—Firma esto —dijo, empujándole un papel hacia ella.
Dana tomó el documento, pero no lo miró de inmediato. En cambio, se inclinó ligeramente hacia adelante, asegurándose de que su presencia llenara el espacio. Felipe levantó la vista de nuevo, y esta vez no pudo evitar mirarla con más atención.
—Últimamente, has cambiado tu estilo —comentó, con un tono que no era del todo neutral—. Parece que ahora tienes gustos muy altos. Siempre sabes qué ponerte.
Dana sonrió, pero su sonrisa no llegó a sus ojos. Sabía que Felipe estaba probándola, buscando cualquier indicio de falsedad en su comportamiento.
—Siempre he sido así —respondió con calma—. ¿Acaso lo has olvidado? Recuerda de dónde vengo, Felipe. Soy militar. Lo que sea que me ponga me queda bien, gracias a los años de entrenamiento y disciplina.
Felipe sonrió por primera vez en días, aunque fue una sonrisa breve y cargada de algo más que simple diversión. Había algo en Dana que lo intrigaba, algo que n
Dana estaba sentada en el borde de la cama, con el teléfono en la mano, esperando pacientemente a que la línea segura se conectara. Había tomado todas las precauciones necesarias: el dispositivo estaba encriptado y el canal era imposible de rastrear. Felipe era inteligente, pero incluso él tendría problemas para interceptar esta llamada. Cuando finalmente escuchó la voz de su madre al otro lado de la línea, una mezcla de alivio y preocupación la invadió.—Mamá, soy yo —dijo en un susurro, asegurándose de que la puerta estuviera cerrada.—Dana, ¿qué está pasando? —respondió la voz firme de su madre, una mujer acostumbrada a lidiar con crisis, una exmilitar como su hija, pero con más experiencia y cicatrices que contar.Dana suspiró, pasando una mano por su cabello. No había tiempo para rodeos.—Felipe está sospechando. No sé cuánto tiempo más podré mantenerlo distraído. Necesito que me ayudes a asegurarme de que no encuentre nada.Hubo un silencio a
Dana se quedó en la entrada de la casa, observando cómo Felipe desaparecía en su oficina. La tensión en el aire era palpable, y sabía que el tiempo se estaba acabando. Tenía que actuar rápido si quería mantener el control de la situación.Una vez que estuvo segura de que Felipe estaba ocupado, Dana sacó su teléfono y marcó el número de Cairo. Necesitaba asegurarse de que él estuviera al tanto de lo que había sucedido y de los próximos pasos a seguir.—Cairo, soy yo —dijo en cuanto él contestó—. Felipe está más furioso que nunca. Necesitamos ajustar nuestro plan.Cairo, siempre calmado y sereno, respondió con su acostumbrada tranquilidad.—Lo sé, Dana. Lo vi en sus ojos hoy. ¿Qué sugieres?Dana pensó por un momento antes de responder.—Tenemos que ser más cuidadosos. Asegúrate de que todos nuestros movimientos sean invisibles. No podemos permitirnos más errores.Cairo asintió, aunque Dana no podía verlo.—Entendido. ¿Y qué hay de los inversionistas? ¿Siguen de nuestro lado?—Por ahora,
Dana sabía que su única oportunidad de mantener a Felipe alejado de la verdad era seguir distrayéndolo. Tenía que ser astuta, jugar sus cartas con precisión. Mientras Felipe seguía buscando respuestas, ella tenía que asegurarse de que nunca las encontrara. Su madre estaba lista para actuar, pero necesitaba más tiempo.Esa noche, después de asegurarse de que Felipe estuviera profundamente dormido, Dana se levantó de la cama y salió al balcón. La noche estaba tranquila, y el aire fresco le ayudó a despejar su mente. Sacó su teléfono y marcó el número seguro de su madre.—Mamá, soy yo —dijo en voz baja, mirando hacia la oscuridad.—Dana, ¿cómo van las cosas? —preguntó su madre, siempre directa al grano.—Felipe está más cerca de la verdad de lo que me gustaría. Necesito que devuelvas la mercancía al depósito de Bolo. Tiene que parecer que nunca salió de allí.Hubo una pausa antes de que su madre respondiera.—Eso es arriesgado, Dana. Si Bolo de
Felipe salió de su empresa con un propósito claro: llegar al depósito donde tenía a Bolo y sus hombres. Necesitaba respuestas sobre la traición, y estaba decidido a obtenerlas. El aire de la noche era fresco, y mientras conducía, su mente repasaba una y otra vez los eventos recientes. La traición de Bolo había sido inesperada, pero ahora tenía la oportunidad de descubrir la verdad.Al llegar al depósito, Felipe notó algo extraño. Un grupo de coches y motocicletas salían del lugar a toda velocidad. Su corazón se aceleró al darse cuenta de lo que eso significaba: Bolo estaba siendo rescatado.—¡No puede ser! —gritó, golpeando el volante con frustración.Sin perder tiempo, ordenó a sus hombres que los siguieran. Las calles se convirtieron en un escenario de persecución, con los vehículos de Felipe pisándoles los talones a los de Bolo. Los disparos resonaban en la noche mientras intentaban detenerlos.Sin embargo, en medio de la persecución, un camión apareci
Con Eduardo manejando la operación, la compra de las acciones se realizó sin problemas. La empresa de Catalá fue adquirida bajo el nombre de una entidad extranjera, y nadie sospechó que Dana estaba detrás de todo.Este movimiento no solo le dio a Dana el control sobre la empresa, sino que también le permitió resolver el problema ambiental que había amenazado con destruirla. Ahora tenía la libertad de implementar cambios que garantizarían el cumplimiento de todas las regulaciones y protegerían el legado de su abuelo.Mientras tanto, Felipe enfrentaba las consecuencias de perder el control de la empresa de Catalá. Su abuelo, un hombre de negocios experimentado y astuto, no tardó en enterarse de lo sucedido. La noticia de que habían tenido que vender las acciones para resolver el problema ambiental lo enfureció.—¡Felipe! —exclamó su abuelo, golpeando la mesa con el puño—. ¿Cómo pudiste permitir que esto sucediera? La empresa de Catalá era un camuflaje perfecto, y
Dana sabía que su decisión de vender las acciones de la empresa de Catalá había enfurecido a Felipe. Había jugado una carta arriesgada, pero necesaria, para liberar a la empresa del control que él ejercía. Aunque la empresa estaba al borde de la quiebra, bajo su nueva dirección extranjera, tenía el potencial de renacer.Felipe no pudo ocultar su descontento con la decisión de Dana. Para él, la empresa de Catalá era más que un simple activo; era una pieza clave en su red de operaciones. Aunque enfrentaba problemas, seguía siendo útil como fachada y para ocultar ciertas actividades.—Dana, ¿cómo pudiste hacer esto? —le reclamó Felipe en una de sus pocas reuniones cara a cara desde el incidente—. Sabías lo importante que era esa empresa para mí.Dana lo miró con calma, sin dejarse intimidar.—Felipe, era necesario. No podía permitir que algo que mi abuelo construyó se destruyera por completo. Ahora, bajo una nueva dirección, puede tener una oportunidad de so
Felipe había encontrado un momento de respiro en "La Fortaleza de Ámbar", un escondite bien oculto en el norte. Este lugar había sido su refugio durante años, un sitio donde podía desaparecer del mundo y planear sus próximos movimientos.Al llegar, fue recibido por Lucía, una antigua amante y aliada de confianza. Junto a ella estaba Isabel, la hermana de Lucía, también exmilitar. Ambas habían jugado papeles importantes en su vida, tanto en lo personal como en lo estratégico.Mientras tanto, Valeria, una comandante respetada, reflexionaba sobre la traición de Felipe. Había confiado en él, creyendo en su aparente bondad. Valeria había traicionado a Dana, para estar cerca de Felipe, pero en la emboscada él no la salvo, y se fue, ella regresó a su ciudad, él la contactó, pero luego desapareció sin dejar rastro. Ahora, la verdad era un golpe amargo. Cuando supo que Felipe había vuelto a la ciudad del norte, debía verlo y enfrentarlo—¿Cómo pude ser tan ciega? —murmur
En la ciudad del norte, la situación se había salido de control. Una explosión resonó en la distancia, sacudiendo la mansión donde Valeria y Felipe se encontraban. La música se detuvo abruptamente, y los gritos llenaron el aire. Valeria se giró, su instinto de soldado activándose al instante.—¡Es un ataque! —gritó Lucas mientras se movían rápidamente hacia la salida.—¡Todos, a cubierto! —ordenó Valeria, tomando el mando con autoridad—. Felipe, ven con nosotros.Felipe dudó por un momento, pero la mirada decidida de Valeria lo convenció.—Está bien, pero esto no ha terminado —respondió él.Mientras corrían, Valeria sintió que el tiempo se ralentizaba. La adrenalina corría por sus venas, y cada paso la acercaba más a la verdad. Sabía que el ataque no era una coincidencia; alguien había descubierto su plan.Al salir, se encontraron en medio del caos. Hombres armados, con máscaras, disparaban a la multitud. Los gritos de pánico resonaban, y Va