El pasillo de la casa de los señores Flamehowl era estrecho y mal iluminado, con las sombras danzando en las paredes mientras Phoenix se dirigía hacia el comedor. Llevaba un montón de platos delicadamente equilibrados en sus brazos, su mente absorta en una suave melodía que escapaba de sus labios en un canto suave.Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de pasos pesados que se acercaban rápidamente. Phoenix levantó la vista y vio a Blaz Flamehowl, su señor, emergiendo en el comedor. Era una figura imponente, con cabellos grises y una mirada nublada por el alcohol. En sus manos sostenía una botella de vino casi vacía, señal de su habitual embriaguez."¿Dónde está Sylvie?", gruñó Blaz, su voz cargada de impaciencia mientras sus ojos recorrían la sala en busca de la esposa ausente.Phoenix tragó saliva, sintiendo un nudo formarse en su garganta. Sabía que era mejor evitar conflictos con Blaz, especialmente cuando estaba tan alcoholizado."Creo que la señora Flam
Phoenix caminaba apresurada por los corredores sombríos de la casa de los Flamehowl, con el corazón martilleando en su pecho mientras la imagen del desagradable encuentro con Blaz Flamehowl resonaba en su mente. Sus pasos resonaban en los corredores vacíos, cada vez más rápidos a medida que se acercaba a la cocina.Al adentrarse en el acogedor ambiente de la cocina, la reconfortante visión de su madre, Ruby, retirando la pesada olla del fogón de leña, le trajo un breve alivio a la ansiedad que la consumía. Sin embargo, la tensión aún pulsaba en sus venas, su mente reviviendo los momentos de vergüenza en el comedor."¿Qué pasó, Phoenix?", preguntó Ruby, con la mirada preocupada fijada en su hija.Con las manos temblorosas, Phoenix tomó la escoba junto a la puerta y explicó entre respiraciones entrecortadas:"Necesito volver al comedor... Limpiar los restos del plato que rompí."Una expresión de incredulidad cruzó el rostro de Ruby mientras se acercaba a su hija."¿Cómo pudiste romper u
La mesa del desayuno en la mansión de los Flamehowl estaba cubierta con un mantel blanco inmaculado, sobre el cual descansaban varias delicias preparadas con esmero.Sylvie Flamehowl se sentaba en la cabecera de la mesa, su postura impecable y expresión serena ocultando las turbulencias que bullían en su interior. Su esposo, Blaz Flamehowl, estaba a su derecha, observando con intensidad a la joven esclava, Phoenix, que servía hábilmente los platos."Sylvie, querida, este pan está excelente", elogió Blaz, tratando de desviar la atención de su esposa hacia algo más agradable.Sylvie simplemente asintió distraídamente, sus pensamientos aún centrados en la presencia de Phoenix. Esperó hasta que la esclava terminara de servir antes de decidir intervenir."Phoenix, ya puedes retirarte", dijo Sylvie, su voz fría y autoritaria.Phoenix levantó la mirada para enfrentar a Sylvie, sus rasgos impasibles."Como desee, señora", respondió ella, manteniéndose calmada y profesional.Una vez que Phoeni
El sol iluminaba el camino mientras Phoenix caminaba hacia la carroza de los Flamehowl, donde la señora Sylvie la esperaba impacientemente. Phoenix sintió una mezcla de nerviosismo y emoción palpitar en su pecho. Era raro que Sylvie la invitara a acompañarla en un viaje al centro de la ciudad, y estaba decidida a aprovechar cada momento de esa experiencia.Al subir a la carroza y sentarse junto a Sylvie, Phoenix sintió un escalofrío recorrer su espalda. La señora Flamehowl la miraba con intensidad, evaluándola de pies a cabeza. Phoenix se encogió ligeramente, sintiéndose incómoda bajo la mirada de su señora."Estás muy bien hoy, Phoenix", dijo Sylvie, rompiendo el tenso silencio que había reinado desde el inicio del viaje.Phoenix levantó la mirada para encontrarse con la de Sylvie, sorprendida por el elogio."Gracias, señora", respondió ella, tratando de disimular su sorpresa con una sonrisa tímida.Sylvie negó con la cabeza, como desaprobando la gratitud prematura de Phoenix."Todav
Turin caminaba por las polvorientas calles del pueblo, observando atentamente los rostros de las personas que pasaban a su lado. Sus ojos buscaban desesperadamente esas características específicas: cabellos negros como la noche y ojos azules como el cielo. Pero por más que intentara, no lograba encontrar a nadie que encajara en la descripción.Con un suspiro pesado, se dirigió hacia la Taberna, el único lugar donde podría obtener información confiable sobre los habitantes del pueblo. Al entrar, el olor a humo de tabaco y alcohol impregnó sus fosas nasales, y el sonido de las conversaciones animadas llenó sus oídos.Turin avanzó por el abarrotado salón, con su postura erguida y su mirada determinada atrayendo la atención de todos a su alrededor. Se acercó al mostrador e hizo un gesto al tabernero, quien pronto se le acercó con una mirada curiosa."¿Qué desea, extraño?" preguntó el tabernero, con una ceja arqueada."Estoy buscando información", respondió Turin con seriedad. "Estoy tras
Turin caminaba al lado de Blaz Flamehowl hacia la casa de este último. Cuando llegaron a la casa de Blaz, fueron recibidos por Sylvie Flamehowl, la esposa de Blaz. La expresión de Sylvie estaba tensa y sus sospechas pronto se dirigieron hacia Turin."¿Quién es este hombre?" preguntó Sylvie, lanzando una mirada desconfiada a Turin. "¿Es algún tipo de cobrador?""Tranquilízate, Sylvie", dijo Blaz, mirando a Sylvie e intentando calmarla. "Llama a las esclavas a la sala de inmediato.""¿Por qué?" preguntó Sylvie, frunciendo el ceño, sin entender."Solo haz lo que te estoy diciendo", respondió Blaz, mirándola seriamente.Sylvie respiró profundamente y asintió, cediendo a la autoridad de Blaz."Iré a llamar a Ruby", dijo, dándose la vuelta para alejarse."Y también llama a Phoenix", ordenó Blaz.Los ojos de Sylvie se abrieron sorprendidos y dudó por un momento."No es posible", dijo, su voz vacilante. "Phoenix se escapó ayer. Si hubieras regresado a casa ayer, lo sabrías"."¿Qué has hecho?"
Phoenix aguardaba nerviosa en su celda, consciente de que el destino implacable estaba a punto de desplegarse ante ella. El día siguiente había llegado, y con él vino la incertidumbre sobre cuándo ocurriría su ejecución injusta. Pasó la noche en vigilia, atrapada en un estado de ansiedad y angustia, tratando de encontrar alguna chispa de esperanza en medio de la oscuridad que se aproximaba.El tiempo parecía haber perdido todo su significado en la celda oscura y húmeda. Había consumido el pan viejo que le habían dado como última comida y ahora, al ser servida con otra, supuso que ya era mediodía. El peso de la inevitabilidad de la muerte inminente pesaba sobre ella como un ancla, sofocándola con la cruel realidad de su situación.Fue entonces cuando apareció el guardia, rompiendo el sombrío silencio de la celda. Sus pasos resonaron por el pasillo, anunciando el inexorable cumplimiento del destino de Phoenix. Se levantó, su corazón martilleando en su pecho, mientras el guardia daba la
"Mi nombre es Turin", dijo suavemente, sus ojos transmitiendo una calma reconfortante.Phoenix miró a Turin con desconfianza, su mente girando con preguntas y sospechas."¿Quién eres tú?", preguntó, su voz vacilante.Turin dio un paso adelante, sus ojos encontrando los de Phoenix con comprensión."Fui enviado por tu madre, Ruby", explicó gentilmente. "Ella está preocupada por ti, y vine a ayudar."La mención de su madre envió un escalofrío por la espalda de Phoenix. ¿Cómo sabía Turin sobre su madre? ¿Sería verdad?"¿Cómo sabes el nombre de mi madre?", preguntó, levantando la espada nuevamente, desconfiada.Turin sonrió, su rostro radiante con comprensión. "Si bajas la espada, prometo explicarlo todo", ofreció, su voz suave y tranquilizadora.Phoenix vaciló por un moment