Madeleine leía y releía lo que decía el largo mensaje que había recibido de un número desconocido, pero que contenía una captura de pantalla por una transferencia bancaria y luego una conversación escrita entre el número de Renán y un número desconocido, pero que se podía identificar fácilmente como de Cassandra, ya que la mencionaba algunas veces:
(xxx xx xxxxxx): Amor, gracias ya recibí el dinero para la renta de nuestro nuevo apartamento.
Renán: Cassandra, sabes lo que te pedí, discreción, ante todo.
(xxx xx xxxxxx): ¿Por qué no quieres que se sepa que regresamos?
Renán: Voy a cumplir la promesa que le hice a mi abuelo, Cassandra.
(xxx xx xxxxxx): ¿Me castigas todavía?
Renán<
Al ver la palidez en el rostro de Madeleine, lamentó la forma tan cruda en la que expresó sus pensamientos, pero estaba sobrepasado en sus límites de tolerancia, parecía que todo el mundo tenía un hilo para manejarlo como marioneta.No obstante, pensó que también era cierta su convicción de que no habría ninguna otra mujer que doblegara su voluntad, no volvería a enamorarse, no entregaría de nuevo su corazón; Madeleine lo exasperaba, lo retaba y lo excitaba, le había gustado demasiado besarla sobre todo siendo el primero, pero su determinación era inquebrantable, se casaría con ella y al año justo tramitaría el divorcio.El también miró por la ventana a los trillizos, ese aspecto de su vida si era otro asunto, su padre nunca fue alguien cercano que fuera bueno con él o que le hubiera mostrado amor u orgullo, el único sentimi
Renán llamó a sus amigos y quedaron en reunirse en casa de Alberto ya que Edison estaba de alta y él lo tendría alojado hasta que se recuperara totalmente.Cuando se encontraron todos tenían las caras largas debido a sus asuntos personales, manifestaron estar inquietos y con una gran necesidad de desahogar las presiones que tenían en sus mentes.Ordenaron comida, cerveza y jugo de frutas para Edison, quien, a pesar de sus protestas, agradecía que sus amigos lo cuidaran tanto, prefería estar en casa de Alberto que en la soledad de su apartamento o con los empleados de la casa de sus padres. –Renán, necesito el permiso que le das a los padres primerizos porque debo cuidar al niño este –expresó Alberto, revolviendo el cabello de Edison. &n
Con la cerveza, la comida, los deportes y el estar juntos, aun cuando cada uno tenía en mente sus propios problemas de chicas, se sintieron tan reconfortados, que terminaron durmiendo en la sala de Alberto, muy maltrechos, pero apoyándose uno al otro.El olor a café recién colado los despertó, Helen Morgado, la señora que atiende el apartamento de Alberto, regresó de su permiso dominical y al entrar se encontró con la escena de cuatro hombres muy guapos tirados por cada sofá o butaca del salón, los conocía a todos, así que simplemente los vio y se fue a la cocina para prepararles un café bien cargado y un suculento desayuno.Helen ya tenía sus años, era una señora regañona y consentidora en partes iguales, así que luego de preparar una deliciosa comida, comenzó a protestar en voz lo suficientemente alta para despertarlos.&nb
En un abrir y cerrar de ojos, llegó el jueves, los días anteriores la comunicación entre Madeleine y Renán fue mínima, realmente él estuvo muy ocupado y ella se mantenía distante, respondiendo escuetamente a sus llamadas o mensajes, sin embargo, el Día de las Profesiones, estuvo frente a la casa de Maddy media hora antes de iniciar las clases.Inexplicablemente Liseth amaneció con un poco de fiebre y malestar de estómago, aunque ya los niños le habían dicho que Renán también la representaría, tanto Maddy como Deyanira entendieron lo que le pasaba y aceptaron que se quedara en cama ese día, decidieron consentirla para hacerla sentir mejor.Renán se acercó hasta la puerta, Deyanira le abrió y Maddy ya venía bajando las escaleras con los trillizos: –Buenos
Renán se había perdido en sus pensamientos por unos instantes, cuando volvió en sí tenía tres rostros muy atentos a sus expresiones y en espera de respuesta. –Le cuesta responder y eso me preocupa –señaló Justin. –No campeón, no te preocupes, solo me perdí un poco en mis pensamientos respecto a tu madre –confesó Renán–. Les puedo asegurar que también estaré pendiente de su madre, la apoyaré y protegeré. –¿Por qué? –indagó Bayron cruzando sus bracitos y mirándolo con los ojitos entrecerrados. –Porque es su madre y s
Echó la cabeza hacia atrás apoyándose en el espaldar del asiento, esperando a que su corazón retomara un ritmo normal, no le fue posible formarse una imagen de Diane Stuart, aun cuando había visto su foto detenidamente, no estaba registrada en su mente, trataba de justificar su olvido con el hecho de que había sido sexo de una noche.Con el terrible descuido de no haber usado protección, tal vez por el hecho de que nunca se imaginó que la iba a necesitar justo el día de su boda, también la influencia del alcohol en su sistema aunado al dolor que atenazaba su cerebro contribuyó a que sus acciones no estuvieran revestidas de su habitual conducta cuidadosa, precavida y razonable.Pensó en Madeleine Lawson, una joven menor de veinte años con semejante responsabilidad, criar tres niños, sola, sin apoyo económico ni emocional; eso sí lo hacía sentir mal, a e
Renán cerró la llamada sin esperar respuesta de su abuelo y se adelantó para darle la mano a Maddy y ayudarla a ingresar al vehículo que seleccionó de su lujosa colección para ese día, un Rolls-Royce color beige y vino tinto, conducido por su chofer de siempre, pero que ese día vestía de esmoquin. –Buenos días –saludó al estar frente a ella–, ¿puedo decirte lo hermosa que luces? –Sí, puede hacerlo –respondió con frialdad. –En menos de una hora serás mi esposa, ¿seguirás tratándome así? –Lo pensaré.Ren&aacu
El resto del trayecto lo hicieron en silencio, pero, de nuevo, cada uno estaba sintiendo comodidad al lado del otro. Al llegar a la casa del lago se llevaron una grata sorpresa y recibieron una ruidosa bienvenida: –¡Vivan los novios! –gritó Alberto y les lanzó pétalos de flores. –¡Felicidades parejita! –manifestó Román. –¡Felicitaciones hermano, bienvenida cuñada! –expresó Paula Daniela.Renán los miraba a todos interrogantes hasta que lo entendieron. –El abuelo nos invitó –se excusó Alberto.