Lo tomó del brazo y lo lanzó a la cama. Él se dejó hacer y colaboró quitándose la camisa y los zapatos. Ella escaló, dejando que él sobara sus pechos y los apretara, mientras la enfermera le entretenía rotando sus caderas encima del bulto que se formaba en el pantalón del griego. Mireya le había dic
(Tiempos actuales). La tensión en Peter podía notarse desde lejos. Tenía los codos apoyados en sus muslos. Sentado en el sofá al lado de su exesposa, se mantuvo inclinado ligeramente hacia delante, una mano sobre su barbilla, palma cubriendo parte de su boca. No se dio cuenta del tiempo que llevaba
Peter pasó las manos por su cara, por su cabello, escuchando, caminando y negando, mirándola y volviendo a caminar. Ella continuó: —No logré hablar más con Mireya, supuse que Tarsis la habría encontrado y efectivamente así fue, me contactó de nuevo y me contó que estaba libre y que viajaría a Anaf
Ella no lo hizo de una vez, pero se levantó del sofá y caminó hacia él. Sintió su congoja y su preocupación, y bien sabia Pilar que todo se alejaba de su empresa y el caso que él actualmente lideraba. Ella entendió que toda la molestia de Peter, a parte de la forma cómo sucedieron las cosas, era que
Pilar besaba a Peter imaginando su congoja, deseándolo también. Para ella era imposible borrarlo todo de esa forma, ese hombre que la tocaba completa la había repudiado sin consultas, desmedido, botándola de su vida sin al menos investigar más a profundidad, creyéndola mala, perversa, infiel, eso pe
Pilar entró a la habitación corriendo después de todo lo sucedido en el otro apartamento y se metió a bañar luego de revisar que su niño seguía durmiendo, sin poder evitar echarle una mirada también a la pequeña Victoria. Se sentía frustrada y burlada al mismo tiempo. Peter podía tal vez no entende
—Hey, ¿qué pasó, princesa? —Tocó su frente, colocó sus labios sobre su mejilla y su cuellito, acariciando a su pequeñita con su rostro recién afeitado—. Está bastante caliente. Ya esto ha sucedido varias veces, ¿cierto? —Sí, señor Embert, pero estaba mejor. Debo darle el medicamento, con él se pond
Pilar no dijo nada, jamás admitiría la punzada de celos que sintió al ver a su exesposo y a la niñera de su hija conversar. —Vaya... Hace rato era un imbécil por sentir celos hacia ti, ya que soy un puerco y no tengo moral. Ahora sientes celos... Decídete, Pilar, porque ya es demasiada locura la qu