Llegó el regalo*Cassandra Reid*Las fresas destilan un aroma increíble y lucen tan apetecibles..., pero no más que él. Me quedo embobada mirando cómo las corta en pequeños trozos y toma uno con el tenedor para acercarlo a sus labios con extrema lentitud.¿Cómo puede un simple movimiento despertar tantas sensaciones en mí?De repente, clava el azul de sus ojos en mí antes de llevarse el fruto a la boca. Luego, mastica despacio sin dejar de mirarme en un gesto provocativo.¿Desde cuándo la comida se ha vuelto un instrumento sexual?Me remuevo inquieta en mi sitio para combatir el ardor repentino y entonces, hago una mueca de dolor.Un simple movimiento y cada músculo de mi cuerpo se resiente. Llevo dos días durmiendo muy poco, puesto que mi esposo no me da tregua.Tampoco es que pueda quejarme. Si hubie
Capítulo veintiunoFeliz Año Nuevo*Cassandra Reid*Lo miro y no soy capaz de creer que lo tengo delante.Siento una tensión en mi abdomen que no me deja respirar.En un principio creí estar alucinando, pero es que es él; la voz paralizante, el rostro indescifrable junto al voluminoso cuerpo que me hace sentir diminuta y su apariencia diabólica de siempre.Sus ojos ambarinos me observan inquietos de pies a cabeza, haciéndome sentir desnuda.Un pequeño temblor se instala en mis manos y las entrecruzo para no mostrar la debilidad que siento.¡Está aquí! Dean está aquí.— ¿Señora Di Lauro, sigue ahí? —la voz de mi secretar
Capítulo veintidósDominado por la ira*Adriano Di Lauro*Me quedo pasmado en mi sitio viendo cómo juegan juntos. No recuerdo cuándo fue la última vez que vi reír tanto a mis hijos ni que pasé un tiempo de calidad con ellos, jugando al aire libre.Cinco días. Solo cinco días casados y el cambio en la casa ya es notable. Incluso el aire que se respira es diferente.Bien entrada en la tarde, las actividades culminan y bajo las protestas de los chicos, subimos a arreglarnos para la fiesta de Año Nuevo.Al llegar a la habitación, ella se encuentra arreglando el atuendo para la noche, por lo que paso de largo y me dispongo a preparar la tina. Termino añadiendo esencia de frutas.El olor a fresas inunda mis fosas nasales. Justo el aroma que destila su piel.No puedo evitar lanzar una sonrisa al aire. Después de todo, mi matrimonio está saliendo mejor de lo esperado. Aunque n
Capítulo veintitrésYo soy tu dueño*Cassandra Reid*El portazo que doy al entrar en la habitación resuena en toda la casa. Furia, temor, desconcierto, deseo y otras emociones a las cuales no quiero ponerle nombre se mezclan entre sí hasta hacerme estallar la cabeza. Demasiado para una noche. ¿Por qué mi ex tenía que aparecer justo ahora cuando comenzaba a adaptarme a mi nueva realidad? El mensaje de texto se dibuja en mi mente y me estremezco por dentro. «Si no vienes me enfadaré e iré a buscarte y sabes que no me porto muy bien cuando me enojo, amor»Una parte de mí siempre le tuvo miedo. Aunque conmigo se comportaba de manera distinta al resto del mundo, fui testigo de su crueldad, su agresividad y su falta de compasión. Dean Frost no da segundas oportunidades, no le importan los efectos colaterales y sobre todo, no amenaza en vano... Sin embargo, yo era su debilidad. Me convertí en su obsesión desde el día en que me conoció.Durante estos dos años no he dejado de pensar en él,
Capítulo veinticuatroEnfrentamientos*Adriano Di Lauro*Los ejecutivos parlotean a mi alrededor exponiendo alternativas y negocios para hacerme más rico, sin embargo, me resulta imposible prestarles atención. No puedo pensar en otra cosa que no sea destruir al capullo de Dean Frost.La rabia me corroe una vez más al recordar mi enfrentamiento de anoche con Cassandra. ¿Por qué tiene que ir a verlo? ¿Qué quiere de él? ¿Por qué no me contó sobre los mensajes desde un principio? ¿En verdad lo habrá visto ayer por primera vez o ya se había comunicado con él? Si no le hubiese descubierto, ¿me lo habría contado?Las preguntas continúan rondando en mi cabeza sin darme tregua. No me dejaron pegar ojo en toda la noche
Capítulo veinticincoTe has enamorado de él*Cassandra Reid*Vendida...Mis padres me vendieron. ¡Por Dios! Solo tenía diecisiete años. ¿A cambio de qué? ¿Por qué? No puedo entenderlo, pero lo peor de todo es que no me sorprende.Llego directo a mi habitación y me encierro en ella. Soy consciente de que ninguno de los dos merecen mis lágrimas, pero no puedo detenerlas. No estoy hecha de piedra como ellos.Ni siquiera sé cómo me siento. Solo quiero encerrarme en una bola de cristal de Navidad y no salir.Paso el resto del día acostada y en la noche me duermo sin cenar. Al día siguiente me levanto con una jaqueca horrible y sin ánimos. Sin embargo, debo continuar, aunque solo funciono a medias. Como lo justo y juego con los niños sin prestar mucha atención. De todas formas, no creo que llegue a dominar la consola algún día. Además, ellos son fe
Capítulo veintiséisEsposa de mentiras*Cassandra Reid*¡Dios! ¿Por qué se empeña en perseguirme? ¿Nunca me dejará en paz? Pensé que Adriano lo mantendría a raya. ¿Dónde están esos gorilas cuando se necesitan?— ¿Qué haces aquí, Dean? —me lleno de valor para hablarle—. Pensé que todo había quedado claro entre nosotros.— Por supuesto que sí —aunque afirma, no creo que estemos hablando del mismo tema—. ¿Recuerdas mis palabras?— Cada una de ellas —respondo con un resoplido. No sé por qué me siento más segura ahora. Tal vez sea porque tengo problemas mayores que lidiar con la obsesión de mi ex. Las consideraciones con él se acabaron desde hace dos días—, así como espero que tú recuerdes las mías. Desaparece de aquí antes de que mi marido te rompa la otra ceja —señalo el notable corte.
Capítulo veintisieteLa bruja está aquí*Adriano Di Lauro*Me acuerdo de todos mis antepasados en cuanto reparo en la imagen frente a mí. La bruja está aquí. Pensé que me había deshecho de ella, pero no, ha regresado.— Adriano, querido —aunque me trata con familiaridad, no hace ni el intento de acercarse. Al menos aun recuerda sus límites—. ¿Cómo estás?— ¡Vivi! —mi llamado retumba en las paredes de la casa, provocando que la empleada aparezca de inmediato—. Acompaña a la señora Francesca a su habitación.— ¿No piensas presentarnos, querido? —pregunta la anciana con el tono hipócrita que le caracteriza—. ¿Y tu esposa no va a presentarse ni darme la bienvenida? ¡Qué mala educación!— Yo...— Esta no es hora para bienvenidas —alego con tono cortante, interrumpiendo e