Los chicos esperaban fuera de la sala de partos, noticias del nacimiento del nuevo integrante de la familia, junto con Diego, quien permanecía conectado con ellos por video llamadas.
—¡Yo quiero que sea niña! Así tendrá a sus dos hermanos para que la cuiden, además, así Bianca deja de ser la consentida de don Marcos Estebans Véliz Zuloaga —mencionó con burla Diego. A pesar de la distancia, observó la mirada pendenciera que le dio su hermana.
—No me simpatizas Diego Estebans, además, espero que sea varón para que dejes de ser el consentido de mi mamá —protestó la chica.
—¡Eso no es cierto! Diego no es el preferido de mamá, soy yo por ser el mayor —protestó Marco con una sonrisa de suficiencia.
—¿Estás seguro de ser el mayor hermano? ¿Quién llegó a esa conclusión? Mamá no sabe ni siquiera quién de los dos nació primero ¿Les creeremos a unos delincuentes que ni siquiera le habrán prestado atención a eso? Quizás después de tanto tiempo resulte que soy el
Miguel observó a Anaís sintiéndose un poco avergonzado, sabía que tenía bien merecido su desprecio, por no haber sido una buena persona en el pasado, mas desde el momento en que la vio pálida, desangrándose, algo cambió en su interior, quería ser una persona diferente.—No he sido un buen hermano, muchas veces también te golpeé y te traté mal y no creas que me estoy justificando, pero no soy solo yo el responsable de todo. En la casa únicamente he visto eso, papá golpeando a mi mamá, a ti, insultándolas, llegó un momento que eso tan desagradable se normalizó ante mis ojos, lo vi natural, parte de mi mismo.» Pero el ver como intentaba llevarte para venderte, mirarte inconsciente, pálida, a punto de morir porque preferías acabar con tu vida en vez de permitir un acto de abuso en tu contra, me hizo sacudir y replantearme mi vida. Yo quiero cambiar, no quiero convertirme en otro hombre como mi papá, ¡No quiero ser así! Cuando tenga mis hijos quiero protegerlos, ser un buen papá,
Diego tenía una lucha en su interior, no sabía qué había esperado de la relación entre su hermano Marco y Anaís, cuando se marchó su intención de apartarse, fue para dejarlos ser felices y no intervenir en sus vidas, sin embargo, en ese momento se daba cuenta que no fue sincero consigo mismo, pues esperó fue la noticia del fin de su relación. Por otra parte, a pesar de que en Grecia tuvo uno que otro encuentro casual con alguna chica, sin ningún tipo de compromiso, siempre se imaginaba en el lugar de ellas a Anaís, él hizo muchos intentos de olvidarla, mas no pudo hacerlo, nunca durante todo ese tiempo dejó de pensar en ella, ni siquiera un solo día. Una hora después de haber leído la invitación, había comprado los boletos aéreos, saldría en cuatro horas, su vuelo haría escala en Roma, Madrid y de allí a San José. Se duchó, preparó su maleta, revisó cada habitación para dejar todo en orden en el departamento y se sentó en el sofá a esperar ansioso por Diana, rogando en su interior
Anaís al escuchar su nombre alzó la mirada, poco le faltó para caer desmayada por la impresión de ver a Diego, porque no tenía dudas de que esa era la identidad del joven parado frente a ella. Cualquiera podía apostar que no podía diferenciarlos, después de todo solo compartió con él una sola vez, pero la realidad es que su cuerpo vibraba como las cuerdas de un violín ante la sola presencia del hombre, además, Diego tenía los músculos más esculpidos que los de Marco.—Die… go —. Apenas pudo pronunciar las palabras— ¿Estás aquí? ¿Cuándo llegaste?Sabía que parecía una idiota haciendo esas preguntas, sin embargo, verlo allí causó una fuerte conmoción en su interior, no podía contener esa creciente emoción que se agitaba descontroladamente en su pech
La chica sintió un corrientazo recorrerla de pies a cabeza, estaba hipnotizada por esos ojos que la miraban con intensidad, igual le pasaba al chico que por un momento se quedó sin palabras.—¡Lo siento! —dijeron ambos al mismo tiempo y sonrieron.—¿Me puedes permitir levantarme, por favor? —pidió el joven, sin poder ocultar el nerviosismo que le producía estar cerca de la chica. Ante su pregunta, el rostro de la jovencita se tiñó de carmesí, sintiéndose avergonzada.—¡Perdón! —exclamó con rapidez, intentando levantarse, aunque al parecer le había dado por convertirse en una torpe, porque justo cuando lo hizo perdió de nuevo el equilibrio y el muchacho debió sostenerla.—¡Te tengo de nuevo! —. Los dos se quedaron uno cerca del otro, mirándose sin ejercer ningún movimiento, se sent
Diana apartó su boca de la de Diego, y le dio un empujón haciéndolo caer de bruces a un lado del sofá y empezó a darle golpes muy indignada, sin parar de llorar.—¡¿Qué diablos te pasa?! ¿Te volviste loco? ¿De cuándo acá me ves como una mujer? —lo tomó por las mejillas y se las apretó con fuerza mientras las lágrimas rodaban por su rostro.» ¡No se vale Diego, eso no se vale…!—dijo con un profundo sentimiento de tristeza—. Los hermanos no se besan en la boca y yo te veo como mi hermano... Esto solo significa que no me respetas, ni me ves como hermana, te quieres acostar conmigo por despecho, sin importarte yo, mis sentimientos, mis pensamientos. ¡Eso no de vale!Diego vio el rostro desencajado de Diana y una bruma de cordura llegó a su mente, se sintió tan culpable «¿En qué diab
Después de hacer el amor, ella colocó la cabeza en el pecho de Evan, no había en su humanidad el mínimo rastro de arrepentimiento por lo sucedido hacía un momento, ella estaba completamente segura de sus sentimientos. Su mamá le dijo que supo el momento exacto cuando se dio cuenta de que su padre era la persona adecuada, y ella también lo sintió, sabía desde siempre de que Evan Kyriakidis era el hombre de su vida.—Gracias, fue algo hermoso, nunca imaginé que hacer el amor era algo tan místico, sublime e intenso, es como si en ese preciso instante, nuestras almas se reconocieran y hubiesen estado esperando esa oportunidad para conectarse y hacerse una sola —expresó ella sin poder contener su creciente emoción, al punto de sentir sus ojos humedecerse.—¡Así es mi amor! Porque cuando te entregas a la persona adecuada y te haces una sola con ella, es m
Bianca sintió como su corazón se estremeció en su pecho, la emoción la desbordaba, empezó a llorar de la alegría, miró a sus padres, su madre sonreía y su padre observaba con los ojos abiertos de par en par.—¡Si te acepto! Me quiero casar contigo cuando quieras ¡Te amo! —exclamó lanzándose en los brazos del hombre sin dejar de moquear, mientras él sonreía feliz, le tomaba su mano y colocaba el anillo.—Si es cuando yo quiera, entonces ¡Vámonos ya al registro y casémonos!—¡Estás loco! Mi hija debe casarse con una boda de ensueño, todo digna de una princesa como ella, ¿O Acaso crees que ella es huérfana para que te cases en una ceremonia clandestina? —miró a Lía y vio un atisbo de dolor en sus ojos y se dio cuenta de que había metido la pata hasta el fondo.
Miguel se dio cuenta de que Marco no iba a decirle nada, sin embargo, dejó sentada su opinión. —Si esto se trata de un plan para ayudar de alguna manera a tu hermano, déjame decirte que él no tiene ningún interés en Anaís, además, no se merece una mujer como mi hermana, es demasiada buena para Diego —Marco se mantenía impasible y eso causaba mayor molestia en Miguel— ¿Me estás prestando atención? ¿Si acabas de escuchar lo que te dije? Nadie me lo contó, yo los vi cuando estaban a punto de tener sexo en el sofá de la suite dónde se están hospedando, ella es hermosa, una hechicera y… —se interrumpió apretando los dientes con molestia. »Marco, no quiero que Anaís sufra, ya lo ha hecho lo suficiente en su vida, no la usen para jugar con ella. Ese matrimonio entre ella, aunque no me agradaba al principio, ahora pienso que es preferible a verla enredada con un hombre como Diego, de ustedes dos tú eres un mejor chico, además, te respeto y te admiro y… —Miguel, n