Carol observaba de lejos el edificio donde residía la familia J. Miller-Evans, porque era allí donde se habían llevado a su hija, ella misma vio cómo George la sacaba en su carro junto a la niñera, mientras en una ambulancia sacaban a un Peter malherido. Con su cabello pintado de amarillo, cortado
Peter llegó a su apartamento junto a Jaya, que bien pudo haberse quedado abajo o fuera del piso, en el pasillo cercano a los ascensores también, pero el rubio no era tan descabellado como para alejar de sí a una de sus mejores agentes mientras aún seguía un tanto débil. Su teléfono móvil vibraba,
—Sí lo he pensado, pero aún no me decido. —Rascó su frente, sintiendo pena. En ese momento escuchó el llanto de un bebé y supo que no era Piero. Dándose cuenta que él aún dormía, que tal vez faltaba una hora cuando mucho para que despertara, se devolvió al pasillo y miró hacia el punto exacto desde
La tensión era infinita, ninguno de los dos dijo nada sobre lo que sucedía. Peter miró a Pilar profundamente, mientras ella no podía creer que él estuviese allí, de pie, frente a ella, sosteniendo a su nena, aparentemente sano, ¡era un milagro! En su cabeza anonadada era eso, o alguna cosa muy extra
Peter no le respondió, respirando por la nariz y exhalando por su boca internando con eso aliviar el dolor. —¿Por qué haces las cosas así? ¿Desde cuándo te has vuelto un imprudente? —No podía estar un minuto más allá. —¿Y tu salud? ¿Y el hecho de que casi mueres? ¿Y los puntos comprometidos? ¿
Peter sonrió con tristeza, no hizo falta decirle algo al respecto. —¿George? —En el bufete. —¿El consorcio? —Me tomé el día... ¿Qué harás, Peter? —le preguntó al verlo ponerse de pie y dirigirse rápidamente hacia el pasillo de habitaciones. —Tengo que hablar con ella. —Y desapareció rellano
Pilar alzó sus manos para alejarlo, pero él supo capturar su cintura eliminando de sus sistema todo dolor y queja, atrayendo a su exesposa hacia su cuerpo, acentuando el beso al que ella se resistía sin éxito. Sentir los poderosos labios de quien fue su hombre la desbarató. De nuevo, amasando sus
Se despegaron y Lenis limpió una lágrima de su amiga con delicadeza. —¿Te está dando el coñazo? —Inclinó su cabeza hacia el pasillo de habitaciones, indicándole así que hablaba del rubio. Pilar exhaló profuso aire. —Necesitaré tu botiquín de primeros auxilios. Al cabo de un tiempo muy breve,