Capítulo cuarenta y dos
Te amo
*Adriano Di Lauro*
Atrapo sus labios una última vez antes de dejarla ir a regañadientes. Puedo sentir su agotamiento excesivo, la palidez recubre su piel y el verde esmeralda de sus ojos luce apagado. No tiene buen aspecto y lo único en lo que puedo pensar en estos momentos es encerrarla en mi habitación con llave para obligarla a descansar... Sin embargo, la dejo marchar con una especie de desazón azotándome las entrañas.
No me gusta las sensaciones que comienzan a apoderarse de mis sentidos. Quieren hacerme perder el control y no puedo permitirlo.
— Oye, ¿estás bien? —la pregunta de mi mano derecha interrumpe mi debate interno. No he podido concentrarme en to
Capítulo cuarenta y tresRota por dentro*Cassandra Reid*Subo a toda prisa por las escaleras y doy un sonoro portazo antes de deslizar mi espalda contra la puerta, en tanto las lágrimas salen sin control.¿Qué esperaba? ¿Un «te quiero» de vuelta y hacer el amor hasta el amanecer?Emito una carcajada en medio del llanto.Sí, eso es exactamente lo que quería y fui una ilusa al siquiera pensarlo. No debí decirle, aún no era tiempo. O tal vez... debí haberlo dicho mucho antes.No es el hecho de no amarme —porque estoy segura de que tiene sentimientos hacia mí—, es su negativa a abrirse y aceptarlo. Y duele, de igual forma me duele. Es como si un terremoto hubiese pasado por mi cuerpo, abriendo grietas en mi piel hasta llegar a cada órgano. Rota por dentro sería una buena definición.&n
Capítulo cuarenta y cuatro*Adriano Di Lauro*La anulación...Es lo que está estipulado en el contrato, lo que debo hacer. Entonces, ¿por qué me niego a dejarla ir?No digo nada, solo me remito a apretar la mandíbula y los puños con una fuerza descomunal antes de salir de la habitación como alma que lleva el diablo. Me cambio de atuendo en cuestión de minutos para luego volver a la empresa.Conmigo nadie juega y el que se entrometa en mi camino, lo jodo. Nadie es imprescindible en mi vida excepto mi familia y el capullo de mi mejor amigo. Creo que he sido demasiado beligerante con ella.Entro al edificio y como es habitual, el personal dispuesto en los pasillos en
Capítulo cuarenta y cuatro (Segunda parte)Adiós a la arpía— ¿Qué haces aquí? —me levanto hecha una furia sin permitirle hablar.— Nos debemos una plática, ¿no crees?— Yo no tengo nada que hablar contigo —en estos instantes me estoy acordando de los progenitores de mi asistente en silencio. Me apresuro a abrir la puerta de par en par—. Sal de mi consulta antes de que te saque a patadas.— Me gustaría verte intentarlo —me reta—. Como sea, la visita solo me tomará unos pocos pocos minutos.«Yo no pienso tolerarla ni un segundo»— Gia... —asomo la cabeza para indicarle que la acompañe a la salida. Sin embargo, las palabras de la intrusa me detienen.— Deberías acostumbrarte a mi presencia sin armar numeritos de esta clase, ya que ahora me verás más a m
Capítulo cuarenta y cincoUn embarazo y un secuestro*Cassandra Reid*Se fue...Las sábanas aun conservan su calor, no debe haber partido hace mucho. Unas inmensas ganas de llorar me entran de repente y corro a meterme a la ducha para enjuagar las lágrimas.Anoche compartimos más que sexo y placer. Hicimos el amor. Pensé...Golpeo la frente sobre las baldosas en tanto el agua se escurre por mi piel.¿Cuántas veces debo preguntarle para recibir la respuesta que busco? No puedo seguir así, me estoy asfixiando. Vuelvo a sentirme presa como hace años, pero en esta ocasión, presa de mis propios sentimientos porque no puedo darles rienda suelta.— ¡Mamiiii! —escucho la voz de Ella desde la habitación—. Vamos a llamar a Oakland, date prisa.<
Capítulo cuarenta y seisColapso*Cassandra Reid*Los ojos me arden a más no poder, siento cada músculo de mi cuerpo agarrotado y el frío no desaparece hasta calarme los huesos. La jaqueca y mi rebelde estómago tampoco ayudan.Se los han llevado. Mis niños...Por más que intento contener las lágrimas, me resulta imposible. Han pasado dos horas desde que recuperé la consciencia, el mismo tiempo que llevan Fede y Ella desaparecidos. Ni la policía ni los guardias encuentran pistas, nadie ha llamado pidiendo rescate y aunque Adriano acostumbra a mantener la cabeza fría, comienza a perder la paciencia. Es como si la tierra se los hubiese tragado.Alguien me roza el hombro y pego un salto de forma automática—. Cariño, est&aa
Capítulo cuarenta y sieteLo que una vez nos unió, ya no existe*Adriano Di Lauro*Me revienta que se la lleven sin decirme nada en absoluto.Es mi mujer, soy quien paga por este hospital y los idiotas no me dicen qué demonios pasa.¿De qué me sirve tener tanto poder si lo principal escapa de mi control?El personal sanitario me excluye, me margina y me aparta de mi esposa como si tuvieran todo el derecho, como si ellos sintieran por ella más que yo o si les doliera lo que le pase como me duele a mi.Es absurdo, esto comenzó siendo un trámite, un negocio más, un medio para un fin... Ahora todo se ha complicado.Hace días me pidió que la dejara ir y... debería hacerlo.Hubo un tiempo donde sentí que el hielo construido a mi alrededor no iba a de
Capítulo cuarenta y ochoFrustración e ira*Cassandra Reid*Lo ha roto. Ha roto el contrato. ¿Qué significa esto? ¿Se acabó? ¿De verdad va a dejarme?—Pregúntalo, cara —demanda una vez más en tanto mi cuerpo comienza a temblar—. Vamos, ¿por qué dudas tanto?—Porque no quiero recibir la misma respuesta —respondo por fin en un hilo de voz—. No me hagas esto, por favor. Has destruído lo que nos mantenía unidos.—Te equivocas, cara —se acerca a mí sin apartar sus ojos de los míos—. Me he deshecho de las ataduras que nos limitaban —toma mi barbilla con sus dedos con extrema delicadeza, como si temiera romperme&mdash
Capítulo cuarenta y nueveNuestros*Cassandra Reid*Llego a la habitación furiosa y cierro dando un sonoro portazo. Luego, pateo la misma puerta. La sangre me hierve de manera irracional y no puedo controlarlo.Mi marido no tarda en alcanzarme—. Cara... —intenta acercarse con cautela, pero se detiene al ver mi gesto.¿Será posible que haya sido capaz de intimidar al Magnate de Acero?—La próxima vez que alegue tener algo que decirte, ¡escúchame! —profiero con un tono agudo.—Está bien —responde de manera escueta. Luego, vuelve a tratar de llegar hasta mí.—No te atrevas a tocarme —advierto con una ceja enarcada—. Estoy