—Mírame. —La tomó suavemente de la nuca, echando su cabello hacia atrás para verla mejor. Ella, como pudo, maniobrando con su vestido, logró sentarse a horcajadas sobre él y así pudieron entrelazarse—. Te conozco, Pilar. Sé que me preguntabas si yo quería ser padre porque apenas tenemos dos años de
Ella no se movía, solo lloraba, las lágrimas salían solas. Se agarraba las manos, las colocaba en su regazo pero no movía un solo músculo. No podía mirarlo a la cara, pero no solo era la pena. Otros sentimientos se mezclaban. La enfermera pasaba la lengua por sus labios mojados por el llanto, con pa
—¡Es inaudito! Carla estuvo a punto de montarse en ese avión. ¿Qué hubiese ocurrido si...? —Maximiliano Bastidas se quitó la corbata y la lanzó sobre el escritorio de su despacho dentro de su lujoso apartamento en Londres. En ese momento se encontraba conectado a través de una videollamada con Pete
Aquella dama estuvo empeñada siempre en decirle cada vez que se veían, una serie de cosas y adjetivos que lo calificaban como un hombre totalmente equivocado por haber tomado decisiones apuradas con respecto a su amiga, la enfermera Pilar Montenegrino Hernández, o Pilar Hernández, como Lenis la cono
—¿Qué? —No le cuentes nada a nadie, a ninguno de los lugareños sobre las razón por las cuales no saldrás de la isla, invéntate algo, ya que eres buena para eso. Sobre todo no le cuentes a tu novio, el doctor. Mucho menos a él. —¿Por qué…? —La única forma de que salgas de la isla es porque yo lo
Los hombres de Tarsis lo controlaban todo desde distintas esquinas de la emblemática Grecia. Puertos específicos, terminales ferroviarias y pequeños aeropuertos, ellos podían mezclarse con los trabajadores comunes para mantener controlada y vigilada la entrada y salida de personalidades que pudiesen
—Se me encomendó desaparecer a una enfermera. El atacante miró a su compañero. Regresó su vista al suelo y presionó la rodilla en la cara para después separarla y que así pudiese hablar. —Nombre. Aquel respiraba con dificultad y lo peor era no comprender qué tanto les podía interesar mencionar a
Karlos regresó a su sillón, suspirando al dejarse caer sobre el asiento. —A partir de ahora te olvidarás de Vlachos y todo el dinero que te da. Te perdonaré la vida, pero no te vuelvas idiota, tienes que hacer lo que yo te diga. El sujeto, un rumano que residía en Turquía desde hace años, siendo p