CAPÍTULO 11
YAMILA KAYA

Antes de las cinco de tarde, un mensaje de texto me aviso que Aarón estaba en el parqueadero esperando por mí, así que me di prisa en cambiarme, y ponerme presentable después de ocho horas de trabajo entre sueros y suturas.

Él era tan puntual, tan exquisito para todo que me costaba creer que tenía algún defecto.

Yo parecía una colegiala nerviosa tratando de impresionar a un chico que realmente no había pedido ser impresionado.

Había pasado gran parte del día en urgencia, cubriendo a una compañera. Habitualmente yo trabajaba en salas mucho más tranquilas, y no hacía guardias en el turno nocturno, a no ser en un caso extraordinario. Eso me permitía trabajar y estar presente con Amed, casi todas las noches.

Me arreglé a prisa, me revisé el rostro en el pequeño espejo que siempre llevaba en mi neceser, y viéndome lo mejor que pude, decidí salir.

Las ojeras violáceas que exhibía mi rostro no las borraría con nada, no después de la madrugada de angustia que había pasado. El día e
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