—¿Te despertamos? —preguntó él con gentileza. —Sí, pero está bien. Igual fue lindo verte con Julie —murmuró Nahia. —Es una niña preciosa. Cualquiera sería afortunado de verla crecer —replicó Aaron—. Pero que sepas que a ti no salió, no es para nada enojona, cuando está satisfecha ya no protesta.
—¡Creí que no querías que nadie se enterara! Nahia se dio la vuelta para enfrentar a Aaron mientras los dos luchaban por camuflarse detrás de uno de los setos del jardín para que nadie los viera. —¡Y no quería! ¡Pero es que no le has dicho a nadie que estás de reposo! ¿Por qué no traes puesto el c
—¿Cómo... como... adopción? —preguntó con voz ahogada y solo obtuvo una afirmación. —Eso es exactamente lo que es —replicó Aaron—. A partir de hoy yo voy a ser tu papá, pero me gustaría preguntarte si quieres conservar tu apellido, o si quieres usar el mío. Al niño se le llenaron los ojos de lágri
Aaron se quedó mucho con aquella noticia, hasta que cayó sentado en una silla de la sala de espera del hospital. —¡Es adoptada! ¿¡Ustedes lo sabían!? —Sí, ¿por qué? —¡Porque no me lo dijeron! —exclamó él. —Creímos que lo sabías. Aaron miró a su madre anonadado. Julie era adoptada. No era que e
—¿Robocop...? —la escuchó murmurar mientras terminaba de alzarla y la sostenía contra su cuerpo—. ¡Aaron! —gritó ella despertando del todo mientras el auto terminaba de hundirse y el agua los engullía. Salieron a la superficie y Nahia lo buscó desesperada. Desde el puente había gente gritando y baj
—Te vas a tener que casar conmigo otra vez... —Aquellas palabras salieron como un murmullo de los labios de Aaron y Nahia lo miró con ojos muy abiertos mientras él intentaba sonreír—. No puedes ir cortándome trozos sin asumir las consecuencias, señorita. Nahia apretó los labios y trató de no sonreí
Los Orlenko construyeron todo un gimnasio de rehabilitación en la casa de Nahia y Kyle aprendió a caminar solo pocos meses antes de que Julie lo hiciera. Era lindo verla tratar de imitar a su hermano mayor, así que aquellas dos medias familias tuvieron que unirse más que nunca para poder construir u
—¡Lo mato, es que yo lo mato...! ¡Y luego lo entierro debajo de la jaula! —exclamó Nahia con el corazón acelerado. Nahia salió de las sombras hacia la noche, y la luna llena brillaba lo suficiente como para iluminar el pequeño sendero que atravesaba el patio trasero de la casa de Aaron. Esa noche h