Sanando

Lo dejó desahogarse, no llora fuerte, no se estremece, ni grita, nada de eso, solo siento como sus lágrimas mojan mi hombro y eso coloca mi corazón arrugado, ¿quién sabe cómo morirían todos? ¿Quién sabe cuánto tiempo debe haber cargado con este dolor? Cuando siento que se está calmando me separó un poco de él y tomo su rostro entre mis manos. Él trata de zafarse, pero no lo dejo, oye, no debes sentir vergüenza, es más, me siento afortunada de poder ayudarte a sanar, sé que es mucho dolor el que debes tener dentro y si puedo ayudarte con gusto lo haré.

Pero prométeme que nunca tendrás vergüenza o por lo menos no delante de mí, debo admitir que he quedado impactada, nunca pensé que vendríamos a este lugar. Por otra parte, me agrada que tengas este tipo de confianza conmigo, sé que esto es algo muy personal y tranquilo, estaré aquí para ti todo el tiempo que necesites… es más, te prometo que te acompañaré todos los domingos a traerles flores.

— ¿por qué eres así, dime de dónde saliste?
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