—Ellos… saben que eres su papá —me confiesa Aria—. Mejor dicho, saben que el señor monstruo es su papá. No pensé que fueran a reconocerte la voz, no tan rápido. —¿Todo por ese grito? —pregunto, anonadado. —Sí, Alec, y porque siempre supieron que trabajo contigo —me confiesa ella—. Nunca les oculté
Aria Alec y yo subimos hacia mi habitación, donde he dejado a mi pequeña. Ella está hecha un ovillo en la cama, sollozando y abrazada a uno de sus peluches.—Ay, no —susurro antes de soltar a Alec y correr hacia Juliett, cuyas lágrimas han hinchado sus hermosos ojos—. Mi niña, ¿qué te pasa?—Quiero
Alec Aria se sube de mala gana a mi auto, pero se queda allí, sin bajarse mientras yo me subo. Es irónico, pero lo que necesito es alejarme de aquí. Si me quedo, tendré la tentación de buscar a mi hija y suplicarle que me acepte como su padre. Si hago eso, las cosas van a terminar muy mal; puedo s
Aria No sé qué me impulsó a venir aquí después de que Natasha me dijera que era mejor marcharse, pero ya no puedo arrepentirme. Alec avanza hacia mí con paso lento, completamente desnudo y con una mirada oscurecida por el deseo que siente por mí. Mi mirada lo recorre de los pies a la cabeza, y me
Aria La situación se vuelve muy incómoda después de que me aparto de él y me visto sin responder a lo que acaba de proponerme. ¿Cómo es que se le ocurre pedirme matrimonio después de lo que ha sucedido y cuando ni siquiera ha definido lo que siente por mí? Me siento mal, como si esa propuesta vinie
—¿Avance? ¿Coger te parece un avance? —le digo en voz baja—. Que haya sido débil no quiere decir que estamos juntos. Tampoco el que ahora sepas la verdad sobre los niños.—Si lo que pretendes es herirme, estás en todo tu derecho —dice contrariado, pero me toma por la muñeca—. Lo soportaré.—No, no q
AlecAria no dice nada; simplemente nos observa hasta que nuestro hijo se queda dormido con la relajante canción. —Así que era verdad que conservaste las cosas —susurra, acercándose a mí y tomando la caja entre sus manos—. Gracias por cuidarla, pero ya no…—No, es mía —reclamo, quitándosela—. Esto
Aria A pesar de que Alec me insiste en que duerma, no lo hago y paso la noche en vela cuidando de mi hijo, quien cada vez se ve mejor. Aun así, la preocupación me invade cada vez que el doctor viene a revisarlo y Jack menciona que le duele un poco la herida. Según el médico, es normal lo que siente