Me vas a desgarrar

Willow solo gimió, no respondió ni cuestionó más al anciano. Aurelius abrió bien las piernas de la concubina y comenzó a chuparla nuevamente. Con sus dedos gordos forzando para entrar en su sexo, ella empezó a apretarse, pues sentía que él no ponía solo tres dedos, sino toda su mano.

“Me vas a desgarrar,” se quejó Willow. En ese momento, Aurelius se excitó más y dijo en voz alta:

“Te quiero completamente desgarrada, dándomelo todo. Ahora mueve ese trasero.”

Ella no dijo nada, suspiró y comenzó a mover las caderas de forma que entraran todos los dedos que el anciano forzaba. La concubina no podía ver nada, pero sus oídos estaban atentos a cada ruido que hacía su sexo mojado mientras él la tocaba. Su cuerpo empezó a temblar al darse cuenta de que el clímax estaba por llegar…

“Por favor, no pares,” suplicó Willow por el orgasmo.

El gozo llegó con un grito y contracciones de su vulva en la mano de él. Aurelius buscó la boca de la concubina para el beso del gozo y se quedó abrazado al cuer
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