Capítulo 63. No quiero perderlo.

El médico la guió por pasillos interminables hasta llegar a la unidad de cuidados intensivos. Antes de entrar, le entregó una bata, un gorro y una mascarilla.

—Póngase esto —indicó—. Y recuerde, solo son cinco minutos.

Belinda se colocó el equipo con manos temblorosas, mientras el médico la esperaba afuera. Su corazón latía desbocado mientras seguía al médico hacia la habitación de Fabio.

Nada podría haberla preparado para lo que vio.

Fabio yacía inmóvil en la cama, rodeado de máquinas que pitaban y zumbaban. Tubos y cables salían de su cuerpo por todas partes. Su rostro, normalmente fuerte y decidido, estaba hinchado y cubierto de moretones. Un tubo en su boca lo ayudaba a respirar.

Belinda sintió que le faltaba el aire.

—Oh, Dios mío... Fabio... —sollozó, acercándose con pasos vacilantes.

Se detuvo junto a la cama, temerosa de tocarlo. Parecía tan frágil, tan roto.

—Los dejaré solos —murmuró el médico, retirándose discretamente.

Belinda tomó la mano de Fabio entre las suyas. Estaba
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