Alejandra y Diego entraron a la casa bastante tarde, habían pasado todo el día en el pueblo, fue muy placentero compartir con Fer y Rafael, saltaron de tema en tema y así se les fue la noche.—¡Diego, Diego!— llamó Ale a Diego bajito al ver a Gerónimo sentado en la sala solo y en penumbras—que tiene Gerónimo ¿eh?, está ido, raro, yo nunca lo había visto así.—Buenas noches Gerónimo, ¿todo bien?—habló en voz alta Diego para que Gerónimo lo escuchara.Este se levantó y caminó como un alma en pena hasta estar parado frente a Diego, no dijo nada, solo se dedicó a observarlo.Diego se puso nervioso, sabía lo que había detrás de esa actitud.—Alejandra, mejor nos vamos para el cuarto.—Espera—le dijo Gerónimo interrumpiéndole el paso— ahora sé porqué siempre a pesar de todo me has caído bien.—Diego contrajo cada uno de sus músculos.—Porque me hubiese gustado ser como tú— lo miró fijo—debí haber tenido la valentía de casarme con la mujer que amaba como lo hiciste tú, debí haber tenido el v
Diego llegó bien temprano a casa de su tía, quería hablar con ella.—¿Pero tú estás loco?— le preguntó Hortensia a Diego escandalizada.—Es mi mujer y no quiero secretos con ella, quiero contarle todo, ¿acaso eso es tan difícil de entender?—Lo sabía, el día que entraste por esa puerta diciéndome que te habías casado ¡lo sabía!—¿Pero que de malo hay que yo le diga a ella quien soy realmente?—¡Todo!—le respondió Hortensia descontrolada—ella es blanca, ¿cómo crees que va a reaccionar? —Te he dicho mil veces que Alejandra no es prejuiciosa, no le va a importar que yo sea negro, además, si tan mal te cae ¿qué importa si cuando lo sepa me deja o no?—Porque va a ir contra ti con todo y porque es la hija de esa mujer, la que se metió en el medio—dijo con un odio latente en cada palabra.Diego respiró profundo antes de continuar hablando, era su tía, casi su madre porque lo había criado desde pequeño, así que no quería lastimarla pero tenerle ese odio irracional a una persona solo por su
“Diego Ibarra no es más que un negro liberto”Esa frase se repetía una y otra vez en su cabeza.—Amor, discúlpame por demorarme es que Rafael y yo hicimos un montón de cosas en el pueblo hoy y hasta fuimos a ver al alcal…—¿Eres un negro liberto?— lo interrumpió Ale con lágrimas en los ojos.—¿Quien te dijo eso?—preguntó Diego asombrado.Ale le sonrió—entonces es verdad.—¿Y eso importa acaso? ¿Te molesta tener a un negro por marido?—le rebatió él molesto, ¿y si después de todo su tía tenía razón?Alejandra tuvo que secarse una lágrima.—Me molesta que se lo hayas dicho a ella y no a mi.—¿A ella, de que hablas Alejandra?—¡Ay Diego!— dijo ella levantándose de la cama y encarándolo— no tienes que disimular más, tú y esa… mujer siempre han tenido algo más que un mero entretenimiento, posiblemente lo sigan teniendo.Alejandra no podía evitar que las lágrimas le corrieran por sus mejillas.—Si estás hablando de Fátima estoy cansado de decirte que ella no es nada mío.—¡Y entonces como es
—A ver, primero que todo cálmate—le dijo Juliana— porque así no puedes ni hablar ni pensar.Alejandra se limpió la cara y respiró varias veces profundo.—No sé que habrá pasado entre ustedes, no tengo la menor idea de que habrás visto pero lo sí te puedo decir es que Diego no quiere a Fátima, no de la manera que te quiere a ti.—Pero mima yo…—Alejandra, te voy a decir una cosa, Diego está aquí hace un año más menos, tú no existías para él y Fátima sí y jamás, escúchame bien jamás pasó la cosa de un mero revolcón ¿ se acostaron? Claro que si, Diego es hombre y ella bastante que se le regaló, pero contigo él es diferente hija—le acarició el rostro— no dejes que esa arpía cree una desunión entre ustedes, yo sé lo que te dijo.Ale que ya estaba más calmada empezó a hablar.—Mima yo lo quiero, pero no estoy segura de lo que siente él por mi, no sé lo que me está pasando, yo nunca he sido insegura—bajó la mirada—pero… pero con él todo es diferente.—¡Ay mi niña!— le sonrió con mucha ternur
—Diego, que sorpresa pasa— le dijo Rafael indicándole para que entrara en su oficina.—Pasé por la casa y Fer me dijo que estabas aquí.—Si, ya sabes, retomando la rutina diaria, cuéntame, que te trae por aquí.—Pues… el cuento es largo, pero déjame puntualizar lo más importante, soy un esclavo liberto.Rafael se quedó frío, no esperaba una confesión de esa magnitud.—¿Estás hablando en serio?—Si, muy en serio y espero que eso no sea un problema para ti.—¡Pues claro que no!, creo que te has dado cuenta que no valoro a las personas por su color de piel, sino por su comportamiento, para mi tú sigues siendo un hermano seas del color que seas.—Bien, entonces pasemos a la confesión número dos—le dijo Diego muy serio—tengo una tía en las afueras del pueblo, Hortensia se llama, es una negra liberta, es mi única familia, bueno, ahora están ustedes claro.—Espera, espera—lo interrumpió Rafael—es… es demasiada información de golpe, ¿porqué me estás diciendo todo esto?—Porque tengo que irme
—Mi madre y él se conocieron cuando a ella y a mi tía el padre de Gerónimo las compró—comenzó a contarle—eran muy jóvenes en aquella época, me cuenta mi tía que desde que Gerónimo vió a mi madre se deslumbró con ella.—¿Y ella?, digo porque me resulta difícil imaginar que una mujer se enamore de Gerónimo.—Pues si, por esas raras cosas que tiene la vida mi madre también se enamoró de él, su relación no fue de esas tantas obligadas entre amo y esclavo.—Tal vez en aquella época él no era lo que hoy en día es.—Puede ser, no sé, solo sé que el padre de Gerónimo lo descubrió y fue cuando arregló el matrimonio con tu abuelo y lo casó con tu madre.—Por eso siempre la odió tanto— pensó en voz alta Ale—estaba enamorado de otra mujer.—A mi madre y a mi tia la vendieron inmediatamente y a los pocos días fue cuando mi madre se dió cuenta que estaba embarazada de mi.Diego sonrió— dice mi tía que se puso muy contenta, a pesar de todo seguía amando a Gerónimo. Mi madre jamás dijo que estaba emb
Ale estaba a la orilla del rio vomitando hasta las ganas de vivir.—¿¡Amor, que pasa, porqué estas así!?—le preguntó Diego preocupado.—Tranquilo, no te preocupes, es solo que la comida me cayó mal.—¿Estás segura?—Si, es solo eso, ya me siento mejor, solo ayúdame a levantarme.Alejandra si te sientes mal dímelo por favor, yo retraso el viaje si es necesario pero no te voy a dejar enferma.—Te lo juro, yo estoy bien, solo fue dolor de panza, nada más.Ale realmente no se sentía bien, pero tampoco quería preocuparlo porque en realidad ni ella misma sabia que era lo que tenia.—Bueno, entonces si es así me voy más tranquilo.Ambos se abrazaron por un rato hasta que llegó la hora de partir.—Amor, ya tengo que irme.Ale lo apretó más.—Alejandra, tengo que irme.Ale lo soltó a regañadientes.—No te pongas así, ya verás como los días se van volando ¿si?—Diego, cuídate por favor.—No te preocupes, todo va a estar bien.Le dio un abrazo y un beso, recogió las cosas y salió caminando sin m
Al igual que se iban desvaneciendo las marcas en el cuerpo de Ale hechas por Diego en su última noche de pasión se iban desvaneciendo los días, Ale contaba cada uno con extrema ansiedad, sabía que cada uno que se fuera la acercaba al regreso de Diego, eso que ella tanto anhelaba.Llevaba días sin sentir mareos pero las revolturas de estómago persistían, no le había dicho nada a Juliana para no preocuparla pero realmente no se sentía muy bien.La hacienda marchaba a buen ritmo, ya se estaba notando el cambio, tenían buenos compradores y estaban produciendo cada día más. Gerónimo estaba tranquilo, llevaba tiempo que no se metía en nada de lo de la hacienda, prácticamente ni aparecía por ahí, lo de él era recibir su dinero y nada más.—Ale, hija, ¿dónde estás? Juliana andaba buscando a Ale por toda la casa, era la hora de cenar y no aparecía. —Hija, dónde andabas, llevo rato buscándote ven, siéntate a cenar ya me tenías preocupada.—Mima, es que no me siento bien, tengo el estómago rev