sabía, ella lo sabía, y eso le alegraba el alma en ese momento de dolor y decepción. —¿El bebé está bien?—Todo parece que sí — contestó de manera tranquila — pero debemos hacerte un ultrasonido para saber de cuanto está y como está el bebé creciendo — Luciana asintió. —Ahora iré a avisarle a sus familiares. —No — dijo Luciana deteniéndolo — Ya me imaginaba que estaba emba