Capítulo veinticinco
Te has enamorado de él
*Cassandra Reid*
Vendida...
Mis padres me vendieron. ¡Por Dios! Solo tenía diecisiete años. ¿A cambio de qué? ¿Por qué? No puedo entenderlo, pero lo peor de todo es que no me sorprende.
Llego directo a mi habitación y me encierro en ella. Soy consciente de que ninguno de los dos merecen mis lágrimas, pero no puedo detenerlas. No estoy hecha de piedra como ellos.
Ni siquiera sé cómo me siento. Solo quiero encerrarme en una bola de cristal de Navidad y no salir.
Paso el resto del día acostada y en la noche me duermo sin cenar. Al día siguiente me levanto con una jaqueca horrible y sin ánimos. Sin embargo, debo continuar, aunque solo funciono a medias. Como lo justo y juego con los niños sin prestar mucha atención. De todas formas, no creo que llegue a dominar la consola algún día. Además, ellos son fe
Capítulo veintiséisEsposa de mentiras*Cassandra Reid*¡Dios! ¿Por qué se empeña en perseguirme? ¿Nunca me dejará en paz? Pensé que Adriano lo mantendría a raya. ¿Dónde están esos gorilas cuando se necesitan?— ¿Qué haces aquí, Dean? —me lleno de valor para hablarle—. Pensé que todo había quedado claro entre nosotros.— Por supuesto que sí —aunque afirma, no creo que estemos hablando del mismo tema—. ¿Recuerdas mis palabras?— Cada una de ellas —respondo con un resoplido. No sé por qué me siento más segura ahora. Tal vez sea porque tengo problemas mayores que lidiar con la obsesión de mi ex. Las consideraciones con él se acabaron desde hace dos días—, así como espero que tú recuerdes las mías. Desaparece de aquí antes de que mi marido te rompa la otra ceja —señalo el notable corte.
Capítulo veintisieteLa bruja está aquí*Adriano Di Lauro*Me acuerdo de todos mis antepasados en cuanto reparo en la imagen frente a mí. La bruja está aquí. Pensé que me había deshecho de ella, pero no, ha regresado.— Adriano, querido —aunque me trata con familiaridad, no hace ni el intento de acercarse. Al menos aun recuerda sus límites—. ¿Cómo estás?— ¡Vivi! —mi llamado retumba en las paredes de la casa, provocando que la empleada aparezca de inmediato—. Acompaña a la señora Francesca a su habitación.— ¿No piensas presentarnos, querido? —pregunta la anciana con el tono hipócrita que le caracteriza—. ¿Y tu esposa no va a presentarse ni darme la bienvenida? ¡Qué mala educación!— Yo...— Esta no es hora para bienvenidas —alego con tono cortante, interrumpiendo e
Capítulo veintiochoMi cruz y mi nuevo pasatiempo.*Adriano Di Lauro*Nada más llegar al hospital, mi hija intenta escaparse de su sitio, pero desatar su cinturón de seguridad se vuelve una tarea difícil, lo cual la enfada.Sin darme cuenta, una sonrisa asoma en mi rostro viéndola librar la difícil batalla.— ¿Te ayudo? —pregunta mi mujer, a lo que ella asiente con desespero. Es la primera vez que veo a un niño ansioso por visitar un centro de salud—. Listo.— ¡Ciao, papi! —deja uno de sus besos infantiles de forma fugaz en mi mejilla y toma la mano del guardaespaldas para salir, no sin antes alentar a la doctora—: ¡Date prisa, Cassie!— Parece emocionada —comenta la rubia frente a mí.— ¿Parece? —enarco una
Capítulo veintinueveLa mujer de acero*Adriano Di Lauro*Por un instante creo no llegar a tiempo, pero mis pies parecen volar y detengo su mano a solo unos pocos milímetros de la cara de mi esposa.La sangre corre a través de mis venas enfebrecida, burbujeando en su punto de ebullición y a medida que hierve más, el frío en mi mirada crece. Es un rasgo que me caracteriza: calor por dentro, hielo por fuera.— No se te ocurra nunca ponerle una mano encima a mi mujer —mi voz es apenas un susurro enronquecido—. Ni siquiera con el pensamiento.— ¡Ella me ofendió! —protesta la anciana.— Me importa un comino —manifiesto—. He tenido demasiada condescendencia contigo, Francesca y conoces la razón a la perfección, pero yo sigo teniendo el cont
Capítulo treintaSorpresas*Cassandra Reid*Un fin de semana en un complejo turístico...Como si fuera la Luna de Miel que no tuvimos. Y el nombre del lugar me deja atontada por completo:"Mia Cara"— ¿Es tuyo? —me encuentro preguntando.— Mi más reciente proyecto —acompaña su respuesta con un asentimiento de cabeza—. Aun no recibe huéspedes. La inauguración será el día catorce, por lo que tenemos cuarenta y ocho horas solo para nosotros y los niños.— ¿El día de San Valentín? —mis ojos deben brillar con millones de preguntas. El nombre hace referencia a mí y lo abrirá el día del Amor. ¿Intenta decirme algo o es solo una pura coincidencia?— Al equipo de publicidad le parec
Capítulo treinta y unoLuna de hiel— ¿Oakland? —cuestiono con una cara poco amigable. Pensé que habíamos superado esta etapa—. ¿Qué significa esto, Adriano? Y por favor que no sea lo que estoy pensando.— He comenzado a invertir en el sector hotelero y la ciudad parecía una buena opción.— Sí, claro —río y bufo al mismo tiempo—. ¿Sabías que yo tengo la edad de Ella y me chupo el dedo?— No hay necesidad de utilizar el sarcasmo, cara.— Solo te sigo el juego —indico mientras el enfado crece con mayor rapidez. Tenía que estropearlo todo...» Se te ha p
Capítulo treinta y dosLuna de Hiel — Segunda parte*Cassandra Reid*El hambre se me quita de repente y emito un largo resoplido.— Cassandra, cielo, esos no son modos de comportarse en la mesa.Cierro los ojos y cuento hasta diez para no perder el control frente a los pequeños.Si Adriano tiene algo que ver en esto, juro que no se lo perdono esta vez.» ¿No piensas saludarnos?¿Soy una mala persona si por momentos odio a mi madre?— Teniendo en cuenta que no fueron invitados, la cortesía sobra —interviene mi esposo con un tono neutro en tanto asesina al maitrê con los ojos, de seguro por haberles dejado pasar. Su actitud m
Capítulo treinta y tres Necesidades *Adriano Di Lauro* ¿Cómo entraron? No tengo idea, pero esto se lo cobraré al personal de seguridad del condominio. No sé en qué estaban pensando cuando se les ocurrió desobedecerme. Incluso aquí en América conocen mi nombre y mi reputación. La cena se estropea, mi buen humor también y la paciencia se me va al garete con cada palabra que sale de su boca. Gibson Reid me está buscando... y me va a encontrar. Su atrevimiento no quedará impune. Sin embargo, ahora debo centrarme en mi esposa, a quien siento a punto de desmayarse en cualquier momento. La sostengo entre mis brazos al sentirla débil en tanto descarga su frustración contra quienes se hacen llamar sus padres, pero que de ello no tienen ni un pelo. Sin importar cuán despreciable pueda ser una persona, los hijos son sagrados y ellos no han hecho más que utilizar a la suya, perjudicarla y hacerle daño. De solo recordar el resultado de mis investigaciones, enloquezco como una especie d