Pero no prometo nada más

Phoenix respiró hondo, acomodándose con dificultad en la enorme cama de la habitación, que ahora se sentía más como una celda. El embarazo hacía que todo fuera más complicado, y cada movimiento requería esfuerzo. Con un suspiro pesado, pasó las manos por su vientre, sintiendo la presencia del hijo que crecía dentro de ella. Sus ojos azules estaban sombríos, reflejando el torbellino de emociones que la dominaban. El silencio de la habitación era denso, interrumpido solo por el suave crepitar de las llamas en la chimenea.

De repente, un estruendo resonó en la sala. Las puertas de la habitación se abrieron con violencia y un vendaval impetuoso invadió el espacio, arrastrando consigo a los guardias apostados afuera. Los hombres fueron lanzados dentro del aposento como simples muñecos, rodando por el suelo antes de incorporarse, aturdidos. El corazón de Phoenix se aceleró y sus instintos agudizados gritaron alerta.

"¡¿Qué demonios está pasando?!" exclamó, incorporándose lo mejor que pu
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