AARON BIANCHI —Sabes que no me intimidas— trato de parecer superior, sofisticado, siempre recalcando que él era el Sandarti, el de la sangre azul, el de la clase superior, eres un asesino… pero eres bruto como un asno— se carcajeó y tomó una distancia prudencial. Era un idiota cobarde y eso no podía olvidarlo. Pocas cosas motivarían a Andrés Sandarti: la primera sin dudas, molestarme a mi; y la segunda el dinero… en efectivo y en cualquier moneda fuerte, ya fueran dólares, euros o libras esterlinas. Incluso tratándose de dinero, mi hermanito aceptaría hasta Renminbi en yuanes. —¿Que necesita el pequeño Amed?— preguntó Genova rompiendo la tensión que se cortaba en la sala. Agradecí su intromisión pues me destrozaría los dientes de tanto apretarlos para contenerme. —Necesita un examen… — solté para enfocarme en lo importante y no romperle la madre ahí mismo a mi hermano. —¿¡Acaso tenemos cara de laboratoristas, estupido!? — se burló Andres y preferí ignorarlo, aunque el plan de me
YAMILA KAYA Cuando Aaron llegó al hospital recién se había bañado, y afeitado. Algo en su semblante me hizo pensar que estaba agobiado, o preocupado. Además, que en su visita a la empresa, había aprovechado el tiempo para pasar por su casa, bañarse y regresar al hospital Justo cuando Amed había acabado la quimio y estaba tan decaído. Llevaba una camiseta beige, y un pantalón caqui del mismo color, pero en un tono mucho más oscuro. —¿Cómo le fue?— preguntó pasando la mano protectora por la carita del bebé, que dormía después de que su cuerpecito se había extenuado por la quimioterapia.—Fue muy valiente…— pronuncie con la voz entrecortada, observado a los dos con ojos acuosos. —¡Es muy valiente!¿¡Verdad que si!?— dijo levantando la vista para mirarme. Se inclinó un poco y besó la cabecita del niño. Algo en su movimiento llamó mi atención, como si algo no estuviera del todo bien.—¿Estas bien?— pregunté y en ese momento la sangre marcó su camisa a la altura del brazo— ¿Estas her
YAMILA KAYA La imagen de Aaron con el pecho descubierto, y una mujer tocándolo, me pegó como un campeón de pesos pesados, y respiré profundo para evitar sentirme peor. Solo entre, evitando el molesto garraspeo de garganta que hacen los cornudos. Sencillamente, entre, así de fácil sin más complicaciones. No me sentía insegura, pero no era ciega. Ella estaba disfrutando tocarlo, mirarlo, sentir a un hombre como él cerca. Aaron había permanecido concentrado en las manchas de la resina eposica del piso, pero tan pronto me vio, apartó con demasido respeto a la oncóloga y se puso de pie.—¿Pasó algo?— preguntó observando mi semblante y solo negué con la cabeza. —No, Camil está con el niño… aún duerme— expliqué revisando la venda a medio poner— Vine a ayudarte con lo del rasguño— musité en el tomo más servil que logré emitir con aquella “doctora” tras de nosotros evaluando nuestro comportamiento— ¿Te duele? — pregunté evaluándo seriamente la parte de la herida del brazo que aún
YAMILA KAYA A la mañana siguiente apareció el monstruo en persona en el hospital. Y como no? Si era con un buitre acechando cuando todo se pinta peor. Aaron había ido a atender una reunión por dos horas y regresaría de inmediato para que finalmente nos dijeran, si uno de nosotros era compatible para ser el donante de médula de Amed. Tanto mi hermana Camil, Aaron y yo, estábamos más que dispuestos a hacer lo que fuera necesario . Incluso mi padre a pesar de estar entrado en años hubiera dado su vida por salvar a Amed, de eso no me quedaba ninguna duda. Yo oraba con desesperación por que eso ocurrirá, que uno de nosotros resultará ser el donante,…, y no vernos obligados a empezar a dar brazadas de ahogado buscando por todas partes, como gansos locos buscando a un donador en todas las personas conocidas y desconocidas. Encontrar compatibilidad genética en un extraño, era como hallar una aguja en un pajar, y el solo imaginarlo me oprimía el alma. Eso solo nos quitaría tiempo, y tiempo e
YAMILA KAYA —¿Qué haces aquí?— pregunte en medio de aquel fuerte torbellino de miradas, Andres analizaba la carita de mi hijo, y Amed lo miraba con igual intensidad. En ese momento quise que le tierra me tragara.—Ya te dije, también es mi hijo— repitió y le abrí los ojos tanto que creí que se saldrían de sus órbitas, solo quería reprenderlo. Fulminarlo con la mirada no estaba sirviendo de nada pero era mejor idea que ponerme a gritar como una loca frente a Amed—¿Puedo acercarme? —¡Nooo! ¡Y no repitas incoherencias!— impuse de inmediato y levantó sus palmas abiertas hacia mí en señal de rendición, como que acataba de inmediato mi orden. Mi alma se congelo cuando escuche al mimuy cínico venir aquí, al cuarto de mi bebé enfermo a hacerse el padre aparecido de un niño que él abandonó. Nadie lo obligó a marcharse, a no ser padre. Entiendo que se asustara, obvio, yo también estaba asustada. Mas nunca justificaría el abandono, ni su falta de responsabilidad, y menos aún, el rencor con qu
YAMILA KAYA Aaron al fin llegó faltando cinco minutos para las once de la mañana, y cuando la puerta se abrió, no pude evitar sobresaltarme, o asustarme, sería más justo decir. Los nervios amenazaban con delatarme, y como no… Aún el mal momento que había vivido con su hermano hacia razón de una hora, latía en mi cabeza, provocando una terrible jaqueca. Tan diferentes que no pareciera que corría en la sangre de estos hombres alguna similitud sanguínea. Andrés y Aaron no tenían nada en común, pues aunque el hermano mayor parecía más duro, más inquebrantable, era él que podía sentir amor, tenía el corazón más grande que aún con los innumerables golpes de la vida, aún seguía sorprendiéndose ante la posibilidad de amar con pureza y renovadas fuerzas, mientras que el otro… el otro era una alimaña asquerosa… sin ofender a las pobres alimañas. A Aaron la vida lo había hecho cambiar, volverse un hombre de acero… mientras que Andrés a medida que pasaban los años se convertía en una peor
YAMILA KAYA Respirar…Respirar… El sencillo y natural acto de tomar aire, lo que creía que era una función mecánica, aeróbica de nuestro cuerpo, se me hacía imposible. Escuché aquellas palabras, tan atenta en la boca de la especialista, que sentía que pronunciaba cada sílaba con una lentitud increíble. Como si el obturador de la vida corriera en cámara lenta. –Realmente, no tengo noticias alentadoras que darles— mencionó la Oncóloga, y yo cubrí mi cara con las manos, no quería seguir escuchando, quería obligar a toda la ciudad a hacerse ese examen, pero no a …. Andres—. Estaba más optimista en cuanto a los resultados pues la chica del examen los entregó con una sonrisa radiante, pero no hay compatibilidad. ¡Aquí tienen los exámenes! Lo pueden ver ustedes mismos. Aaron arrebató el documento con los resultados, y los reviso, una y otra vez, como si fuera médico y pudiera leer cada una de las especificaciones, Que mencionaba el examen. —¿Y mi hermana?— pregunté desesperada
YAMILA KAYA Una semana después, ya estaban los resultados de las dos muestras restantes. Había sido una semana de mucha incertidumbre, muchos miedos, y mucha ansiedad. Durante ese tiempo Amed recibió dos quimioterapias más, y su estado anímico decayó. No solo su estado anímico, por dios, se estaba apagando cada vez más. Su salud empeoraba con los días, y las reacciones adversas del feroz tratamiento, iban aumentando con el paso de los días. Al punto que ya fue necesario aislarnos de todo. Las fiebres reaparecieron, y el comité de oncólogos del hospital y del área de pediatría decidieron al unísono que lo mejor es que Amed estuviera ingresado en un area totalmente estéril, para evitar infecciones oportunistas. Eso implicaba que no podría recibir visitas y que yo no podía salir de alli hasta que se definiera totalmente el estado de la enfermedad. Aaron estaba tratando de organizar una campaña enorme , para encontrar en cada hospital de Estados Unidos un donador. Hasta en el más p