Capítulo sesenta y ocho
Un miedo en común
*Adriano Di Lauro*
Las máquinas no dejan de sonar, los paramédicos no dejan de hablar entre ellos. Las constantes vitales disminuyen y el hielo en mi interior es cada vez más grueso. Ni siquiera cuando el secuestro me sentí así.
«Eso es porque aquel día tú la rescataste», me reprende mi fuero interno.
«Hoy no estuviste ahí»
No estuve...
¿En qué momento sucedió todo esto?
—¿Padece de alguna enfermedad? —niego en el acto en tanto visualizo su piel apenas sin color. Ellos continúan parloteando mientras tomo una de sus manos y... ¡Joder! Están demasiado frías, casi como mi corazón en este mismo instante—. ¡Señor! —me sacude el mismo sujeto—. ¿Qué tiempo de gestación tiene?
—Once semanas.
Capítulo sesenta y nueve Desmayo *Adriano Di Lauro* Dejo el móvil a un lado y voy hasta ella, maquinando en mi cabeza para encontrar la forma de evadir su pregunta. Sin embargo, mi esposa vuelve a repetirla mientras mantiene una expresión determinada y ninguna ocurrencia viene a mi mente. Entonces, opto por la vía más sencilla: reprenderla. —¿Qué haces fuera de la cama? —Bueno, la ausencia de mi marido me despertó y fui por un vaso de agua antes de venir en su búsqueda. ¿Con quién hablabas? —Nadie importante. —¡No me digas! —bufa. No me gusta el rumbo que está tomando la situación—. ¿Y qué es lo que esa persona no importante exige que me cuentes? —Cara... —¿Qué me ocultas
Capítulo setenta El mundo se detiene a mi alrededor *Cassandra Di Lauro* Intento distraerme con los enfrentamientos amistosos entre Leah y Romeo, pero no lo consigo. Llevo casi veinticuatro horas hospitalizada y ya tanta preguntadera me da mala espina. —¡Cassie ayúdame! —el chillido de mi mejor amiga me pone alerta. —¿Qué pasa ahora, Leah? —inquiero con cierto desgano. Muero por ir a mi casa, relajarme en mi cama y ver televisión con mis hijos mientras devoro un boll de palomitas con mantequilla. —Este idiota que desde hace unas semanas anda de misteriosito. —Mira quién fue a hablar —salta el aludido—, la reina de los secretos. —¿Cómo...? &nb
Especial San Valentín (Cassandra y Adriano) Una pausa en el tiempo *Cassandra Di Lauro* Apago la cerilla y coloco la última vela aromática. Desde mi posición contemplo el paisaje con una enorme sonrisa en mis labios. Las cortinas blancas y doradas combinan junto a las mantas del mismo color. Por donde quiera hay pétalos de rosas rojas, dándole sencillez y elegancia al mismo tiempo al ambiente. El cuenco de fresas permanece en su sitio junto a la Champaña. «Un sorbo no le hará daño al bebé» Aunque por si acaso mi marido se pone paranoico al respecto, tengo zumo de naranja. El amor se respira en el aire, lo cual es precisamente mi objetivo. Necesito un tiempo a solas con mi italiano, disfrutar de nuestros cuerpos, nuestro cariño. Necesito una pausa en el tiempo para luego poder continuar nue
Capítulo setenta y unoA mi manera*Adriano Di Lauro*El jodido viejo del demonio lo ha vuelto a hacer.De una forma u otra siempre termina arrastrando a mi mujer al círculo vicioso en el cual implica un sinfín de lágrimas y decepciones.Si no fuera porque en el fondo soy consciente de que a mi esposa le importa, me desharía de él yo mismo.Gibson Reid cree que con esa bomba de tiempo que lleva en el cerebro puede manipular a todos y mover las fichas a su favor. Piensa que en esta ocasión tiene el control... Al parecer, no termina de conocerme.Tengo que darle una solución definitiva a esto..., hacerle ver quién manda, porque ahora más que nunca mi suegro se encuentra hundido en el barro. Sin embargo, para eso
Capítulo setenta y dos Todo un Di Lauro *Cassandra Di Lauro* Me tapo con la manta y me acomodo sobre la almohada, ahogo un bostezo y cierro los ojos para soñar con los ángeles... «Grave error» La enorme fuente de chocolate aparece frente a mí. El líquido se desliza desde la cima y al tocar las fresas se convierte en una capa sólida, dulce y crujiente. De manera inconsciente me relamo los labios y me da la sensación de casi poder tocarla con las manos. Intento contar ovejitas en vano, el hambre no me deja conciliar el sueño. Ni siquiera pensar en sexo me distrae. Necesito comer algo y no cualquier cosa, yo quiero fresas con chocolate. Me levanto con extremo cuidado para no despertar a mi marido y con la misma cautela, baj
Capítulo setenta y tres La fuga *Francesca Salvo* Un día más en esta celda del demonio. Un día más sin tener ninguna otra escapatoria. Maldigo a todos los Di Lauro mientras deslizo la fregona sobre el piso con asco. Yo, Francesa Salvo, una dama de la alta sociedad italiana limpiando el suelo como una vulgar sirvienta. Y por si fuera poco, puedo darme por satisfecha porque hoy no me ha tocado el baño ni la cocina. Adriano me ha cortado todos los suministros, ni siquiera tengo dinero para comprar un mísero diario. He conocido lo peor de la prisión, he sido golpeada, robada, ultrajada y encerrada en una celda de castigo sin comida ni agua por días. Es su culpa, él es el culpable de todas mis desgracias. Aun recuerdo la visita de Luigi Bonura..
Capítulo setenta y cuatroEl Fin (Primera Parte)*Cassandra Di Lauro*Repaso el borde de mi taza con los dedos sin muchas ganas de terminarme el té. Siempre he sido más de café, pero con el embarazo lo tengo prohibido.Mi marido me ha prohibido ir a trabajar. Con la fuga de su ex suegra se encuentra paranoico respecto a mi seguridad. Algo que me parece estúpido, pues si esa anciana despreciable ha conseguido salir lo más lógico es que huya del país y se vaya lejos para no perder su libertad.No es que esté conforme con ello, pues aún tengo muy fresco el día en que enloquecí porque se llevó a mis hijos. Desde que Adriano me dio la noticia, solo he rezado para que la policía la encuentre antes de que cruce la frontera. Tal vez sea demasiado
Capítulo setenta y cincoEl fin (Segunda Parte)*Cassandra Di Lauro*Está aquí... Mi cerebro se niega a creer lo que ven mis ojos, pero la sonrisa maligna muestra la cruda realidad y el arma en sus manos me provoca una serie de escalofríos en cadena.—Francesca.—Así es —confirma con ironía—, un poco más delgada gracias a tu querido esposo, pero soy yo. Estoy segura de que no pensabas volver a verme nunca más y mira tú por dónde...Intenta acercarse a mí con tres pasos hacia adelante, los mismos que doy yo hacia atrás. Algo que consigue ampliar su sonrisa todavía más.»Aquí estoy, con toda la intención de ser yo quien no vuelva a mira