30. Hermanos

Daniel tuvo que sostenerme o me caería, estaba tan emocionada de que estuviera allí que no podía controlarme. 

Me depositó de nuevo en el suelo.

— ¿Por qué no me dijiste que venías? — pregunté con una enorme sonrisa.

— Quería que fuera una sopresa—me dijo—¿Qué tal estás?

— Después de verte, mejor.

Dejé que entrara en casa. Viajó la mirada por todo el salón.

— ¿No es un poco pequeña la casa? — preguntó.

— Tiene un tamaño suficiente para dos mujeres como nosotras. ¿Qué te trae por aquí?

— Un caso que necesito cerrar en persona. — tomó el libro que estaba leyendo de la mesa y lo ojeó — "La hija de la otra orilla" — leyó la cubierta. 

— Estaba empezando a leerla.

— ¿Y no te apetece salir por allí?

— ¡Por supuesto! — dije llena de entusiasmo— voy a cambiarme.

Corrí a mi cuarto, me quité lo que llevaba puesto y rebusqué en mi armario algo cómodo de ponerme. Un gersey de algodón y unos pantalones con zapatillas. Dejé mi pelo suelto, cogí mi moc
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