—Hace un momento merecía la cárcel y ahora quieres confiar en mí. —Precisamente por eso te lo digo. ¿Por qué me engañaste en esa llamada? —Las hermanas se miraron—. Me dijiste que te habías escapado y no fue así, Karlos te envió a Atenas. ¿Cuál era su plan? —Los labios de Pilar temblaron, tenía muc
—¿No lo entiendes? —Ambas estaban de pie—. Mi vida se volvió una mierd@ desde el momento en el que decidí ayudarte y defenderte, en el momento en el que decidí arriesgar todo, mi salud, mi integridad física, mi matrimonio, mi cordura, todo, solo por intentar sacarte de ese mundo infernal, porque me
Mireya cayó de encima de la cama. —¡Ahhh! Se levantó hecha fuego y Pilar se estampó en contra suya no dejándola moverse, tumbándola otra vez, cayendo ahora las dos sobre el colchón, enzarzándose en una fuerte pelea de manotones, puños y agarrones de cabello. —¡Jefe! —Jaya se levantó del asiento e
Pilar se acercó con lentos pasos hacia su gemela y se agachó hasta alinear el verde de sus ojos, en ese momento ambos oscurecidos. —¿Quiénes trabajaban para él cuando ustedes vivían en Madrid? ¿Te recuerdas de sus empleados? ¿De sus nombres? Mireya exhaló profuso aire, como evidenciando una enorme
Pilar cerró la puerta despacio, pero en su interior la situación se vivía a otro ritmo, uno tan distinto, que esa misma fuerza emocional la hizo caer al suelo. El guardaespaldas se levantó muy alarmado de su asiento, de inmediato se acercó a ella, quien se movía para recostar su espalda a una pared
Pilar limpió sus ojos, se aclaró la garganta y echó una vez más su cabello hacia atrás. —¿En verdad logré que dijera algo contundente? Solo habló tonterías, dijo que de repente se acordó de un primo de Karlos. —El dato que Mireya lanzó es muy bueno. Hace años, los Saviano fueron dueños de grandes
—Genaro, qué bueno hablar contigo de nuevo. Y disculpa que no lo haya hecho justo al llegar. Espero que hablar con Freddy resultara ser de tu agrado —saludó Karlos en su perfecto griego a través de su teléfono móvil, lanzando ironías con sus palabras. Se encontraba aún en Madrid, disfrutando del ba
—Mateo, quédate allí. Pasó de largo la sala, entró a la habitación principal cerrando la puerta con cerrojo. Caminó hasta la cama, separó y dio cuenta que la pared era mitad concreto, mitad madera. Pintada toda de blanco y siendo tapada con la cama no se notaba la diferencia. Se agachó y ahí estab