He dejado la puerta entreabierta, por lo que antes de salir puedo escuchar que mi hijo se despierta.—¿Mami?—Aquí estoy, mi vida —le responde ella—. Mami está contigo, mi cielo.—¿Y papá? ¿Se fue? —pregunta con la voz rota, lo que me llena de nuevo los ojos de lágrimas.«Nunca me iré», pienso antes
Aria Jack está un poco inquieto por la que él considera una prolongada ausencia de su padre. Es increíble cómo en poco tiempo le ha tomado cariño y lo necesita, aunque eso, por alguna razón, no me pone demasiado celosa. Siempre he sentido a Alec como algo inherente a mí y me alegra que se lo esté t
Alec Toda la noche, Aria y yo la pasamos prácticamente en vela cuidando de nuestro hijo. Ella se duerme por momentos, pero yo no soy capaz de hacerlo, pues no quiero perderme de ni un solo instante de mi hijo. Tal vez, visto desde lejos, pueda parecer algo muy perturbador, ya que observo con detal
Durante la mañana, Aria y yo nos encargamos de nuestro hijo con esmero. Ella me permite que me encargue de alimentarlo y de cuidar cuando vienen a revisarlo. Todavía no está claro cuándo es que le darán el alta, pero al parecer está tan bien que no serán muchos días. Mi alegría se acaba un poco cua
Aria La tensión que hay entre los dos es casi algo físico, algo que duele y que no sé cuándo se va a terminar. Mis sentimientos son un torbellino de confusión y de miedos. Jack ha aceptado demasiado bien a Alec, pero no estoy segura de que pase lo mismo con los otros dos. Juliett es obstinada y, cu
Lentamente voy bajando y lo siento invadirme. Esta vez es menos doloroso que hace un par de días, pero sigo sintiéndome bastante apretada. Aquello parece encantarle a Alec, quien deja escapar otro gemido. —No voy a dejarte escapar —me dice con convicción—. Olvídate de ser libre de mí.—Alec —susurr
Alec Por más que Aria los llama, mis pequeños hijos suben corriendo asustados de mí. Eso me duele sobremanera, pero decido esperar al pie de las escaleras como Aria me indica.En el poco tiempo en que he podido verlos me di cuenta de que son hermosos y que mi hija es una pequeña copia de Aria. Yo n
—Ellos… saben que eres su papá —me confiesa Aria—. Mejor dicho, saben que el señor monstruo es su papá. No pensé que fueran a reconocerte la voz, no tan rápido. —¿Todo por ese grito? —pregunto, anonadado. —Sí, Alec, y porque siempre supieron que trabajo contigo —me confiesa ella—. Nunca les oculté