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—Lo sé, lo sé. Está muy por debajo de mi estatus servir a mi ayudante y criada, pero ¿qué puedo hacer? Ni siquiera puedes caminar bien, así que por ahora... No tengo otra opción. Soy humano después de todo, así que si fuera tú... Disfrutaré de esto mientras pueda—. Afirmó antes de esbozar una sonrisa, una parte de él esperaba que esto pudiera calmar toda la incómoda situación. No le gustaba hacer esto, pero tenía que ayudarla.

Ella lo miró sin decir palabra ni reaccionar durante lo que pareció un rato y Enrique pudo sentir que el brazo empezaba a dolerle un poco de tanto colgarlo. Justo cuando pensaba retirarlo, de repente, ella abrió la boca al conseguir incorporarse y tomó las gachas de la cuchara.

Una simple sonrisa se dibujó en su rostro con sólo mirarla, pero la retiró rápidamente cuando ella volvió a levantar los ojos hacia él. Después, Enrique la ayudó asegurándose de que tomaba sus medicamentos antes de ayudarla a tumbarse correctamente en la cama.

Isabella suspiró, sintiéndos
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