Sentirse culpable ya no le servía de nada. Lo único que podía hacer era llorar la desgracia de su suerte, ahí estaba pasando su cumpleaños sola.

Los cuales solía pasar llena de muchas amistades, de buenos deseos, de alegría y enormes fiestas, fue ahí cuando comprendió que nunca tuvo amigos, de que todo había sido fingido.

Había intentado mantenerse tranquila, pero no le había sido posible, no había hecho otra cosa más que llorar por darse cuenta de que sus errores le estaban saliendo muy caros, cosa que ella nunca se imaginó, en especial sentía molestia por saber que nunca tuvo amigos.

Allí estuvo por horas sin poder dormir, sin encender su teléfono, no quería saber nada del mundo, sentía que no solo se odiaba ella, sino al mundo por haber sido injusto con ella, sabía que había cometido un errores.

Sabía que tenía que aceptar su responsabilidad, pagar por lo que había hecho, pero la vida se estaba enseñando con ella.

Su error le estaba sacando más lágrimas de las que ella pensó, en es