CAPITULO OCTAVO
Esa noche, Mario me llevó a cenar al más lujoso restaurante de Roma, luego fuimos paseando disfrutando de la hermosa noche que, hacia hasta llegar a la plaza del Vaticano, asombrándome de lo precioso que era todo.

— Mañana te enseñare más monumentos, ya es tarde y estarás cansada — me dijo

— Con una condición —le dije — me tienes que invitar a un helado en Giolitti, sé que es la heladería más famosa de Roma ¿Qué me dices? — le pregunte

— Sus deseos sonó auguri per la mía signora — me dijo riéndose

Cuando regresamos a la habitación del hotel, Mario cogió una manta y una almohada preparándose el sofá para dormir, me quede sentada en la cama mirándolo pensativa,

— Que descanses — me dijo

Apagué la luz tumbándome en la cama, pero no paraba de dar vueltas sin poder dormir, era demasiado castigo, pensé, así que decidida me volví a sentar en la cama llamando a Mario

— ¿Te ocurre algo? ¿te encuentras bien? — me preguntó sentandose en el sofá

— Anda acuéstate en la cama conmig
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