🌿 El Reino de las HadasUn dominio cerrado, oculto entre los pliegues del tiempo y la naturaleza. Sus habitantes eran celosos de su magia, guardianes de secretos que ninguna otra criatura podía conocer. No permitían el contacto con otros reinos, y aquellos que entraban sin permiso… nunca regresaban.Mayory había renunciado a su mitad sirena por amor. Sus alas de hada, tan hermosas como letales, le impedían regresar a Marabí, pues el océano ya no reconocía su esencia.El rey soltó un profundo suspiro.—Perdimos todo contacto con la princesa Mayory… No sabemos dónde está.Las palabras pesaron como una losa en el corazón de los presentes.Un reino debilitadoMarabí era ahora el reino más vulnerable. Sin sus príncipes “Archer, Dante y Mayory”, la barrera dependía únicamente de la magia de los reyes. Y eso no era suficiente. Se necesitaba al menos el ochenta por ciento del poder de la familia real para mantenerla estable.—Yo reforzaré la barrera. —La voz de la reina Leila se alzó con det
—La mente es frágil, caprichosa… guarda secretos que a veces se pierden en el olvido. Pero el corazón… —susurró ella, acercándose apenas un poco más—. El corazón es distinto. Es un guardián silencioso de lo que realmente importa. Allí están las verdades que ni la mente se atreve a recordar. Y el tuyo no es cualquier corazón, Archer… es el de un príncipe. Con mi magia, podré sumergirme en su esencia y descubrir lo que ocurrió aquel día.Archer sostuvo su mirada sin pestañear.—¿Tienes algo que ocultar? —Maliza ladeó el rostro, desafiándolo con esa sonrisa enigmática.—No —respondió él sin dudar, con una seguridad que haría derretir a cualquier mujer. Una sonrisa encantadora se dibujó en sus labios, una que Maliza intentó ignorar, aunque su piel hormigueó con un calor desconocido.—Muy bien… —murmuró ella, casi para sí misma—. Pero antes… debes quitarte el polo. Necesito tocar tu corazón.Archer no titubeó. Llevó las manos al borde de su camisa y la deslizó por su torso en un movimiento
Maliza cerró los ojos, concentrada. El hechizo se intensificó. Por fin, las formas de la joven comenzaron a perfilarse… pero su rostro seguía envuelto en una neblina mágica imposible de atravesar.—No puede ser —dijo entre dientes—. Con este nivel de magia… debería verla con claridad.Algo no cuadraba. Con Archer tan vulnerable, no había razón para que su hechizo fallara. Y entonces lo entendió.—La está protegiendo —dijo con voz baja, casi temblorosa—. Es su subconsciente… su magia bloquea su identidad por completo.Una carcajada amarga le escapó de los labios.—¡Archer, eres un idiota! Pensé que los príncipes de Marabí eran más inteligentes… ¿¡Pero sacrificarte por una mujer cualquiera!? ¡Eso no tiene ningún sentido! Solo una cabeza hueca haría algo así… Y pensar que llevas la sangre de Varión…Maliza respiró hondo, pero no logró calmar la punzada en su pecho. Era una mezcla venenosa de rabia, celos… y algo peor: envidia.Envidia de esa muchacha desconocida que había robado el coraz
En cuanto su cuerpo tocó el agua, la transformación comenzó. La magia la envolvió como un susurro antiguo. Su cabello, antes opaco, se tiñó de un rosa brillante con destellos violetas que danzaban bajo la luz. Su rostro, que durante años se había escondido bajo una apariencia anciana, rejuveneció con una luz suave que pareció acariciarla desde dentro. Su piel se tornó tersa, luminosa; sus labios adoptaron un rosa dulce, como el de las flores de coral.Entonces apareció: su cola. Una cascada de escamas nacaradas, color rosa chicle, que brillaban como estrellas líquidas en movimiento. En su brazo derecho, la marca del reino de Clifford resplandeció, grabándose con fuego dorado.Sus ojos, ahora de un dorado profundo, se abrieron con claridad absoluta.Y por primera vez en cien años, Maliza volvió a respirar como sirena.Tomó una bocanada de agua, y su cuerpo se llenó de energía. De vida.Estaba completa. Estaba en casa.Era ella otra vez.En la orilla, Archer sintió el llamado. Las olas
Reino de CliffordLos reyes, príncipes y princesas se hallaban reunidos en el Gran Salón. Allí, donde las estrategias más sombrías de guerra eran concebidas, los monarcas de Clifford tejían su contraataque. El conflicto contra Atargatis no podía postergarse más. Los tambores de guerra ya resonaban, y las alianzas habían sido selladas con los reinos del norte y del sur. Clifford era el único con la fuerza suficiente para detenerla.— Comandante Balthor, ¿cómo van los preparativos? ¿Has…? —la voz del rey se desvaneció de repente.Un silencio pesado cayó sobre la sala. La reina y la princesa heredera, Ermys, alzaron la mirada hacia él, pálidas. También lo habían sentido.La mirada del rey se volvió hielo: la misma que usó el día del juicio de Archer. La reina frunció el ceño, inquieta, sabiendo que los tiempos oscuros ya no estaban por venir… habían comenzado. Y los ojos esmeraldas de Ermys, antes nobles y brillantes, se encendieron con un fuego devastador.—Él ha vuelto —susurró ella, c
— Su Majestad — La voz de uno de los guardias lo sacó de sus pensamientos, interrumpiendo el torbellino de dudas que giraba en su mente.Brandon levantó la mirada, centrando su atención en el guardia real que se encontraba frente a él.— ¿Encontraron el paradero de Alan? — La pregunta salió con una intensidad contenida, una tensión sutil pero palpable en sus palabras.El guardia, Marcus, inclinó ligeramente la cabeza antes de responder.— No, Su Majestad, pero ha enviado un mensaje. Está volviendo a Clifford.El rey asintió lentamente, procesando la información, pero algo en su interior le decía que ese regreso no era tan simple como parecía. Algo no encajaba, algo permanecía oculto bajo las palabras.— Gracias. Excelente trabajo, Marcus. — La respuesta fue breve, pero su tono grave reflejaba una mezcla de agradecimiento y, al mismo tiempo, de preocupación. El guardia hizo una reverencia y se retiró con paso firme, dejando al rey de Páradise solo, nuevamente atrapado en la maraña de p
Reino de Marabí:Los reyes Argos Dumont y Leila ya habían comenzado los preparativos. No necesitaron mensajeros ni advertencias: lo supieron en cuanto sintieron una vibración antigua recorrer las aguas. El corazón de una madre, el instinto de un rey... ambos lo presintieron en el instante exacto en que sus hijos cruzaron el umbral del mar.Habían regresado.Pero no todo era júbilo.En la mente de los príncipes, las emociones se agitaban como una tormenta subacuática. Había ilusión, sí… pero también dudas.Volver al reino era como cruzar una puerta sellada por el tiempo y el miedo. Quizá sus padres los abrazarían con el alma, pero… ¿y el resto de Marabí? ¿Los recordaría con afecto… o con desconfianza?Maliza sentía el corazón latirle con fuerza. El solo pensar en volver al reino que la vio nacer la llenaba de una emoción que apenas podía controlar. Aquel paisaje se había borrado poco a poco de su memoria tras tantos años viviendo en Clifford, pero algo en su interior vibraba como si la
Frente a sus ojos, se extendía un paisaje que parecía arrancado de un sueño olvidado. ¿De dónde había salido todo eso? Archer, Dante, Alan y Maliza apenas podían parpadear, atrapados por el hechizo de lo que se desplegaba ante ellos.Al cruzar las puertas que custodiaban el ingreso al reino, una lluvia de perlas danzó sobre sus cabezas, y una corriente cálida los envolvió con la suavidad de un susurro ancestral. Trompetas de coral resonaron desde las alturas, mientras un coro de sirenas entonaba melodías tan antiguas como el mar mismo, envolviendo el aire en un halo de magia pura.—Woh… —fue todo lo que Maliza alcanzó a decir, hipnotizada por la calidez y esplendor de la bienvenida.—Esto es… impresionante —murmuró Alan, soltando una risa leve, casi incrédula, al contemplar la belleza desbordante que los rodeaba.Todo, absolutamente todo en el reino de Marabí, parecía vibrar con vida propia. Los corales, tallados con formas imposibles, resplandecían con tonos iridiscentes, y las perla