Pilar dejó de respirar. —¿Perdón? Peter se mantuvo serio, aunque al mismo tiempo resignado porque tarde o temprano él debía contarle ese detalle. —¿Ella fue quien te enseñó las fotos? —quiso corroborar, sintiendo un amargo sabor en su lengua. Él asintió. Pilar lo miraba. —¿Ella siempre supo qu
—Jefe, el hombre ha salido de la residencia, llevaba una maleta consigo. Ha salido solo. La señora Mireya no se ha ido junto a él. Peter escuchó el reporte, extrañado por lo que oía. —¿La ha dejado sola? —Es lo que puedo ver —anunció B.J. —Síganlo, pero mantengan la distancia, a menos que vean
Los niños y la niñera se instalaron juntos en la recámara más grande y los otros dos adultos en otras. El cuarto de Pilar se ubicaba al lado de la terraza, tenía una ventana que dirigía al sitio y el de Peter se ubicaba en la entrada de la casa. Exterior de paredes blancas, puertas azules, aunque de
—Es una oferta muy buena —respondió Pilar—. En todo el tiempo que tengo viviendo en este país, es lo mejor que me han ofrecido. Me daría mejor estabilidad económica, mejores credenciales de identidad y un mejor estatus migratorio. Viajaría menos y Piero tendría guardería, lo llevaría conmigo. Él s
Carol no se sentía bien, su corazón parecía querer salirse de su pecho, pero fue peor cuando vio la pantalla. —Quiero disculparme si mis muchachos han sido algo bruscos o te han asustado. Carol no lo podía creer, tampoco entender. Se preguntó qué hacía ella en esa situación, hablando con el jefe
Monastiraki dejaría de ser el principal punto de comercio turístico ese día para convertirse en un lugar de conmemoración. Fue allí donde se suscitaron las más grandes explosiones y uno de los atentados que tocó los corazones, no solo de toda Grecia, sino del planeta entero. El ayuntamiento de Atena
Él sonrió al estar más cerca, labios cerrados, gesto ladeado y sincero. Usaba traje también, azul para él, y se había afeitado, mostrando su interesante juventud con un rostro varonil, rasgos propios del mediterráneo, ojos oscuros y profundos, mandíbula cuadrada, cabello castaño que en ese momento,
Peter alzó sus cejas cuando vio al doctor tocando, de manera muy leve, casi imperceptible, la parte baja de su espalda. —Sí, claro, Leo, por supuesto. —Doctor. —Peter se guardó el móvil en el mismo bolsillo interno y estiró su mano derecha. El médico correspondió al saludo, estrechando la mano co