Capítulo 75. ¿Dónde está ella?

Izan

Me llevé la mano a la cabeza, sintiendo una profunda tristeza por Elizaveta. Es que ni en mis peores momentos habría permitido que ni siquiera mi peor enemiga pasara por algo como eso.

Estaba inquieto. Impaciente. Quería que el amanecer llegara ya. Quería salir de la visita de nuestras madres y ver cómo amanecía Elizaveta y que esperara. Que Dante recuperara la lucidez, si es que todavía tenía alma para encontrarla entre tanto odio y alcohol.

A las cinco de la madrugada salí de mi habitación. Me detuve frente a la puerta donde la había dejado. Pregunté por su estado.

—Sigue dormida, señor —me respondió una de las mujeres. —El médico la estabilizó, pero dijo que el cuadro es delicado. Está muy débil.

Asentí. No había tiempo para más.

Tenía otro infierno que enfrentar.

Caminé con decisión por los pasillos hasta llegar a la habitación de Dante. El olor a licor y sudor me golpearon antes de que abriera por completo la puerta. Todo estaba hecho un desastre: botellas vacías, cristales
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