Capítulo treinta y siete
Crisis
*Cassandra Reid*
Observo el reloj una vez más mientras la madre de mi paciente parlotea sin cesar, como si fuéramos amigas de toda la vida. Esta es la rutina de todos los días. Las mujeres de Florencia quieren conocerme y agradarme por el simple hecho de estar casada con Adriano Di Lauro. Es un fastidio y aunque en muchas ocasiones no me cuesta sonreír o mantener el hilo de la conversación, hoy solo rezo para que termine su tertulia y me deje ir a la cafetería. Como es habitual, se me ha pasado la hora de almuerzo y muero de hambre.
— Bueno, mi marido me espera en la salida —por fin llegan las palabras tan esperadas—. Supongo que nos veremos en la próxima consulta... o tal vez —no me da tiempo a responder—, podríamos
Capítulo treinta y ochoAdiós a la maldición de la bruja*Adriano Di Lauro*Con el gesto pétreo e ignorando sus chillidos, la saco de la habitación a rastras mientras mi ama de llaves carga la maleta.— No se te ocurra aparecer en mi casa nunca más —le advierto desde el auto—. Ten mucho cuidado con lo que haces o en todo caso dices, Francesca, porque no volverás a ver la luz del sol. Abres la boca y los pocos privilegios que te quedan serán cortados de raíz.— ¡Contaré la verdad!— ¿La verdad? —emito una pequeña carcajada cargada de sarcasmo. La ira alimenta mi frialdad y me hace sentir más poderoso que nunca&mdash
Capítulo treinta y nueveEl Cirujano Capullo*Cassandra Reid*Miro el móvil una vez más en busca de algún mensaje o llamada perdida, pero mi bandeja de entrada sigue limpia. Esto es raro, muy raro.Cuando mi mejor amiga llevaba días sin aparecer por mi consulta, fui en su búsqueda. Entonces, me comunicaron que había pedido vacaciones. Me extrañó demasiado que no me hubiese avisado, por ello le pregunté a Romeo y sus palabras me dejaron más preocupada todavía.Leah se marchó sin decir nada a nadie. No atiende llamadas, no responde mensajes...; es como si la tierra se la hubiera tragado. Hace dos días recibí un escueto «estoy bien» que no logró calmarme ni un poco. Desde entonces
Capítulo cuarenta Altibajos emocionales *Cassandra Reid* Reparo en su aspecto una vez más. Los rizos cobrizos ahora son más ondulados y de color caoba; las libras de más se han ido dándole el cuerpo más espectacular que he visto en mi vida —incluyendo el de Leah— y las gafas de pasta han desaparecido. Sin embargo, es ella, esa heterocromía gris y dorada la reconocería en cualquier lugar. — Wendy Lambert —sin perder un segundo más, corro hacia ella—. Mira lo que trajo el viento. — Cass, ¡por Dios! —nos abrazamos con tanta fuerza a punto de soltar lágrimas de felicidad. Mi amiga de la infancia está aquí, en Florencia,frente a mí...—. ¡No puedo creerlo! — Ya somos dos —señalo—. ¿Cuánto
Capítulo cuarenta y unoEstoy en problemas*Cassandra Reid*Sus manos se encuentran sobre mi espalda baja mientras literalmente, me devora viva.«Podría castigarte mil veces de esta forma... y recompensarte otras mil»Sus labios se trasladan a mi yugular y succionan sin contemplaciones hasta dejar la marca del deseo arraigada en lo más profundo de mi piel.«En cada una de ellas me aplaudiría a mí mismo por haberte hecho mi esposa»Las palabras retumban en mi cabeza en tanto ataca mi punto más sensible con pequeños azotes que me hacen gritar a viva voz. No podré aguantar mucho tiempo más.«Voy a perseguirte, Cassandra Di Lauro, por todos los mundos para que nunca dejes de ser mía, una y otra y otra vez»Entra en
Capítulo cuarenta y dosTe amo*Adriano Di Lauro*Atrapo sus labios una última vez antes de dejarla ir a regañadientes. Puedo sentir su agotamiento excesivo, la palidez recubre su piel y el verde esmeralda de sus ojos luce apagado. No tiene buen aspecto y lo único en lo que puedo pensar en estos momentos es encerrarla en mi habitación con llave para obligarla a descansar... Sin embargo, la dejo marchar con una especie de desazón azotándome las entrañas.No me gusta las sensaciones que comienzan a apoderarse de mis sentidos. Quieren hacerme perder el control y no puedo permitirlo.— Oye, ¿estás bien? —la pregunta de mi mano derecha interrumpe mi debate interno. No he podido concentrarme en to
Capítulo cuarenta y tresRota por dentro*Cassandra Reid*Subo a toda prisa por las escaleras y doy un sonoro portazo antes de deslizar mi espalda contra la puerta, en tanto las lágrimas salen sin control.¿Qué esperaba? ¿Un «te quiero» de vuelta y hacer el amor hasta el amanecer?Emito una carcajada en medio del llanto.Sí, eso es exactamente lo que quería y fui una ilusa al siquiera pensarlo. No debí decirle, aún no era tiempo. O tal vez... debí haberlo dicho mucho antes.No es el hecho de no amarme —porque estoy segura de que tiene sentimientos hacia mí—, es su negativa a abrirse y aceptarlo. Y duele, de igual forma me duele. Es como si un terremoto hubiese pasado por mi cuerpo, abriendo grietas en mi piel hasta llegar a cada órgano. Rota por dentro sería una buena definición.&n
Capítulo cuarenta y cuatro*Adriano Di Lauro*La anulación...Es lo que está estipulado en el contrato, lo que debo hacer. Entonces, ¿por qué me niego a dejarla ir?No digo nada, solo me remito a apretar la mandíbula y los puños con una fuerza descomunal antes de salir de la habitación como alma que lleva el diablo. Me cambio de atuendo en cuestión de minutos para luego volver a la empresa.Conmigo nadie juega y el que se entrometa en mi camino, lo jodo. Nadie es imprescindible en mi vida excepto mi familia y el capullo de mi mejor amigo. Creo que he sido demasiado beligerante con ella.Entro al edificio y como es habitual, el personal dispuesto en los pasillos en
Capítulo cuarenta y cuatro (Segunda parte)Adiós a la arpía— ¿Qué haces aquí? —me levanto hecha una furia sin permitirle hablar.— Nos debemos una plática, ¿no crees?— Yo no tengo nada que hablar contigo —en estos instantes me estoy acordando de los progenitores de mi asistente en silencio. Me apresuro a abrir la puerta de par en par—. Sal de mi consulta antes de que te saque a patadas.— Me gustaría verte intentarlo —me reta—. Como sea, la visita solo me tomará unos pocos pocos minutos.«Yo no pienso tolerarla ni un segundo»— Gia... —asomo la cabeza para indicarle que la acompañe a la salida. Sin embargo, las palabras de la intrusa me detienen.— Deberías acostumbrarte a mi presencia sin armar numeritos de esta clase, ya que ahora me verás más a m