C109- SEÑORA STANTON.Grace estaba frente al espejo, ajustando los últimos detalles de su atuendo mientras su nana la miraba con una sonrisa llena de orgullo.—Ahora sí pareces la Grace que conocí, mi niña —dijo con ternura, cruzando los brazos mientras la observaba.Emma y Olivia, que estaban sentadas en la cama, la secundaron con entusiasmo.—¡Sí, mami! Nunca te habías visto tan bonita —exclamó Emma, aplaudiendo.Grace les sonrió a todas, sintiendo una mezcla de nervios y confianza renovada. Terminó de ajustarse el pendiente y dio una última mirada a su reflejo. La noche anterior había hecho unas compras rápidas, algo que no solía hacer, pero si iba a enfrentarse a Alaric Stanton, lo haría a su altura. No permitiría que él la desestimara por su apariencia. Además, ¿a qué mujer no le gustaba darse un gusto comprando ropa nueva?Para ese día, había elegido un vestido ejecutivo de color azul oscuro, ajustado en la cintura, con un escote discreto pero elegante y mangas largas. La falda
C110- MI HIJA GRACE BLACKWELL.Cuando la puerta de la sala de juntas se abrió, el silencio llenó el ambiente. Alaric Stanton alzó la mirada desde su asiento, con las cejas fruncidas, claramente molesto y confundido. Sus ojos se clavaron en la figura que entraba al salón y no pudo evitar preguntarse qué demonios hacía Grace allí.Ella entró del brazo de Alexander, y lo hizo con una elegancia que parecía natural, como si hubiera nacido para caminar en ese tipo de escenarios. Su vestido y su porte seguro enviaban un mensaje claro: no era la misma mujer que Alaric había humillado. Detrás de ellos llegó Lucien, quien cerró la puerta tras de sí; su expresión era tensa, pero controlada.—Buenos días, señores. Espero que no hayan esperado mucho.Los presentes se levantaron casi de inmediato; sin embargo, Alaric no se movió. Permaneció sentado, con una expresión de desdén en su rostro; sus ojos no podían apartarse de Grace.—¿Qué hace ella aquí? —la pregunta salió como un veneno, dejando claro
C111- LA DECISIÓN ES TUYA.—¡¿Qué significa esto, Alexander?! —exigió—. ¿El treinta por ciento? ¿Ella? Esto debe ser una broma. No puedo imaginar que alguien como tú —dijo, señalando a Grace con desprecio— tenga la capacidad de manejar algo tan crucial.Grace no pestañeó. Su rostro permaneció sereno, pero sus ojos mostraban un destello de acero. Lo enfrentó, sin vacilar un segundo.—¿Alguien como yo? —repitió—. Oh, entiendo. Quizás te refieres a alguien joven, o tal vez a una mujer. Pero lo que olvidaste considerar, Alaric, es que no estoy aquí para pedir tu aprobación. Estoy aquí porque tengo algo que tú no puedes ignorar: el treinta por ciento de esta empresa... y un apellido que pesa tanto como el tuyo.Alaric apretó los dientes, intentando mantener la compostura, pero era evidente que la situación se le iba de las manos.—Mira, niña —dijo, con un tono cargado de sarcasmo y desprecio—. Esta empresa no es un juego de muñecas. Aquí se toman decisiones serias, decisiones que requieren
C112- LA DECISIÓN ES TUYA.—Así que, hija… la decisión es tuya —dijo Alexander, su tono solemne y definitivo—. ¿Te casas o no con Lucien Stanton?Alexander la miraba con una ternura que contrastaba con la firmeza en sus ojos. Era la mirada de alguien dispuesto a enfrentarse al mundo entero si con ello lograba protegerla. A su lado, Lucien se mantenía de pie, pero su aparente seguridad comenzaba a desmoronarse. Había un destello de vulnerabilidad en su expresión mientras esperaba, casi conteniendo la respiración, la respuesta de Grace.Por otro lado, Alaric observaba la escena con una satisfacción apenas disimulada. Todo iba tal como lo había planeado. Si Grace aceptaba, Alexander tendría que ceder un porcentaje significativo de sus empresas. Pero si ella se negaba, Alexander enfrentaría una penalización económica devastadora: una cláusula en el contrato estipulaba que tendría que pagar una indemnización multimillonaria a los Stanton, lo que pondría en riesgo la estabilidad de varias d
C113- CRISANTEMOS.Kate estaba sentada en el sofá, mirando por la ventana mientras la lluvia golpeaba suavemente los cristales. Hacía una semana que no sabía nada de Aaron, y aunque intentaba mantenerse ocupada, la incertidumbre comenzaba a desgastarla. De repente, el timbre de la puerta rompió el silencio. Al abrir, se encontró con un hombre vestido impecablemente, con una carpeta en mano y una sonrisa profesional.—¿Señora Anderson? —preguntó el hombre, ajustándose las gafas.—Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarle?El hombre extendió una carpeta hacia ella.—Soy del equipo de bienes raíces encargado de la propiedad que el señor Anderson adquirió recientemente. Estoy aquí para informarle que la casa está lista para ser decorada. Él solicitó algunas remodelaciones específicas, y ahora todo está en orden. Solo faltan los toques finales, y quería entregarle las llaves personalmente.Kate sintió que el aire se detenía a su alrededor. ¿Una casa? ¿Aaron había comprado una casa? Su corazón com
C114- VUELO A FRANCIA.Madison, temblando de rabia, se soltó bruscamente y, en un arrebato, empujó a Kate hacia atrás, haciéndola tropezar y golpearse la cintura contra el borde de una mesa, dejando escapar un jadeo de dolor.Madison se inclinó hacia ella, con una sonrisa cruel.—¿Ves? No eres tan fuerte como crees. Y Aaron no va a salvarte, Kate. Porque, al final del día, eres solo un adorno. Una esposa perfecta para mostrar al mundo, mientras él sigue siendo el mismo mujeriego de siempre.Kate se irguió, ignorando el dolor en su costado. Su mirada era de puro fuego, pero no respondió. Tomó su bolso y caminó hacia la salida. Al cruzar el umbral, sintió cómo la rabia y el dolor la consumían. La casa que debía ser un símbolo de un nuevo comienzo ahora se sentía como una prisión, un recordatorio de lo frágil que era su relación con Aaron. Pero si algo sabía con certeza, era que no iba a dejar que Madison ganara.No ahora.No nunca.Dos días después, el teléfono de Kate sonó. Era Aaron.
C115- ¿QUIERES COMPARTIR LA CAMA CON TU CUÑADO?Lucy dejó el teléfono sobre la mesa, pero su mano temblaba ligeramente. Sentía un peso en el pecho, como si cada decisión que tomaba la hundiera más en un terreno que no podía controlar. Cuando se giró, los ojos de Eros ya estaban sobre ella, esos ojos grises que parecían leer cada uno de sus secretos.—¿Le enviaste el mensaje? —preguntó él, acercándose con pasos firmes, casi felinos.Lucy asintió.El calor subió a su rostro, aunque no estaba segura de si era por el nerviosismo o porque su presencia llenaba la habitación de una forma que la hacía sentir vulnerable.—Sí, lo hice.Eros se detuvo a un paso de ella, inclinando ligeramente la cabeza mientras sus ojos la estudiaban.—No veo por qué tenías que comunicarle nada. Dijiste que tu familia no te ayudaría.La proximidad hizo que Lucy sintiera su perfume, una mezcla sutil de madera y especias, y ese simple detalle desestabilizó su concentración. Se obligó a enfocarse en las palabras, no
C116- CONFÍA EN MÍ. Aaron se detuvo frente a la imponente puerta de madera tallada. Apenas levantó la mano para tocar el timbre, esta se abrió automáticamente, revelando un pasillo iluminado por candelabros de cristal que colgaban como joyas del techo. Su corazón latía con fuerza, pero no era momento de vacilar. Respiró hondo y cruzó el umbral, decidido a encontrar respuestas. El camino de piedras lo guió a través de un jardín perfectamente cuidado, con rosales en flor y fuentes de mármol que murmuraban suavemente. La mansión, majestuosa y de ensueño, parecía sacada de un cuento de hadas francés. Todo en ella gritaba poder, dinero y exclusividad, pero también lo hacía sentir fuera de lugar. ¿Qué hacía Lucy allí? ¿Quién era el dueño de ese lugar? Al llegar a la entrada principal, un hombre mayor, impecable en un traje negro y guantes blancos, lo esperaba con una postura rígida y casi intimidante. —¿Señor Anderson? —preguntó con voz grave. Aaron asintió, tragando saliva. —Por aquí